Por regla general, los gatos rehúsan tener cualquier contacto con el agua. Aunque esta no represente ningún peligro para para su salud, este líquido les produce aversión y su rechazo les es tan habitual que ni se plantean darse un baño o usarla siquiera para jugar. No es extraño, por tanto, que no sientan demasiado interés en beber de su cuenco, por lo que solo lo harán empujados por una sed incontestable.