No es un lobo, es mi descendiente
El término ‘perrhijo’ se acuñó en México hace ahora 10 años, surgió en redes sociales ante la tendencia cada vez más clara de que muchos cuidamos a nuestros perros, no solo como un integrante más de la familia de pleno derecho, sino que se le reserva en la casa una posición y privilegios que hasta ahora se identificaban más con los hijos que con un animal de compañía, por muy buena e intensa que fuera la relación con él. No hay que olvidar que, realmente, los perros tienen a su ascendente más directo en el lobo y que son animales depredadores y carnívoros, que tienen su origen bajo unos instintos letales, y sin embargo la ‘domesticación’ y la empatía con ellos ha llegado tan lejos que, incluso, empiezan a sustituir el vacío que en ocasiones dejan los hijos, por no tenerlos o porque ya son mayores. El concepto ‘perrhijo’ prosperó y las redes sociales se hicieron eco del término hasta el punto de que la página oficial de Facebook de este vocablo ya tiene más de 250.000 seguidores.
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La redes sociales son un buen termómetro para medir tu orgullo
Si tienes padres primerizos a tu alrededor, o no tan primerizos, verás que cada poco tiempo suben a redes una foto de ellos con sus hijos. Este afán ‘exhibicionista’ responde a una cuestión muy humana: sienten orgullo, ilusión y alegría por ver y compartir cómo crece y se desarrolla su vástago, y las redes sociales son el ámbito perfecto para compartir estos avances. Pese a ello, ni está del todo bien visto ni es del todo adecuado que los padres saturen las redes con fotos de menores, por su derecho a la imagen y a la intimidad. Sin embargo, si haces recuento no te costará recordar qué amigos de tu círculo cercano hacen lo mismo con su perro. Especialmente si éste es de tamaño pequeño, como un chihuahua o un bichón maltés. Si colmas tu cuenta de instagram con fotos tuyas y de tu perro, o específicamente de él, es que tienes un perrhijo, porque representa aquello que hay en tu vida y que simboliza el máximo orgullo, ilusión y alegría. Igual que los hijos.
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No tienen espacios prohibidos
Se habla mucho en educación canina sobre que una vez que le permitimos a nuestra mascota acceder a ciertos privilegios es muy complejo volver atrás, como permitirles dormir en nuestra cama, subir al sofá o comer alimentos de la mesa mientras que nosotros comemos. Cualquier adiestrador canino te diría que son territorios vedados, que no debes permitirlo porque tarde o temprano te arrepentirás y revertir estos privilegios al can puede resultar estresante para él. Este comportamiento (humano) también denota que concedemos a nuestro perro un estatus casi-humano, de pleno derecho. Y no solo eso, sino que nosotros disfrutamos de su compañía hasta tal punto que estamos dispuestos a pagar el precio que supone no poder dormir con intimidad, porque el perro sube a la cama aun cuando le supliquemos que esta noche permanezca en su camita. Nos gusta abrazar a nuestro perro, sentir que esta relación va mucho más allá de una mascota, y casi todas las cesiones que hacemos son, precisamente, porque no entenderíamos privarle de convivir al mismo nivel que nosotros.
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Si vas de compras, él sale ganando
Puede que mantengas tu nivel de gasto a raya cuando son cosas para ti. Si sales de compras es probable que mires más que compres, pero que a la hora de la verdad seas consecuente con que hay ciertos gastos a evitar. Sin embargo, si tienes un 'perrhijo' en casa no podrás evitar salir de la tienda de productos para animales con dos bolsas bien colmadas. Puede que acudas simplemente para coger pienso y bolsitas para deposiciones, y acabes comprando un par de juguetes, una correa nueva, un abriguito para el otoño, unas chuches bio y… sí, también una cama nueva para dejar en la casa de tu madre y así que tu perro pueda dormir mejor cuando le visitais. Si cada vez que vas de compras es tu perro el mayor agasajado, es que tienes un 'perrhijo'.
