Son jóvenes, sobradamente preparados, emprendedores y con muchas ganas de comerse el mundo. No en vano, Iria, Iago y Nacho Campo Fernández son los hijos de una de las parejas más admiradas y respetadas del mundo de la comunicación: los periodistas Manuel Campo Vidal y María Rey (cuyo primer apellido es Fernández). Los tres han posado juntos y, tras la divertida jornada, Iago, que, al contrario que sus hermanos, es la primera vez que protagoniza una sesión de fotos, admite: “Me lo he pasado mejor de lo que esperaba. La verdad es que nunca me había imaginado en una situación así, pero ha terminado siendo como una tarde de amigos”.
Iago, de diecinueve años, como su hermano mayor, Pau (Manuel tiene otros dos hijos, fruto de su primer matrimonio) estudia ADE, con un máster simultáneo en Data Science, en Cunef, carrera que también quiere iniciar Nacho, de dieciocho años, que actualmente cursa segundo de Bachillerato. La mayor de los tres, Iria, de veintiún años, está en el último curso de Filosofía, Política y Economía, en la Universidad de Utrecht, y proyecta crear una página de contenido creativo relacionada con la industria de la moda responsable.
—¿Con dos periodistas en casa ya es bastante?
—Técnicamente, hay tres —responde Iria—. Nuestra hermana mayor, Claudia, también es licenciada en Periodismo, y sí, con tres ya es suficiente, pero no bastante. Creo que, al final, de nuestra casa pueden salir incluso más de tres periodistas. Yo me lo he planteado, porque, de alguna manera, te formas en comunicación hablando con ellos, pero también te explican lo difícil que es hacerse un hueco ahora mismo. Yo disfruto más creando contenido que retransmitiendo lo que pasa.
—A mí me gusta la gestión de empresas, lo tengo claro desde pequeño —asegura Iago—. Estando en Bachillerato, creé una empresa con un amigo, Microscuantis. Compramos microcoches, los que se conducen sin carnet desde los quince años, y los arreglamos, tuneamos y revendemos. Mi padre siempre me ha animado a emprender, empezamos con préstamos familiares y vamos creciendo.
—Cuando era más pequeño —sostiene Nacho—, sí pensaba que me dedicaría al periodismo deportivo, pero con el tiempo me atrajo más la dirección de empresas, aunque no descarto que algún día trabaje como periodista.
—En vuestras comidas/sobremesas, ¿soléis hablar de política?
—¡Incluso demasiado! —dice Iria, muerta de risa.
—Sí, cada vez más, sobre todo, al ir creciendo, tenemos más opinión e interés por la política —afirma Nacho.
—Es inevitable hablar de la actualidad —continúa Iria— y sería una pena desaprovechar la oportunidad, porque mi madre llega cada día comentando algo que ha salido en su programa y ahí empieza el debate. Mis hermanos y yo siempre terminamos enredados en la discusión. Es normal, los dos son periodistas políticos y nos han transmitido el interés.
—Las comidas familiares son el informativo de las tres —añade Iago—, todos los días aprovechamos para preguntar cosas que leemos o escuchamos y ellos nos sacan de dudas.
“Lo que más admiro de mis padres es que hayan llegado lejos viniendo de familias sencillas”, afirma Nacho, que a sus dieciocho años ya ha actuado como DJ en el festival Starlite de Marbella
—¿Qué es lo que más admiráis de ellos?
—Una de las cosas que más admiro de ellos es el esfuerzo que hacen por ser neutrales en su trabajo, de respetar todas las opiniones. Nos han regalado un curso de comunicación para toda la vida, eso tiene un valor incalculable —admite Iago.
—De ambos admiro su inteligencia analítica —añade Iria—. Además, envidio la capacidad de mi padre para disfrutar al cien por cien de su trabajo, ¡no necesita descansar! Siempre dice que para ser feliz solo necesita familia y trabajo y es así. De mi madre, su tolerancia y bondad, siempre está dispuesta a ayudar a todo el mundo.
