Tras la ceremonia de entronización que ha convertido a Naruhito en el nuevo emperador de Japón, los más de dos mil invitados han acudido a la cena de gala ofrecida en el Palacio Imperial. Para una cita en la que el protocolo debía ser respetado al máximo, los representantes de las Casas Reales han estado a la altura de las expectativas. Si unas horas antes, en el acto que tuvo lugar en el Salón de Estado, las mujeres de la realeza europea desfilaron con sus sorprendentes tocados y diseños largos -entre los que se impuso el modelo capa-, para el acto nocturno siguieron a rajatabla las especificaciones recogidas en los códigos de estilo. Pero cada una a su manera, ya que han optado por sus firmas de cabecera o por repetir sus estilismos de mayor éxito. Si bien el vestido largo, hasta los pies y cubriendo los zapatos, es la prenda de mayor etiqueta del armario femenino, hay otros detalles como el bolso de mano o el cabello recogido que no pueden faltar en este tipo de eventos formales, donde incluso se pueden lucir las tiaras.
Las tonalidades empolvadas o metalizadas parecían ser las favoritas esta noche, hasta que doña Letizia y Máxima de Holanda aparecieron en el Palacio Imperial vestidas de colores mucho más vibrantes. La reina de los holandeses ha apostado por un vestido rojo vaporoso de escote barco -firmado por Jan Taminiau, uno de sus diseñadores de cabecera- con detalles geométricos en forma de zigzag realizadas con cristales bordados. El 'efecto corsé' de estos motivos realza especialmente las curvas de Máxima de Holanda y resulta muy favorecedor. Pese a que el protocolo recomienda para estos casos lucir la melena en un recogido, ella prefirió dejar su pelo suelto con ondas XL con una tiara de tres puntas.
Victoria de Suecia, por su parte, ha hecho un cambio de color apostando por una tonalidad mucho más clara. Si en la tarde llevó un modelo minimalista listo, su vestido de noche en rosa empolvado -coordinado con su bolso de mano- ha sido todo lo contrario, ya que está realizado en guipur, un tipo de encaje que se comportaba como un estampado gracias a los detalles florales entrecruzados. El diseño resulta familiar: se trataba del mismo Elie Saab que lució en el 70 aniversario de su padre. Como broche final, también ha escogido la tiara que lució en la mencionada ocasión, en 2016, y que hoy se ha convertido en el toque más royal de su femenino estilismo.
Los metales nobles llevan siendo, históricamente, unas tonalidades reservadas para la realeza, por lo que Matilde de Bélgica ha acertado al recurrir a ellos a la hora de escoger su diseño para esta cena de gala. Siendo rubia, ha apostado por el que más favorecedor resulta con ese tono de pelo, el dorado. Su vestido de manga larga confeccionado en un tejido bordado con flores llega hasta los pies, cubriendo los zapatos, como dicta el dress code. La reina de los belgas ha lucido también una de sus tiaras como guinda del recogido que lució, con un moño bajo.
Si su apuesta para la subida al trono del Emperador había sido un vestido azulado de Valentino, en la celebración nocturna ha mantenido su apuesta infalible con un diseño también de capa, pero en rosa empolvado. A diferencia de su look previo, liso y minimalista, el modelo de la velada llevaba el aplique de la espalda cubierto de brillos y hasta los pies. Como toque final, e igual que las royals anteriores, lució una elegante tiara; el toque principesco perfecto para la cita nipona.