El próximo 5 de noviembre, Kamala Harris podría hacer historia al convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos. Si triunfa en las urnas, la actual vicepresidenta de la administración Biden lograría un hito sin precedentes en un país tan conservador. Y no sólo como mujer. También por sus orígenes de la India y Jamaica.
Todos las miradas están puestas en la ex senadora, ex fiscal general de California y ex fiscal del distrito de San Francisco. En su carrera hacia la Casa Blanca, al igual que su discurso se analiza con lupa, sus estilismos, peinado, maquillaje y joyas son materia de disección.
Consciente del poder de la imagen, las elecciones de estilo de la candidata demócrata están llenas de significado, ya que su indumentaria forma parte de una cuidada puesta en escena en la que nada se deja al azar. Sin ir más lejos, durante un reciente acto de campaña en Douglas, Arizona, Kamala subió al escenario con un look cargado de simbolismo, compuesto por chaqueta sahariana verde caqui sobre una camiseta negra y pantalones a juego, pero con llamativas joyas. Lució unos pendientes de perlas de Tiffany & Co. y un generoso collar de eslabones de oro de la gama HardWear de la misma firma, que la casa describe como la encarnación de "una resiliencia duradera y un espíritu desinhibido".
La vicepresidenta es una de las máximas exponentes del power dressing, un término que se acuñó en los años 80 y que hace referencia al estilo de ropa que utilizaban los hombres y mujeres de negocios y de la política en Estados Unidos y el Reino Unido durante esa década. La expresión anglosajona perdura en el tiempo y, como decíamos, Harris se ha erigido en adalid de la mujer profesional y poderosa que para estar —y ser vista— en igualdad de condiciones con sus compañeros ha adoptado como uniforme el traje sastre (americana y pantalón), un atuendo propio del armario masculino.
En verdad, esto no es nuevo, ya que desde que Yves Saint Laurent creó en los años 60 el smoking femenino (una auténtica revolución en la moda), sentó las primeras bases del empoderamiento; con sus diseños, el modista ayudó a la mujer a desenvolverse en un mundo de extraños, confiriéndole fuerza, gracias a la naturaleza algo masculina de sus creaciones.
Harris ha hecho del traje de chaqueta una de sus señas de identidad desde que empezó a ocupar puestos de responsabilidad, como fiscal y senadora. Pero su carrera hacia la Casa Blanca ha hecho que refuerce su imagen, siendo ahora mucho más fotogénica. A sus tonos de referencia (azul marino y otros neutros) ha añadido colores más intensos y vivos. Y rara vez se baja de sus tacones de siete centímetros de Manolo Blahnik, salvo cuando se calza sus Converse negras, que además de comodidad, le otorgan un aire juvenil.
La misión de su equipo ha sido dotarla de un estilo sobrio e impecable —algo con lo que ha conseguido esquivar críticas como las que recibió durante su campaña Hillary Clinton, al ser considerada poco femenina—. A su armario de trabajo, donde ya figuraban marcas estadounidenses como Gabriela Hearst, Christopher John Rogers, Sergio Hudson, Prabal Gurung, Altuzarra, Christian Siriano y Tom Ford, ha incorporado ahora firmas de lujo europeas, entre ellas Dior, Celine y Chloé.
Esta última se ha convertido en una de sus firmas fetiches, como demostró cuando subió al escenario para aceptar formalmente la nominación de su partido para la presidencia, en la Convención Nacional Demócrata del pasado mes de agosto en Chicago, con un sastre a medida azul marino y una blusa pussy bow (con lazada al cuello) del mismo tono. El día anterior ya había lucido otro traje, de color cámel, también con blusa pussy bow marfil, y en la Cena de Estado Anual celebrada en la Casa Blanca, un vestido verde con capa, ambos de la casa francesa. Varios expertos en política y moda coinciden en señalar que la maison para la que diseña Chemena Kamali —como Harris, tiene doble procedencia, alemana y uruguaya— proporciona a Kamala una sensación de refinamiento, elegancia y un toque de sofisticación internacional que trasciende fronteras.
Pero en esta evolución de estilo, la aspirante a la Casa Blanca no ha renunciado a una de sus señas de identidad: las perlas. El gusto de Harris por la piedra marina se remonta a su etapa en la Universidad Howard como miembro de la hermandad Alpha Kappa Alpha, la primera hermandad negra de los Estados Unidos. “Las perlas representan refinamiento y sabiduría”, declaró Glenda Glover, presidenta internacional de AKA, a Vanity Fair en 2020. “Entrenamos a las jóvenes para que sean líderes y nos aseguramos de que tengan la sabiduría para liderar… y eso va de la mano con el verdadero significado de lo que es AKA”. De hecho, las líderes originales de la hermandad son conocidas como las “Veinte Perlas” y las insignias de membresía tienen 20 perlas incrustadas.
Una de las piezas favoritas de Harris es un collar de perlas y cadena de oro doble, de 18 quilates, que lució cuando aceptó la nominación demócrata a la vicepresidencia en 2020, y que a lo largo de esta campaña ha llevado en varios actos. También tiene otros collares de perlas grandes, de perlas de los Mares del Sur unidas entre sí por diamantes y de perlas negras, es decir, de Tahití, que es uno de los preferidos de la vicepresidenta y que tiene también en forma de pendientes. Tal y como pulica “WWD”, Stephen G. Bloom, autor del libro de 2009 Tears of Mermaids: The Secret Story of Pearls (Lágrimas de sirenas: la historia secreta de las perlas), se refiere a la perla negra como “la perla renegada, la perla de 180 grados, lo opuesto a la joya estereotipada de la sociedad”, lo que las convierte en el accesorio ideal para una figura innovadora como Harris.