"Desde que soy pequeña, el cuerpo me pide ser artista", confiesa Celine Van Heel. Nacida en Atenas hace 30 años, la hispanoholandesa ha tenido una vida fascinante: creció en diferentes países de Centroeuropa y, tras estudiar Periodismo en La Sorbona, trabajó en la revista L’Officiel en París.
"Era la asistente del CEO, mi vida era como en la película El diablo viste de Prada. Estuve casi cinco años y aprendí un montón", relata Celine, que con cada una de sus palabras deja constancia de su espíritu creativo. Nada la frena. Fotógrafa, directora —en 2021 dirigió su primer cortometraje—, modelo, ahora se propone triunfar en la música. Su debut ante el gran público fue en la última edición del Benidorm Fest, donde participó como aspirante a Eurovisión con La casa, una salsa que habla de desamor y empoderamiento.
"En el confinamiento, le hice unas fotos y vi que él ya sabía posar, tiene una mirada imponente... y pensé: 'Aquí hay que hacer algo'. Y fue todo como una bola de nieve"
Por si todo esto fuera poco, Celine está detrás de uno de los fenómenos virales más impactantes de los últimos años: lanzó al estrellato a su abuelo materno, Andrés García-Carro, que a los 88 años se convirtió en un cotizado modelo e "influencer" con el sobrenombre de The Spanish King.
Hoy, a sus 93 años, y tras haber protagonizado campañas de moda con firmas de lujo, colaborar con artistas como C. Tangana y haber desfilado en la Semana de la Moda de París, Andrés sigue a su nieta por el mundo, demostrando que la moda no tiene edad. Al verlos posar juntos, podemos decir que el estilo corre por sus venas.
—Celine, ¿tú qué querías ser de mayor?
—Lo primero que recuerdo es que quería ser monja. Al cabo de un tiempo ya supe que quería ser artista, cantante, pintora, actriz...
—No vas mal encaminada.
—A veces me gustaría tener solo una pasión, o sea, centrarme solo en la fotografía para intentar ser la mejor, ser Peter Lindbergh, por ejemplo, pero lamentablemente no me gusta centrarme solo en una cosa. Desde que soy pequeña, el cuerpo me pide ser artista, pintar o cantar, como ahora… Yo lo intento todo; si tengo éxito, bien, y si no, me da igual, porque me gustan los retos. Me gusta cambiar y transformarme constantemente. Si no, no podría vivir; si solo fuera fotógrafa, me aburriría.
—¿De dónde viene la vena creativa?
—De familia no, porque mis padres no son creativos. Son muy trabajadores, eso sí, pero era yo la que siempre montaba espectáculos en casa con mi hermano. Creo que me viene de mi abuelo, que es una especie de alien.
—Tú lo descubriste, ¿no?
—Sí, mi abuelo me cambió la vida; desde luego, mi carrera profesional.
—Cuéntanos, ¿cómo convertiste a tu abuelo en The Spanish King?
—Yo trabajaba en París, llegó el confinamiento y me fui a Galicia con mis abuelos, que viven en una casita en el campo. A la semana de estar allí, miré a mi abuelo, que estaba fumando su pipa, y fue algo muy orgánico.
Le dije: "Abuelo, te voy a hacer unas fotos; ponte esta camisa de seda, este cinturón argentino y este abrigo de piel". Él tenía una cámara digital "dosmilera" en casa y, con la primera foto, vi que él ya sabía posar; o sea, me miró con una cara, tiene una mirada imponente... y pensé: "Aquí hay que hacer algo". Y fue una bola de nieve, la verdad.
Le creé la cuenta de Instagram, empecé a subir contenido y nos empezaron a contactar de Adidas, de Carolina Herrera, de Zara... Dejé mi trabajo en París y me lancé. Yo no sabía hacer fotos, aprendí sobre la marcha, con mi abuelo.
Me convertí en su representante y, cuando nos llamaban de alguna marca, yo siempre decía que la condición era que tenía que hacerle yo las fotos. Me atrevo con todo y fui aprendiendo, y también gracias a la ayuda de los asistentes.
—Te cambió la vida, pero tú a él también.
—Sí, ¡y es tan feliz! A veces me da rabia que no se haya dedicado a esto antes, porque creo que siempre ha tenido dentro lo de ser modelo. Ahora tiene 93 años y está en forma, pero bueno, tampoco está para viajar todos los días. Aunque él se gusta mucho y tiene una energía y algo muy especial.
