En 1956, durante la fiesta de su compromiso con el príncipe Raniero de Mónaco, en el Waldorf Astoria, de Nueva York, Grace Kelly deslumbró al mundo con un voluminoso vestido blanco, decorado con lirios, diseñado por Christian Dior. Desde ese primer acto como futura princesa de Mónaco a su último Baile de la Rosa, unas semanas antes de su muerte, en 1982, la actriz siempre lució las creaciones de la exclusiva maison. Ahora, más de sesenta años después de que su abuela se decantara por Dior, es su nieto Pierre Casiraghi quien recoge su testigo.
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El empresario, de treinta y cuatro años, ha escrito un nuevo capítulo en la prolífica relación entre la firma y los Grimaldi al convertirse en embajador de la línea masculina de Dior por ser un “icono de elegancia” que encarna “la nueva faceta de sastrería reinventada constantemente por Kim Jones (director creativo de Dior Homme), sinónimo de su modernidad atemporal”, según la compañía.
Pierre Casiraghi sigue los pasos de su mujer, además de los de su abuela. El pasado febrero, Beatrice Borromeo fue nombrada embajadora de las colecciones femeninas de la firma. Desde entonces, ha asistido a sus actos más importantes luciendo las creaciones de la maison. La elección de Dior corona a este matrimonio como uno de los más elegantes de la realeza: guapos, brillantes… y ahora también, modelos de excepción.