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Aunque nació y pasó parte de su infancia en EE.UU., Annabelle Belmondo lleva el inconfundible chic francés en el ADN. Ya su abuelo, el admirado actor Jean-Paul Belmondo era reconocido no solo por su talento, sino por un marcado estilo de gentleman con un punto canalla. Y Annabelle ha hecho lo propio creando una forma muy particular de expresarse a través de la moda. Nadie como ella para encarnar la naturalidad y el glamour fácil de las parisinas y su estudiado desenfado. Antes de comenzar en la actuación, ya había triunfado en las pasarelas y eso le dio un interesante rodaje de cara a construir su estilo. ¿Cuáles son las claves de su armario? Pues, aunque podríamos pensar que sofisticados vestidos de noche, nada más lejos de la realidad. Su vestidor está repleto de jeans desgastados, jerséis de cashmere, camisas blancas, tops de algodón, vestidos vintage de aire romántico, sneakers , mocasines y algún taconazo made in Chanel o Fendi. Y tampoco le hace falta más, ya que Annabelle es la clase de mujer que realza lo que se pone. Unos vaqueros, un cárdigan con cuello bebé y una bandolera cruzada y... voilà!, magia en su street style. Como ella misma explica en sus RR. SS., sus looks son una mezcla de California y París, puro eclecticismo con tendencia al sport y la comodidad.
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Adora los diseños de cortes rectos, minimalistas, con cierta tendencia al oversize, sobre todo en sus queridos jerséis de punto y en las camisas de sastrería. También tiene su lado más romántico y femenino al que da salida con vestidos de aire folk de delicados estampados. ¿Sus favoritos? Los largos, con cuello bebé, detalles de encaje o pasamanerías y en tonos claros con suave print. Y es que la nieta del inolvidable Jean-Paul Belmondo es más de colores lisos que de llamativos estampados. Es fácil verla vestir en tonos crudos, marrones, verdes y, en ocasiones especiales, en negro o rojo. Con toda la femineidad que derrocha, hay algo en Annabelle de aire dandy, quizás ese punto rebelde que nos sedujo de su abuelo y que ella ha adaptado a su estilo. Qué daríamos por saber qué se decían en esas visitas que se hacían como vecinos del mismo edificio parisino.
