Tener mascota mejora nuestra empatía, porque tenemos un ser que depende de nosotros, que nos hace compañía, y con el que podemos descargar nuestro estrés, jugando con él o acariciándole. Con una mascota siempre se establece una relación, porque se generan vínculos en los que ambos sois conscientes de la presencia del otro, y se producen conversaciones que, más bien, son monólogos en los que tú puedes hablar sin ser juzgada y donde, en ocasiones, puedes acabar descubriendo qué opinas realmente acerca de temas que te preocupan. Un animal nunca te juzgará, entre otras cosas porque no entiende una palabra de lo que dices.