—En mi caso —contesta Nacho—, que hayan llegado lejos teniendo en cuenta que vienen de familias sencillas. De mi padre, destacaría la sensatez y de mi madre, su esfuerzo por ser objetiva y tener en cuenta todos los puntos de vista, todas las ideologías.
—Nacho, ¿cuáles son tus aficiones?
—Sobre todo, la música. Durante el confinamiento, empecé a dedicarle más horas a la mesa de mezclas y terminó siendo algo más que una afición. Me invitaron a participar en Starlite, la Covid obligó a cancelar las sesiones nocturnas, pero acabamos de cerrar las de este verano. Tengo muchas ganas de estar este año en Marbella, en un festival como ese y con tanta gente alrededor de la que aprender.
—¿Y las tuyas, Iria?
—Dedico buena parte del tiempo libre a buscar y observar cosas inspiradoras, leer sobre moda y disfrutarla. En esta pandemia he descubierto que la interpretación, el arte dramático, es una forma de escapar de la rutina. No descarto prepararme para ese mundo en el futuro, pero ahora estoy centrada en mi carrera.
—Iago, está claro que la tuya son los coches, ¿no?
—Sí, me encantan los coches. De pequeño pasaba horas jugando con ellos y mi madre dice que sigo igual, tienen que aparcar ellos en la calle porque les lleno el parking de microcoches. Los compro para reparar y vender, me paso horas con la cabeza bajo el capó.
“Me encantan los coches. De pequeño pasaba horas jugando con ellos y mi madre dice que sigo igual”, confiesa Iago, que estudia ADE y en Bachillerato fundó junto a un amigo su propia empresa de compraventa de microcoches
—¿Cuál de los tres es el más deportista?
Los dos chicos ríen y miran a Iria, que responde:
—Esta pandemia te hace replantearte muchas cosas, la salud es desde luego la primera. He empezado a ir al gimnasio, a hacer yoga a diario, bailar más a menudo. Incluso bailo con mis primos que viven fuera a través de Skype. Correr es mi próximo reto.
—Yo sigo enganchado al fútbol, es una forma de mantener esos amigos de siempre, ¡pero cada vez tengo menos tiempo! —confiesa Iago, mientras que Nacho reconoce que ahora hace mucho menos deporte que antes:
—Porque tengo otras ocupaciones, pero sigo yendo al gimnasio y jugando al fútbol con amigos.
—Iria, ¿qué es lo que más te gusta de la moda? ¿Te gusta seguir las tendencias?
—Lo que más me gusta de la industria de la moda es que engloba todas las formas de arte: el diseño de la ropa y la arquitectura de una chaqueta, la escultura representada por la modelo, la fotografía que enmarca un editorial, el dibujo y el uso del maquillaje. Es arte llevado a las calles y es también comunicación. Para mí es una fuente de inspiración, una expresión de cultura y de relaciones humanas. Me gusta jugar con el color, y adaptar mi vestuario a las diferentes ciudades, he vivido en varias de diferentes países. También es una herramienta para romper normas. Es inevitable seguir tendencias, pero no me gusta ser una fashion victim. Valoro más el estilo personal, saber elegir, vestirse sin depender de lo que se lleva en cada momento.
“En esta pandemia he descubierto que la interpretación, el arte dramático, es una forma de escapar de la rutina”, asegura Iria, que también está muy interesada en la moda responsable
—¿Qué nos puedes contar de tu proyecto sobre moda responsable?
—Mi proyecto quiere reunir tendencias, industria de moda y responsabilidad social y medioambiental. Trabajo para construir una plataforma que comparta la importancia de cuidar el medio ambiente y los derechos humanos a través de la industria de la moda. No busco regañar a quien consume fast fashion, solo compartir lo positivo de una moda responsable para ayudar a que nos concienciemos y llevemos ese compromiso a nuestro armario.
—Iago, ¿cuál es el consejo de tus padres que más valoras?
—Siempre nos han dicho que tenemos que ser conscientes de la suerte que tenemos, que aprovechemos las oportunidades, porque no todos las tienen. Somos conscientes de que son el resultado de su esfuerzo.