Es un clásico. O mejor dicho, un imprescindible. Porque si las bicicletas son para el verano, el estilo navy, también. Rayas marineras, pantalones 'Capri', canottiere (camisetas de tirantes, vaya), sombreros Borsalino, gafas de concha, sandalias de esparto (o bailarinas o merceditas)… Y, en cuanto a los colores, blancos, azules, rojos… Y si el día ha amanecido nublado o las noches son frescas, la prenda de abrigo siempre se abrocha con botón de bola dorado. Es un básico cuando el sol comienza a calentar y los días se hacen más largos en las ciudades y un imprescindible, obviamente, cerca del mar, cuando la canícula está en pleno apogeo y hace demasiado calor como para sobrevestirse, aunque no por ello uno se deba abandonar a su suerte (estéticamente hablando, se entiende). El estilo marinero es por definición pulido, limpio, fresco... Y chic.
Por eso, los diseñadores podrán jugar cada temporada con nuevas fórmulas, sí, pero ésta no falla y siempre encuentra su espacio —más o menos preeminente— en sus colecciones. De ahí que el navy siempre sea tendencia, aunque sí que es cierto que, quizás este año, por aquello de que el old money sobrevuela todas las opciones, sea la versión estilística más rabiosamente a la moda con la que afrontar un día de playa, de barco o de aperitivo en una terraza urbana cuando ya se ha vuelto al trabajo pero no al jersey de cuello alto.
Como no podía ser de otra manera, Nieves Álvarez, la elegancia hecha carne, es una de las embajadoras de este tipo de looks en el que las anclas y el mar son conditio sine qua non, tal y como podemos en las páginas satinadas de nuestra revista, apurando los últimos días de agosto y vacaciones paseando con su novio Bill Saad por el puerto de Ibiza. Sombrero de ala ancha, gafa parabólica, camisa oversize en azul añil y blanco, tirantes y Capri también en blanco y el último must de Hermés: la sandalia Oran en avellana. Nieves representa la quintaesencia del glamour beach mediterráneo con un outfit que, pieza a pieza, bien podría ser la descripción de un look de Jacquie O. en una travesía de Mikonos a Skorpios o de Jean Seaberg en Buenos días, Tristeza.
Pero también de Dakota Johnson en Cegados por el sol o de Carlota Casiraghi en una de sus reuniones literarias en Mónaco. Porque el navy en moda es como un oxímoron poético: tan atemporal como, siempre, actual. Pero ¿un outfit tan aparentemente consustancial a nuestra manera estética de entender el verano pudo haber sido alguna vez algo nuevo y rompedor? Históricamente, el origen de este estilo tendría fecha. 1837, exactamente. El año en el que tuvo lugar la coronación de la reina Victoria de Inglaterra cuando el Imperio Británico era eso precisamente, un Imperio que bañaba mares y océanos de todo el mundo. De Hong Kong y el mar de China a la India y el Océano Índico pasando por las islas Vírgenes y el Caribe. En ese año también tuvo lugar la fundación de la Armada Naval Británica (Royal Navy), de la que surgió un uniforme que distinguía a los marineros oficiales de los pescadores. Se cree que fue el capitán del H.M.S Blazer quien, en la coronación, los uniformó con una chaqueta de sarga azul combinada con blanco y botones metálicos. En 1857 ese blazer, por orden real, se instituía en parte del uniforme de toda la flota.
Y, sí, de ahí también viene el término 'azul marino'. Y la camiseta de rayas también tiene una explicación, y no es baladí. Se dice que los colores sólidos estaban reservados para los Oficiales de Marina, mientras que los marineros sin rangos elevados llevaban rayas: azules y blancas por si, con mala suerte, alguien caía al mar. Ahora bien, que esta prenda 'militar' se introdujera en la moda tuvo como responsable a otra mujer. Una que ya había cosido una revolución precisamente rompiendo con las costuras opresivas del cuerpo femenino. Esa fue 'Coco' Chanel quien, con ese sentido tan visionario de la moda —también fue la primera en difuminar los géneros en el vestuario—, decidió incorporar esta camiseta masculina del army inglés al armario femenino, hasta entonces compuesto por corsés y ballenas.
Y con ella precisamente Gabrielle aparece en una de sus fotos más icónicas, la que le fue tomada en su casa de la riviera francesa Villa La Pausa, en 1930, en donde la diseñadora viste una versión de la camiseta de rayas con manga francesa (bajo el codo).Sin embargo, no fue hasta la llegada de la época dorada del cine europeo, primero, y del norteamericano, después, cuando se rubricaran los términos exactos del estilo navy y éste, a su vez, se convirtiera en algo inspirador y aspiracional para las mujeres de medio mundo que veían en él un símbolo de libertad, de juventud y de despreocupación. Corrían los años 50 y 60 y las cinematografías francesa e italiana marcaban el pulso: la nouvelle vague, el neorrealismo…
Y atraído por ese exotismo de pinos romanos abalconados a aguas turquesa, llegó Hollywood con toda su maquinaria y su Techinicolor. De Sophia Loren en Capri (de ahí, los pantalones a media pantorrilla) y Brigitte Bardot y el cuello barco en El Desprecio pasamos a Elizabeth Taylor, Ava Gardner o Audrey Hepburn en filmes como De repente el último verano, La condesa descalza o Vacaciones en Roma, pero también a verlas con los mismos looks en sus evocadoras instantáneas de su vida normal —y ¿corriente?— por las islas del Tirreno, el Adriático o el Egeo, que ilustraban revistas como ¡HOLA! YSL, Lanvin, Dior, Armani y, por supuesto, Gaultier -y su vuelta de tuerca gay al navy con Querelle, de Fassbender como referencia- hicieron de este concepto —convertido en fondo de armario— el punto de inicio para colecciones míticas.
El estilo marinero se convertía así en la receta mágica para gozar del mar —y la alfombra roja— de la manera más chic, con propuestas en las que las rayas, por ejemplo, tomaban forma de plumas o de paillettes o de pedrería, opciones que subían el termostato de la sofisticación de este estilo aunque manteniendo intacta su frescura. Porque ése es el quid. No hay nada que se asocie más y mejor al ocio y al tiempo de asueto (y al mar y los cielos azules y las casas encaladas) que este estilo. Y pocas prendas representan mejor el espíritu reconfortante de las vacaciones que una camisa de rayas marineras ondeando con la brisa marina. Nieves, tú sí que sabes.