Como en la canción de Cindy Lauper Girls just wanna have fun, Mary Quant solo quería divertirse con la moda y hacer partícipes de esa fiesta a las jóvenes de su generación. Por eso, en 1955, decidió abrir su primera boutique, Bazaar, en el barrio londinense de Chelsea, donde el Swinging London vivía su máxima expresión. Al principio, vendía ropa cool multimarca, pero su espíritu emprendedor la llevó a comercializar sus propios diseños. Su instinto no le falló, y las clientas empezaron a abarrotar los probadores de la tienda y a llenar Chelsea con sus creaciones. Y lo mejor estaba por venir.
Un buen día, la señorita Quant sacó las tijeras del cajón y cortó las faldas por encima de la rodilla. Inspirada en los uniformes de las bailarinas de claqué y de las colegialas, llevaba tiempo queriendo liberar el cuerpo de la mujer para que disfrutase 24/7 del ritmo de vida que se imponía entonces, en el que las chicas estudiaban, trabajaban, bailaban y se divertían. La diseñadora escandalizó a la parte más puritana de la sociedad, pero era ‘lo más’ entre los jóvenes que querían cambiar el mundo.
No obstante, su aportación al mundo de la moda no fue solo popularizar la mini; marcó tendencia con sus geométricos estampados, su apuesta por los colores neón, los jerséis finos y ceñidos de canalé, los chalecos de croché y los microshorts, por poner algunos ejemplos. Innovadora y visionaria, en 1966 se lanzó al mundo de la cosmética con igual fortuna. A ella debemos la máscara de pestañas waterproof y las lacas de uñas en colores estridentes.
Puso de moda el corte de pelo garçon y consiguió que ‘vestir a la última’ fuera asequible a todos los bolsillos. Tras su muerte, el 13 de abril de 2023, se la recordará como una de las mujeres más influyentes del mundo de la moda y un gran icono para toda una generación.