Llevaba desde los quince años trabajando y, cuando se quedó embarazada, lo tuvo claro: quería dedicarse a su bebé, estar con su pequeña Renata al menos un año y convertir en positivo algo que para los actores es, sin embargo, una perpetua espada de Damocles. Esto es: por un lado, los continuos parones entre trabajo y trabajo y, por otro, las eternas esperas junto al teléfono a expensas de se produzca esa llamada con el papel de tu vida. Pero llegó la pandemia y, en esas, tuvo a su segundo pequeño, Lorenzo. Ahora que todo ha vuelto a la ansiada normalidad, Miriam Giovanelli vuelve a la pantalla y, como es habitual en ella, lo hace arriesgando. Es Bellísima en el biopic Nacho , donde se convierte en una aspirante a reina del cine para adultos con rostro angelical y maneras de diva romana como Agripina. Porque con Miriam y ese apellido es fácil adivinar de dónde procede su acertado sentido por la moda. Tan práctico como sofisticado. Tan distraído como exquisitamente estudiado. Sin embargo, para ella, utilizando un símil de película, “la moda no es protagonista” en su vida. Es… algo así como una special guest star.
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“Estoy en formación continua. Soy una madre en construcción. Y no sé si esa construcción termina en algún momento o si es algo a lo que enfrentarse toda la vida”
“La moda me interesa como proceso artístico. Me gusta saber de dónde nace”, nos cuenta esta actriz fuera de tendencias, que apuesta por un consumo de ropa “consciente y responsable”. “La tendencia es pasajera. Prefiero invertir en piezas de calidad, atemporales y de mejor tejido y diseño. Me siento más cómoda ahí. En ese sentido, soy una mujer bastante clásica”. Y remarca “ese sentido” porque, con Giovanelli, el adjetivo “clásico” no parece casar mucho cuando, en su opinión, “lo clásico siempre es moderno”. Un vaquero, una camiseta y un blazer con unos mocasines son su indumentaria perfecta porque, confiesa, tiene la suerte de no tener que esperar a acontecimientos especiales para plantarse “el vestidazo y el tacón de quince centímetros”. Su profesión le permite hacer “de lo extraordinario, algo estándar”, con lo bueno y lo malo que eso conlleva. “Supongo que es algo inconsciente. Los rodajes, la promoción, los photocalls… Me ofrecen la oportunidad de jugar con la ropa y “venirme arriba” con un corsé y unos stilettos. Pero, en mi vida cotidiana, el cuerpo me pide ir cómoda”.
“Tengo un 35 de pie. ¿Se puede creer? No hay showroom en el mundo que pueda calzarme, con lo que, al final, los zapatos que uso para los eventos son míos”
Sus orígenes
¿Ser madre tiene que ver en eso también? Un poco, tal vez. Sobre todo, en cuestión zapatos. “Tengo muchísimos. Y, también, por culpa de mi trabajo. Tengo un 35 de pie. ¿Te lo puedes creer? No hay showroom en el mundo que pueda calzarme (risas), con lo que, al final, los zapatos para los eventos me los tengo que comprar. En mi vida diaria, es raro que me veas con un tacón”, nos dice la actriz, que, desde sus comienzos, siempre ha preferido apoyar a jóvenes diseñadores españoles e italianos que vestir de grandes ‘gurús’ de la moda internacional.
“La tendencia es pasajera. Prefiero invertir en piezas de calidad, atemporales y de mejor tejido y diseño. En ese sentido, soy una mujer bastante clásica”
Italianos y españoles porque son sus dos mitades. Una dualidad cultural en la que educa a sus niños, aunque sean ellos los que, al final, le están enseñando cosas nuevas. “Yo estoy en formación continua. Soy una madre en construcción. Y no sé si esa construcción termina en algún momento o si tendré siempre que estar enfrentándome a cosas nuevas toda la vida… Lo que sí que es cierto es que, hoy por hoy, soy consciente de cosas que antes no lo era”. Algo, por ejemplo, tan natural como la sexualidad o la identidad de género. “De repente, he descubierto que a mi hijo, que llegó a una casa en la que había una hermana y de la que ha heredado su cocinita y sus muñecas, lo único que le gusta es jugar con coches. Sin hacer nada diferente, tengo el cliché de la niña y el del niño”. Una paradoja sobre la que ha puesto foco, más si cabe, por la serie y la sexualidad hiperbólica del cine para adultos.
Porque en la producción que la ha devuelto a las pantallas no tiene un papel ni fácil ni blanco. Pero se enfrentó a él libre de prejuicios. “Como actriz, no has de juzgar nunca a los personajes que interpretas. Si lo hicieras, no podrías hacer ni de una nazi o de una asesina. Y, para mí, además, abordar la industria del cine para adultos en España me parecía algo muy interesante. Es algo que se había hecho ya en otros países, pero que, en España, nosotros somos pioneros”. De esta manera, apunta la actriz, Nacho Vidal sería el vehículo que la serie utiliza para “asomarse a las luces y sombras” de un sector que genera mucho dinero, del que no se habla y sobre el que sería necesario abrir un debate. “Especialmente, sobre el legado que, a nivel de exploración de la sexualidad, ha dejado esta industria”.
“Los rodajes, la promoción… me ofrecen la oportunidad de jugar con la ropa y “venirme arriba”. En mi vida cotidiana, el cuerpo me pide ir cómoda”
La maternidad
Para Miriam, en nuestra sociedad “hay una ausencia total de educación sexual. Y la educación sexual debería empezar en casa”. Y recuerda cómo, cuando era teenager, ciertos comportamientos tóxicos se normalizaban. “Crecí en una generación en la que, cuando un chico era celoso, significaba que le gustabas mucho. Romantizar ese maltrato, generaba, como consecuencia lógica, que lo erotizaras”. Si a eso le sumas las idea de “la mujer florero”, del sexo violento…, el resultado no es muy alentador. “Supongo que, como soy madre de niños pequeños, lo flipo más, pero los muñecos de ahora están cada vez más sexualizados. Yo jugaba con barbies.
La Barbie era una muñeca con un físico muy poco normativo, que lo normal no es ser Gisele Bündchen (risas). Pero las barbies tenían profesiones: Barbie veterinaria, Barbie astronauta… Era una muñeca empoderada. Las de mi hija, Renata, en cambio, ¡ni siquiera tienen profesión!”. Lorenzo, sin embargo, es “muy… chico”. “Que si quiere ponerse un kiki como su hermana, el kiki se pone. Ni Xabier (Ortega, su marido) ni yo los definimos. Que se expresen como quieran”.
“Antes, entre trabajo y trabajo, vivía con mucha angustia y ansiedad. La maternidad me ha permitido vivir esos tiempos como un privilegio, algo que me permite disfrutar de mis hijos y mis inquietudes”
¿Y le ha cambiado mucho a Miriam Giovanelli la maternidad ? “He cambiado. En términos profesionales, no lo siento tanto. Pero, evidentemente, las logísticas han cambiado un poco mucho. Lo que me he dado cuenta es de cómo afronto los tiempos de espera. Antes los vivía con mucha angustia y ansiedad. La maternidad me ha permitido ahora vivir esos tiempos como un privilegio absoluto que me da mi profesión y que me permite disfrutar de mis hijos y de mis inquietudes”. Y una actriz, ¿cómo compatibiliza ser madre de dos niños y los endiablados horarios de rodaje? “Se compatibiliza como lo haría cualquier otra mujer. O sea, dándote cuenta de que el mundo no está adaptado a la maternidad. Y eso, de verdad que es alucinante”.