—¿Y tu abuela, cómo está?
—Mi abuela está estupenda también, pero no le gustan nada los focos ni las cámaras. Es muy casera. Es como mi segunda madre. Y está alucinada, pero superorgullosa. Va a comprar a la panadería o se monta en un taxi y dice: "¿Conoces al Spanish King? Es mi marido". Siempre está fardando de mi abuelo (ríe). Yo ahora vivo en Madrid, pero en cuanto puedo, voy a La Coruña para estar con ellos. Siempre bromeo y les digo que son inmortales, pero no me imagino la vida sin mis abuelos. Los quiero tanto...
—¿Cómo se te ocurrió llamarle The Spanish King?
—A mi abuela siempre la llamo "la reina" o "la princesa". Y a mi abuelo, "el rey". Y cuando le creé la cuenta en Instagram, pensé que tenía que tener un nombre rompedor y así fue como se me ocurrió.
"Ante todo, es mi abuelo"
—¿Cómo lleva que seas "la jefa"?
—Siempre me dice: "Tú di que sí a todo, tú me llevas a donde quieras, ¿eh?, que yo soy feliz haciendo cosas contigo". Ante todo, es mi abuelo, pe-ro también es mi amigo. Tengo tanta confianza con él, que tenemos unas conversaciones increíbles, puedo hablar con él de cosas muy íntimas y hacerle preguntas reflexivas también.
—Cuéntanos, ¿cómo llegaste al Benidorm Fest?
—La música siempre ha estado en mi vida; desde pequeña, toco el piano, siempre he cantado en casa... Hace dos años, acompañé a mi abuelo al Festival de Benidorm, porque era bailarín figurante de uno de los candidatos, Alfred García. Había un piano en el hotel y siempre que veo un piano, me voy directa a tocar, y Alfred me vio y me dijo: "Tú tienes que hacer música, no puede ser que este talento lo tengas escondido".
Y me propuso hacer un disco. Estuvimos un año componiendo y fue una experiencia creativa increíble. Acababa de dejar a mi pareja, después de ocho años juntos, y estaba muy inspirada para escribir; a mí me inspira mucho Chavela Vargas, ese tipo de canciones desgarradoras. Alfred me apuntó al Festival de Benidorm y me aceptaron la canción. Me llamaron en noviembre, así que tuve dos meses para prepararme. Nunca había subido a un escenario; había cantado en casa, pero cantar en prime time en La 1, era como: "¡Ay, madre! ¿En qué me he metido?". Pero fue un reto tan bonito.
—Y no hay cosa que más te guste que los retos…
—¡Claro! Fui a por todas, me daba igual ganar o no. Quería subir al escenario y estar orgullosa de mí. Y lo estoy. No he llegado a Eurovisión, pero no pasa nada. Para ser mi primer tema, el festival me ha dado una visibilidad increíble y ya lleva casi un millón de reproducciones en Spotify. Quiero publicar el álbum antes del verano, si se puede.
—Sorprende que fuera una salsa.
—Soy muy camaleónica y me gusta todo tipo de música, pero decidí que este primer álbum fuera un homenaje a la tradición, una vuelta a lo clásico, que a veces siento que lo hemos perdido. Y mi abuela, que tiene raíces mexicanas, desde pequeña me ha inculcado ese tipo de música: rancheras, boleros, salsa... Escucho a Celia Cruz desde que tengo uso de razón. Ahora voy a sacar el segundo single y es un bolero.
—Fotógrafa, directora... ¿Qué es lo siguiente?
—Necesito retos, así que quiero ser actriz o, al menos, intentarlo. Ahora quiero estar delante de la cámara, porque detrás ya sé lo que es. Después de empezar haciendo fotos, me di cuenta de que dirigir me flipaba y empecé dirigiendo los vídeos de alguna de las campañas de mi abuelo. Si tuviera que definir a qué me dedico, creo que soy fotógrafa, directora y mánager de mi abuelo, y que estoy empezando con la música.
—¿Cuál sería tu gran sueño por cumplir?
—Ganar un Oscar, como mejor directora o como actriz. Sí, es un sueño, pero estoy convencida de que algún día iré a la gala; si no es como nominada, al menos como invitada.