365 días de fiestas, entregas de premios, recepciones reales, coronaciones, cócteles, funerales, premières, visitas oficiosas y oficiales, desfiles y espectáculos. Con sus respectivas pre y post cenas, obvio. Y sus noches eternas y algún que otro desayuno con diamantes... Se podría decir que, en 2023, ‘el mundo era una fiesta’, parafraseando —y modificando— el comienzo de aquella novela que escribía Ernest Hemingway cuando, como ahora, también nos amenazaban las guerras. Porque este año que ahora termina ha dado para mucho. Muchísimo.
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Hechuras clásicas, patrones estructurados, líneas puras... Y tejidos naturales como la seda, la lana y el lino para ricas organzas, encajes y satenes. La apuesta por el ‘old glamour’ ha sido una constante entre las mujeres más elegantes del planeta que han huído, en cambio, de las excentricidades
Y hacer una selección de los looks más impresionantes, memorables, elegantes y decisivos —esos, ya saben, que marcan un antes y un después en el mundo de la moda—- ha sido harto difícil.
Que lo fácil habría sido, por ejemplo, posar nuestra mirada en los 30.000 cristales de Swarovski en rojo encarnado que se cosían a la máscara de Doja Cat en la Met Gala... O, sin salir de esta hoguera de vanidades neoyorkina, acudir al hiperrealista disfraz de ‘Choupette’, el gatito de Karl Lagerfeld, en el que se enfundó el actor Jared Leto para rendir homenaje al káiser. O rescatar, fuera ya de excentricidades, el diseño ‘princesa’ de Dua Lipa que, por otro lado, ya llevó Claudia Schiffer en el desfile de alta costura de Chanel en 1992 y que, evidentemente, por muy de rabiosa actualidad que estén los 90, no dejaba de estar menos visto... Sin embargo, nuestra elección ha sido otra. Outsider, si quieren. Sin rosas.
Porque hasta Margot Robbie ha abandonado ya el barbiecore... Hemos apostado por aquellos otros outfits cuya revolución era más silenciosa quizá, pero tenían vocación de eternidad. Con alguna excepción, claro. La de Elsa Hosk con su doble vestido de Viktor & Rolf en Cannes, pero sin olvidar nunca la decidida senda del lujo silencioso y su hipérbole, el old money. O lo que es lo mismo, menos ostentación pero más atemporalidad en el corte y la calidad del tejido, y aires vintage, sí, pero con el kitsch refinado. Ah, y por supuesto, muy chic. Al extremo.
Las referencias al Hollywood Dorado, así como al ‘glitter disco’ dieron ese toque imaginativo y espectacular que necesitan en las ‘red carpets’
De ahí, la pureza de líneas del Carolina Herrera negro y cuello amazona de la Reina Letizia en los Premios Princesa de Asturias, o las hechuras sastre, a lo YSL, de doña Leonor en la jura de la Constitución, con ese traje blanco que quedará para la historia. Pero también el revival del Chanel de encaje con el que Carlota de Mónaco emuló, en las escaleras del Metropolitan, a su madre o a su suegra, Carole Bouquet, cuando estas, en los 80, después de asistir a la primera fila de la Semana de la Moda de París, se perdían en la pista de Le Palace o Le Maine Jaune... Quién sabe si bailando con Grace Jones y sus míticos vestidos con capucha y paillettes... Una estética glam y disco que, ahora, hemos podido ver en Anne Hathaway, con un Versace metalizado en Venecia, o en Kaia Kerber, con su cuello halter en cota de malla de Celine en los Oscar... Porque ¿cómo olvidar tampoco la sofisticación de las referencias al Hollywood dorado? Los 40, 50... han sido un caballo ganador en todas las quinielas.
¿O es que el Alexander McQueen de Kate Middleton en los Balfta no estaba más que inspiradísimo en el de otra princesa y, antes, musa de Alfred Hitchcock? Vean a Grace Kelly en Atrapa a un ladrón y sabrán lo que les decimos. Sin mencionar a Gisele Bündchen, con marabú blanco al más puro estilo Mae West; a Eugenia Silva, en otra fantasía de plumas rosa firmada por Armani, como una diva a lo Lucía Bosé dirigida por Fellini, o a Angelina Jolie y Tamara Falcó, con blusas y lazo Lavalière, pantalones palazzo o seda duquesa en hueso. Clavaditas a Bianca Jagger y Lauren Hutton.
Sin embargo, cuando realmente el guiño cinéfilo cobra sentido es cuando la cita con la red carpet tiene como fondo una pantalla de cine. Y ahí, Ana de Armas, en el Dolby Theater, tuvo todas las de ganar, aunque se le escapó la estatuilla dorada. Consiguió dar una vuelta de tuerca al concepto traje de cola.
Plumas, encajes y lentejuelas para los looks más sofisticados. Alamares y estampados étnicos, para los más atrevidos
Como aquel mítico de Penélope Cruz en La niña de tus ojos, pero cosido por Louis Vuitton en volantes argénteos. Por cierto, difícil escoger una de todas las puestas en escena de Penélope, pero, por seguir con el leitmotiv y el glitter, qué mejor que el vestido nupcial de inspiración étnica que lució en el Met y con el que, antes, Inès de la Fressange había desfilado en 1988, un diseño que bien podría haber llevado María Félix...
Porque en los 80 —que vuelven— no solo hubo ‘movida’ y ‘punk’ , sino también una recuperación folk de aquello que podría parecer exótico y lejano, a ojos de los grandes salones de la Avenue de la Montagne. Bordados, puntillas, azabaches, alamares goyescos... Lo hizo Lacroix para la infanta Elena y, hoy, Dior para Victoria de Marichalar, en San Isidro, y Beatrice Borromeo, en la Croissette de Cannes. Pero también nuestro último Premio Talento Fashion, Inés Domecq. La marquesa de Almenara no solo es un icono de estilo, sino que, con sus diseños de halo etno-futurista, sabe cómo acertar con mujeres tan únicas y personales como Sofía Palazuelo.