De nuevo, moda y arte se dan la mano. Al igual que hace dos años, cuando el Museo del Prado nos abrió sus puertas con motivo de su bicentenario y de nuestro setenta y cinco aniversario, ¡HOLA! ha vuelto a hacer su sueño realidad. La famosa pinacoteca, sin duda, una de las más importantes y prestigiosas del mundo, nos permite acceder a sus salas, donde siglos de historia del arte y la cultura nos contemplan. Las imágenes de este reportaje excepcional tienen como fondo algunos de los cuadros más importantes de los principales pintores del Renacimiento y el Barroco. Forman parte de la exposición Pasiones mitológicas. Tiziano, Veronese, Allori, Rubens, Ribera, Poussin, Van Dyck, Velázquez, que se puede ver hasta el 4 de julio. En ella nos introduce Alejandro Vergara, uno de los comisarios de la exposición.
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Mitos y pinturas en el Prado
El tema central de la exposición es el deseo y el amor tal y como estos conceptos se entendían en la mitología griega y romana. Todos los grandes textos de la Antigüedad, desde la Ilíada y la Odisea y las obras de Hesíodo hasta las Metamorfosis de Ovidio o la Eneida de Virgilio, se centran en estos asuntos, que dominan las vidas de los dioses y los humanos y que suscitan una desordenada combinación de gozo y dolor. El prestigio de la literatura antigua pervivió durante siglos y cobró fuerzas renovadas en el Renacimiento. Los libros más famosos de la Antigüedad se imprimieron y tradujeron en toda Europa. Los mecenas más poderosos y adinerados de Italia y, más tarde, de otros lugares del continente pidieron a los artistas más destacados que recreasen para ellos los antiguos mitos.
En la exposición Pasiones mitológicas. Tiziano, Veronese, Allori, Rubens, Ribera, Poussin, Van Dyck, Velázquez, que ha organizado el Museo del Prado y que este reportaje celebra, se muestran pinturas mitológicas de algunos de los principales pintores del Renacimiento y el Barroco, como Tiziano, Veronese, Allori, Rubens, Poussin, Ribera, Van Dyck o Velázquez. Las obras presentes en la muestra del Prado representan el culmen de una forma de entender el arte de la pintura y, por ello, han sido objeto de veneración durante siglos.
La exposición reúne 29 obras, 17 del Museo del Prado y 12 procedentes de otras instituciones. La muestra se divide en cuatro espacios. Las obras del primero de ellos llaman la atención sobre la importancia del tema del amor en la mitología antigua y también en la pintura del Renacimiento. Se muestran aquí desnudos femeninos tumbados, un tipo de escena que refleja el interés por el arte y la literatura de la Antigüedad que existió en la época y que permitía a sus propietarios hacer alarde de cultura clásica y, también, recrearse en su contenido erótico. Destaca en esta sala un cuadro de Venus y Cupido diseñado por Miguel Ángel (¡nada menos!), cuyo dibujo en tamaño original transformó en cuadro Hendrick van den Broeck. En la escena vemos a Venus y Cupido. La diosa encarna el amor divino y Cupido, el amor terrenal y sensual. Los dos luchan por el control de las flechas que provocan el deseo. Al ver este cuadro, comprendemos una idea central en la concepción del amor que tenían los antiguos: podía ser fuente de gozo, pero también de un gran dolor y desorden.
El segundo ámbito de la exposición se centra en la influencia de Tiziano sobre Rubens. Vemos aquí dos de las grandes obras del primero, Ofrenda a Venus y La bacanal de los andrios, que formaban parte de un conjunto de obras realizadas para una sala del palacio de Alfonso d’Este, en Ferrara, conocida como el Camerino d’Alabastro, uno de los conjuntos pictóricos más notables de la Italia renacentista. Los tres cuadros de Rubens que hay en este espacio los realizó el pintor flamenco para sí mismo, a juzgar por el hecho de que, a su muerte, permanecían en su colección. El arte de Tiziano y el de Rubens tienen en común una idea de la mitología centrada en el amor y el deseo entendidos como fuerzas generadoras de vida y comparten, también, la naturalidad con la que interpretan los mitos, haciendo que los sintamos próximos.
En el tercer espacio se muestran juntas, por primera vez en España, desde finales del siglo XVI, seis pinturas mitológicas que Tiziano pintó para el Rey Felipe II, entre 1552 y 1563, a las que el propio pintor llamó “poesías”. Reunir estas obras en esta exposición es un auténtico acontecimiento. Este conjunto se muestra en esta sala junto a obras de Veronese, Rubens y Velázquez, que demuestran su enorme influencia. De las obras de este espacio quisiera destacar dos. En su cuadro Diana y Calisto, Tiziano muestra el cruel castigo al que la terrible diosa Diana somete a Calisto, una de sus seguidoras, las ninfas, por hallarla embarazada. Cuesta comprender su pecado, ya que ha sido víctima de una violación por parte de Júpiter, el más poderoso de los dioses. Ovidio y otros autores antiguos que relataron este mito ya buscaron una explicación a esta injusticia. El cuadro de Tiziano es magistral: la dureza del gesto de la diosa y su devastador efecto en el ánimo de la joven nos hieren hasta la médula —herir nuestro ánimo, hacernos sufrir, era la intención del artista—. Justo enfrente de este cuadro, en la misma sala, hay uno de Rubens del mismo tema (que pertenece al Prado). En él, la diosa Diana tiene un ánimo muy diferente. Su gesto compasivo expresa empatía hacia la joven. No puedo evitar pensar al ver esta escena que Rubens era una persona de corazón más amable que Tiziano.
Además de Rubens y Velázquez, otros pintores del siglo XVII, como Poussin, Ribera o Van Dyck, sintieron la influencia de Tiziano y, al mismo tiempo, interpretaron con voz propia los mitos clásicos de acuerdo con una de las señas de identidad de esa tradición: su adaptabilidad y constante renovación. El último espacio de la exposición está dedicado a sus obras. Mientras que Rubens se mantuvo cercano a Tiziano y al espíritu de la literatura antigua, Velázquez y Ribera lo trasladaron a un lenguaje realista, Poussin lo entendió con espíritu anticuario y Van Dyck, con característica elegancia y sentido del espectáculo. Todos compartían el objetivo de enfrentar a los espectadores con imágenes apasionadas relacionadas con el amor y el deseo. La imaginación de estos pintores, plasmada en sus cuadros, ha dado lugar a un paisaje mitológico de extraordinaria belleza.