El desfile de Moisés Nieto
Luces y sombras de la estética 'clubber'
Salir de las paredes negras de IFEMA y elegir como emplazamiento el Club Matador de Madrid, ya debería dejar entrever que a lo que uno asiste no es a un desfile al uso. Por eso, que la presentación de la colección otoño-invierno 2018-19 de Moisés Nieto en el marco de Fashion Week Madrid se haya convertido en una auténtica performance no debería extrañar demasiado.
El diseñador ha viajado a los ochenta, una década mágica llena de excesos, medias de rejilla y maquillaje a todo color. Y ha hubicado su propuesta en la sala AREA, en el 157 de Hudson Street, en pleno Manhattan. Un espacio en el que arte e innovación eran posibles y en el que cabía absolutamente todo. Cuentan que era frecuente ver por allí a Madonna, que en aquella pista bailó Marc Jacobs antes de ser conocido y que Diana Vreeland hizo cola para conseguir sentir la simplicidad de aquel espacio.
Un mito que sirve de punto de partida al diseñador y que lo ha llevado a crear una colección variada en la que los vestidos llenos de destellos y brillos -los que provocan el lamé y las lentejuelas bajo los focos de una sala de baile- conviven con tejidos más convencionales, entre los que el punto y el algodón encuentran su espacio. Las camisetas, los abrigos y los jerséis se vuelven en piezas fundamentales de su colección, pero lo hacen con toques diferentes, salpicados con plumas, llenos de flecos o adornados con cinturones de pelo. También hay hueco para prendas vintage que buscan una segunda oportunidad, aunque uno de los grandes protagonistas ha sido el denim que se deconstruye y se llena de apliques. Una apuesta urbana con un toque clubber que sigue reivindicando una de las máximas del diseñador: la moda debe estar en la calle.