Hace justo un mes las Casas Reales del mundo y jefes de Estado de casi 200 países se reunían para arropar a Naruhito de Japón en el momento más histórico de su vida, su entronización como emperador. Han sido varias las celebraciones que han sucedido al acto que marca una nueva etapa en el milenario Imperio, y, la última de ellas, ha tenido lugar este viernes. Dos semanas atrás, el sucesor de Akihito junto a Masako, su mujer, ofrecían una cena cumpliendo la tradición del Daijō-Sai, el punto final de su ascenso al trono. Antes de inaugurar su reinado, tanto él como su esposa finalizaban el acto con una última ceremonia a la que llegaban por separado, la de acudir al Geku, que forma parte del santuario de Ise para informar a los dioses de que todos los ritos se habían completado.
Ambos acudieron a Ise luciendo ropa formal de estilo occidental. El emperador de Japón escogió un traje de chaqueta y pantalón en colores oscuros y su mujer hizo lo propio con un conjunto de dos piezas -con falda como diferencia- en un color camel muy discreto. Sin embargo, para el acto que tendría lugar en el templo más sagrado de la ciudad, la tradición manda que es necesario un cambio de ropa. Como ya hicieron en el Palacio Imperial de Tokio, cuando tuvo lugar la entronización, ambos volvieron a lucir, un mes después, las indumentas tradicionales que llevaron en el significativo día.
Masako rescató del armario el impactante kimono con el que recorrió el salón del Pino hace un mes. Un traje formado por nada menos que doce capas decoradas con bordados florales y de grullas. Algunos de los detalles más sorprendentes, además de las superposiciones, fueron las mezclas de la gama cromática. El look combinaba cuatro colores, verde, naranja, morado y blanco. Como punto final, un simbólico tocado dorado sobre una peluca, con la ornamentación tradicional, remataban la mezcla.
Naruhito también rescató el kimono con el que subió al trono, ya que llevó el tradicional 'Korozen no goho', un kimono en color óxido cargada de significado. Los tintes naturales de madera y cera de árbol hacen que tenga ese color tan característico. También es una prenda con bordados que se reserva para las ceremonias más solemnes, ya que es un conjunto que data del siglo IX. Como el de su mujer, la tela llevaba bordados inspirados en la naturaleza como el bambú. Además, llevaba el sombrero sintoísta en color negro y el mismo bastón de madera de su entronización en la mano derecha, detalle que simboliza la dignidad.