Los gatos son mucho menos dóciles que los perros en cuestión de higiene, llevan muy mal el contacto con el agua, y si a eso le unimos que su instinto natural es no permitir que lo cojan, realizar las labores cotidianas de aseo pueden convertirse en un quebradero de cabeza. Si quieres bañarlo, asearle o administrarle alguna medicina, y si el gato no está adiestrado convenientemente, es muy probable que gruña, trate de escapar por todos los medios y que incluso pueda llegar a arañarte.