El microchip que se le inserta a nuestras mascotas, bien sean perros o gatos, debe introducirse bajo la piel en la zona del cuello o en la cruz. Se trata de un chip de apenas 11 mm, que contiene solo un dato: un número de identificación. De esta manera, cuando los veterinarios o autoridades leen el código, pueden acceder a una base de datos para contrastar cuál es el nombre de la mascota, de su dueño, dirección y contacto.