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Síntomas de que tu gato tiene fiebre

Los gatos también pueden desarrollar fiebre, como respuesta generalmente a un estado de infección


Actualizado 28 de noviembre de 2022 - 11:55 CET

A veces a los animales solo les falta hablar para hacerse entender, pero por lo demás son como un libro abierto por su comportamiento y sus gestos. Cuando tu mascota está enferma probablemente percibirás que algo le ocurre porque le notarás más apático y tal vez sin apetito. ¿Y cuándo tiene fiebre? Los gatos, al igual que los perros y los seres humanos, también pueden tener fiebre, y existen motivos, síntomas y formas de reconocerlo.

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Lo primero que debemos tener en cuenta es que cuando un animal tiene fiebre, esto no es en sí mismo un problema, sino el reflejo de una infección. El sistema inmunitario reacciona como respuesta para luchar contra los agentes externos, subiendo la temperatura del organismo. Sin embargo, la fiebre tiene efectos secundarios que nos pueden dejar fuera de juego, a nosotros cuando la padecemos y a los gatos también. Si percibes que tu mascota podría estar pareciendo este proceso debes acudir al veterinario para que determine los motivos de la fiebre.

¿Cómo tomarle la temperatura?

A diferencia de los humanos, que podemos optar por varios puntos de nuestra anatomía para colocar el termómetro, los gatos solo nos darán a elegir uno, el ano, por lo que ya puedes imaginar que no será tarea fácil. Puedes utilizar un termómetro normal, o uno específico de animales que es más rápido. Te recomendamos efusivamente esta última opción porque de lo contrario va a ser un proceso muy complicado, el gato se resistirá y será muy difícil determinar si has colocado bien el termómetro. Para ello debes introducirlo por el ano y girarlo, haciendo ‘palanca’ de forma que la punta del termómetro toque la pared anal del animal, en cuestión de muy pocos segundos sabrás la temperatura si el termómetro que utilizas es especial para animales.

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¿Cuántos grados se consideran fiebre en un gato?

En seres humanos la temperatura en la que empezamos a tener en cuenta la fiebre son 37,5ºC, sin embargo los gatos tienen una temperatura corporal algo por encima de la nuestra, en ellos lo normal es estar entre 38ºC y los 39ºC. Todo lo que esté por encima de estos grados se podrá considerar fiebre. Sin embargo debes tener en cuenta que si estás poniéndole el termómetro a un gato bebé esta variable será algo superior, pues de la misma forma que los bebés humanos pueden tener la temperatura más alta sin que por eso estén padeciendo fiebre, los mininos también respetan esa condición y un gato bebé no tiene fiebre a menos que supere los 39,5ºC de temperatura corporal.

Si tu gato ha recibido una vacuna recientemente o incluso si está tomando algún tipo de medicación, contra los parásitos por ejemplo, también puede ver un aumento de su temperatura corporal sin que sea un estado febril propiamente dicho. Tenlo en cuenta, sin embargo ante cualquier duda te recomendamos que acudas a un veterinario para que sea él quien determine si la fiebre es real y qué motivos puede haber tras este cambio de su temperatura.

Síntomas de fiebre en gatos

Existe una tendencia a pesar que podríamos saber si un gato tiene fiebre o no tan solo tocándole las orejas, si las tiene calientes esta teoría dice que probablemente esté en un estado febril. Esto no es muy exacto y realmente atiende más bien a una leyenda que a la realidad, un gato puede tener las orejas calientes por otros motivos. Sin embargo, sí hay algunos rasgos en el comportamiento del gato que varían cuando está pasando por un proceso febril.

Todo animal con trufa sufre de sequedad en esta al tener fiebre. Esto es muy común porque el calor que irradia el propio cuerpo hace que la nariz del animal se seque, este es realmente uno de los síntomas más visibles. Por otro lado, como ocurre en los humanos, el animal deja de tener apetito porque, entre otros motivos, los sabores y olores dejan de tener prioridad en la percepción de sus sentidos. Esto implica que el gato deja de atender a estímulos olfativos como antes, cuando como sabes, siempre es un rasgo de interés para ellos.

El gato se mostrará con apatía y con una carencia notable de su energía habitual. Esto genera en él, como buen depredador, un sentimiento contradictorio porque se sentirá vulnerable al no poder reaccionar como sabe que debe: con cautela, curiosidad y proactividad. Los gatos con fiebre pueden llegar a sentir emociones similares a la angustia, les verás emocionalmente dolidos por no poder seguir el ritmo habitual de inspección y sigilo, pues solo podrán permanecer tumbados y sus movimientos de pie serán muy torpes.

Pese a que su organismo necesita hidratarse para compensar el efecto de la subida de su temperatura, el gato no deseará tomar agua y deberemos ofrecérsela de forma más explícita. Este estado febril le sume en una encrucijada que le evita ser él mismo y mirar por su salud, incluso descuidará su propia higiene, que es uno de los estandartes del comportamiento felino más ligado a su salud. Notarás como el gato respira de forma acelerada sufriendo escalofríos y temblores. Si notas que tu mascota presenta algunos de estos síntomas no dudes en ir al veterinario.

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Consejos caseros para bajar la fiebre de un gato

La supervisión médica de un estado febril de nuestra mascota es fundamental, él podrá decidir medicar al gato, cómo y durante cuánto tiempo hacerlo. Sin embargo, existen algunos remedios caseros propios del sentido común que pueden hacer que la fiebre baje un poco sin contravenir las disposiciones del veterinario. Por ejemplo, que el gato permanezca lo más hidratado posible. Simplemente déjale cerca su cuenco con agua, y retira su comida seca a base de pienso y ofrécele sólo comida húmeda, que es la mejor forma de que se mantenga hidratado, tenga fiebre o no.

Como haríamos con un ser humano, podemos aplicar una compresa húmeda sobre él, principalmente en su frente pero también en el resto del cuerpo, esto ayudará a que su piel se hidrate y a que la temperatura global de su organismo tienda a descender. Por otro lado, haz que su cama esté en la zona lo más tranquila posible, donde más intimidad pueda disponer, sin ruidos ni la interacción de otras personas o animales.

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