Una escena mítica del cine encapsula la esencia del joie de vivre que más apetece practicar este otoño (y si no, al menos acercarse a sentirlo). La moda nos invita a elevar nuestro movimiento y, con él, a dejar que la ropa te acompañe al ritmo de un baile silencioso provocado por el caminar rítmico y vital de todos los días. Marilyn Monroe, en La tentación vive arriba, se convirtió en hito, pero no solo gracias a la interpretación de la actriz. Su vestido marfil también tuvo algo que ver en esto. Hoy, los creadores de moda se ponen de acuerdo en idear vestidos y looks que suman femineidad como consecuencia de su son hipnótico. Todo será mejor con un poco de movimiento esta temporada otoño-invierno 22/23.
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Un tejido paradójico
William Travilla fue el creador del vestido más sexy de la historia del cine, aquel que se elevaba con el aire de la rejilla del metro de Nueva York, y no cejó en su empeño hasta que dio con el tejido que permitiera tal movimiento. Buscaba un material paradójico, entre ligero y pesado, que se elevara con la brisa y se meciera con su caminar y lo encontró en el crepé de rayón. Hoy, Norma Jean (el verdadero nombre de Marilyn) vuelve a estar en la memoria gracias a una nueva película, Blonde, y a los recién celebrados sesenta años de su muerte.
Vuelo con peso
Bottega Veneta tiene nuevo capitán al mando. Matthieu Blazy tenía clara la intención de su colección: “La idea es recuperar la silueta que expresara realmente el movimiento y el viaje”. Y si el cuero es el tejido preferido de las almas trotamundos, Blazy realiza con él un trabajo de técnica maestro, moldeándolo hasta conseguir el golpe de efecto deseado. Así, las faldas se cortan para tener vuelo y se llenan de flecos interiores, largos y con cuerpo, añadiendo volumen para bailar a cada paso.
Gasa, seda y crepé
Son los tejidos de la danza por excelencia. Pero lo que nos propone la temporada es que bailemos sin bailar y que sea la ropa la que esté en perpetuo movimiento en nuestro día a día. ¿No sería todo, aparentemente, más amable así? De ahí que los vestidos de gasa y tul, en capas asimétricas con toques transparentes, como hace Ungaro en su propuesta de invierno, encajen bien durante el día con un abrigo oscuro y por la noche con unos zapatos ad hoc. Los diseños no son rimbombantes, no es ese el objetivo: o recurren a tejidos propios del invierno, dejando que sea la silueta la que obre la magia, o, como en el caso de Ungaro, los tejidos delicados y volátiles se suavizan a través de patrones sencillos. No se busca la espectacularidad, sino conquistar con un movimiento sutil, lleno de matices, pero también discreto.
La estela que deja
Halpern seduce con pinceladas de satén y escotes de flecos. Leanne Marshall hace lo propio con diseños dignos del old Hollywood, cinturas altas, escotes pronunciados y vuelos que bailan el Danubio azul sin necesidad de que suenen los violines. La conclusión aquí es clara: no importa si bajas las escaleras del metro o caminas en dirección a la reunión más importante de la semana, lo esencial es el estilo y la actitud que desprenden tus pasos y, para esto, la moda solo piensa en acompañarte, pero desde la generosidad, sirviendo de instrumento. Si la ropa se mueve hacia adelante, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?