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Organizas tus planes alrededor de él
No es poco común que los padres con niños (humanos) pequeños supediten cualquier actividad lúdica a la compatibilidad que pueda tener con llevar a sus hijos. Es muy razonable, si hay vidas a nuestro cargo tendremos siempre en cuenta su situación antes de planificar salidas de puro placer sin consideración con ellos. Sin embargo, en el caso de los perros esto no solo se equipara, sino que en ocasiones va más allá. ‘No sin mi perro’ es el mantra que en muchas ocasiones surge para los que tienen un 'perrhijo', porque si salen a tomar un café con amigos buscan que sean pet-friendly, si viajan organizan todo para que el transporte y el destino permite llevar perros, y más de una noche priorizan quedarse haciendo un maratón de series en casa abrazados al perro antes que ir al otro lado de la ciudad a un plan incierto.
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Ir al veterinario es como ir al pediatra
No es nada raro que conozcas el calendario de vacunación de tu perro, de hecho tenerlo siempre en cuenta es muy necesario. Pero la cosa se vuelve un poco más intensa cuando acudes al veterinario como quien va al pediatra de un hijo, llevando la salud de tu perro a un estado por encima de lo esperable y, casi entablando con el veterinario una relación de complicidad que refuerza tu papel de progenitor. Casi faltaría preguntar ¿y si le ponemos brackets, o todavía es muy pronto? Porque sí, existen ortodoncias para canes.
Lo sabes todo de él
Si te preguntan la edad de tu perro y contestas solo con los años que tiene aun te falta una vuelta más para para convertirte en el tutor de un perrhijo, pues quienes mantienen con su can una relación paterno-filial no solo dicen los años sino el día y el mes en el que nació. ‘Es de septiembre, vamos, que es Virgo’, les faltaría decir. Lo sabes todo de él, también qué perro podría ser el amor de su vida. Tienes corazonadas sobre su comportamiento que te hacen pensar que no se siente a gusto con un perro del parque en concreto, y poco te falta para invitar a su cumpleaños a la pandilla habitual con la que juega en el paseo de las tardes.
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Si se lo cuentas todo, escuchar sus consejos
¿Quién te va a entender mejor que el ser que siempre tienes a tu lado? Tu perro te ha visto llorar por desamor y te ha acompañado a la boda de tu prima (si tienes un chihuahua lo metiste en el bolso, y fuiste divinamente). Tantas cosas vividas juntos no hacen sino certificar este vínculo, le hablas contínuamente sobre lo que piensas o sientes, y cuando llega un invitado nuevo, te fías extraordinariamente de su actitud y del feeling que le transmite. Su opinión no es determinante, pero cuenta, si un nuevo amigo no conecta con tu perrhijo, tal vez porque no tiene costumbre de de relacionarse con perros o porque los animales le dan miedo, es un dato que tendrás muy en cuenta, casi como si tu perro te soplara al oído: no es de fiar.
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¿Qué significa todo esto?
El amor no sobra en este planeta, entrégalo y recíbelo, si es sincero y ayuda a que todos seáis felices no hay nada que objetar. Sin embargo, siempre hay un pero… con la actitud de convertir a un perro en un 'perrhijo' lo que en el fondo estamos haciendo es ‘cosificar’ al animal. Puede que no sea un caso grave pero si trasladamos conductas a nuestra relación con el perro que generalmente se tienen con un hijo estamos desnaturalizando la educación del can, premitiéndole hacer cosas que no haría en situaciones comunes y puede que estemos esperando más de él de lo que nos puede dar, lo que en última instancia podría restar nuestra independencia o generar más problemas que beneficios. Coger en brazos a un perro, darle comida en la mesa o permitir que duerma en la cama son cuestiones que tú debes calibrar pero que probablemente a la larga puedan generar más estrés que comodidad al animal.
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