Etóloga por vocación y pasión. Porque lo que a Isabella Rossellini le ha interesado toda su vida ha sido el comportamiento animal. Pero, cuando en el mundo de la farándula se habla de ella, nadie lo hace como licenciada en Etiología, sino como la hija de dos mitos del cine, la actriz Ingrid Bergman y el director Roberto Rossellini. O como la bellísima mujer que ha protagonizado miles de portadas y campañas de moda y cosmética y seducido irremediablemente a millones de espectadores con su halo de mujer fatal.
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Sin embargo, Isabella entró de puntillas en el cine. Había trabajado antes como traductora, modelo y periodista, y lo del celuloide le intimidaba, en gran parte por las temidas comparaciones con su madre. De la mano de su primer marido, Martin Scorsese, y más tarde del director David Lynch, con el que tuvo un sonado romance, comenzó su carrera de actriz al tiempo que grandes firmas del fashion/beauty system se la rifaban como imagen y embajadora. Su magnetismo era y sigue siendo salvaje, hasta el punto de que, pasada la frontera de los setenta, sigue subiéndose a las pasarelas, haciendo cine y siendo el rostro de la belleza .
Pero ella nunca se ha considerado una estrella. Una vida cuajada de dificultades le ha enseñado que el humor es la mejor herramienta para superar los malos momentos, y su estilo es también reflejo de ello. Extravagantes vestidos, capas y túnicas; arriesgados looks de aire oriental, y prendas oversize de corte masculino conviven en su armario con los disfraces de animales que usa para algunos de sus shows. Y es que, como decíamos al principio, en la etiología ha encontrado su paraíso. Y en su granja de Long Island, este mito viviente a su pesar, es plenamente feliz entre gallinas, perros, cabras y ovejas.