No todas las aves tienen el mismo comportamiento, los loros por ejemplo son muy inteligentes y eso, lejos de ponerlo más fácil, hace que sean más sensibles a las malas estrategias de educación, pues desconfían en mayor medida de los trucos que podamos intentar poner en práctica. De forma general, como ocurriría con un perro o un gato, a la hora de educar a una mascota debemos ser todo lo honestos que esté en nuestra mano, y nunca utilizar tácticas de refuerzo negativo, es decir: castigos, engaños u obligar a hacer las cosas por la fuerza. Cuando lo hacemos estamos pulsando su instinto de supervivencia y alertando a su mente con un mensaje: 'te estoy atrapando', y no hay nada que dé más pavor a un ave que el sentimiento de verse acorralada y empujada, es una cuestión de supervivencia que jamás saldrá bien para nosotros, por lo menos si lo que pretendíamos era educar y generar un hábito positivo en el animal.
Por qué los castigos no funcionan
Los castigos deben ser expulsados completamente de nuestra dinámica de educación. Cuando un pájaro hace algo que reprobamos y nuestra respuesta es un castigo, debemos saber que su cerebro y comprensión no es capaz de asociar ambos sucesos, no es consciente de que el castigo es consecuencia de su acto anterior, por lo que lo único que verá es que somos crueles con él y que le producimos incomodidad, y esto genera desconfianza, el peor valor para alcanzar un adiestramiento. Por ello alíate únicamente con refuerzos positivos, que la forma de canalizar tu negativa hacia una acción incorrecta del ave será la no existencia de ese refuerzo positivo, pero no uno negativo.
Tu voz es un indicador muy poderoso
Los pájaros son muy sensibles a nuestro tono de voz, de ahí que utilice el trino y el piar para comunicarse, cortejar y advertir. Son sensibles a los sonidos, y codifican las estridencias dirigidas a ellos como una amenaza. En el caso de los loros podemos verlo más fácilmente, cuando están enfadados notarás que vocalizan subiendo a un tono lo más alto posible, y tratan de que el sonido sea molesto. Es la forma que tienen de alertar ante una agresión inminente con un picotazo.
De la misma forma, si tú hablas al ave en esos términos, él sólo entenderá que vas a producir un ataque, es el único mensaje que le calará, lo que constituye un problema para vuestra comunicación. Además, otras prácticas como dejar la jaula a oscuras como castigo (tapándola con un trapo o llevándola a otra estancia sin luz) tampoco surten efecto, son molestas para él y, como ave, no logra comprender que hayas sido tú el responsable o que se trate de una consecuencia sobrevenida, simplemente padecen la situación, les genera incomodidad, les pone alerta, y no habrás conseguido tu objetivo de adiestrar.
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El vuelo en libertad: la tarea de educación más compleja
Las aves necesitan volar en libertad en una zona delimitada de la casa durante una o dos horas al día. Este es un proceso que puede generar en ti mucho estrés si nunca lo has hecho, no es fácil abrir la jaula y dejar que el ave pasee con libertad por la casa. Para conseguirlo primero debes asegurar extraordinariamente bien toda la estancia, revisando que no haya aberturas en las que el pájaro pueda atorarse, dañarse o salir al exterior. Deberás tener en cuenta las rendijas de ventilación, las ventanas, los huecos tras los libros de las estanterías, la posibilidad de que un perro o gato acceda a la habitación y un sinfín de variables que se harán más complejas en función de los objetos o recovecos que tenga el habitáculo donde abras la jaula.
El primer paso ya comienza con dificultad: abrir la jaula y observar que el pájaro no sale de ésta. No le fuerces, no hagas nada, simplemente espera a que él esté preparado. Bajo ningún concepto metas la mano en la jaula para cogerlo y luego posarlo en el exterior, salir debe ser una decisión que él tome, lo que implicará que luego desee volver y que el círculo se cierre convenientemente. ¿Por qué no sale? Por dos razones muy básicas: porque se siente seguro en su jaula, y porque cree que fuera puede haber depredadores. Pero tarde o temprano saldrá, y esa espera paciente es lo que tú debes hacer para generar un hábito de educación. Una vez que salga, verás que coge confianza y cada vez saldrá con mayor rapidez y normalidad.
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Sin embargo, el error más común en estos vuelos libres está en la difícil tarea de devolver al ave a su jaula, sin duda el paso más estresante para el dueño de un pájaro primerizo en permitir que vuele a su voluntad. El tiempo aproximado de vuelo debería de ser dos horas, sin embargo ¿qué hacer al llegar este momento? Empecemos por lo que no debemos hacer: perseguirlo, atraparlo con nuestras manos, cogerlo con una prenda de ropa o un paño de cocina o apagar completamente la luz para intentar generar desorientación en él y poder capturarle. Lo que estamos haciendo en esta situación es generar un escenario de caza, justo lo contrario de lo que pretendíamos abriendo su vuelo en libertad. Cuando generamos una situación de estrés como esta, en la que el pájaro solo comprende que le queremos acorralar, estamos escribiendo un capítulo en su mente repleto de desconfianza hacia nosotros y de necesidad de escape.
Aunque resulte muy incierto y difícil de concebir en un primer momento, el método más recomendable para que un pájaro regrese a su jaula consiste en esperar. Debe ser él mismo el que entre en ella, y entonces sólo tendrás que acercarte y cerrarla. Es desesperante las primeras veces, sobre todo porque no sabes cuándo entrará y empiezas a desesperarte pensando que ese momento no llegará nunca. Pero tarde o temprano regresará, pues debes tener en cuenta dos variables muy importantes: los vuelos libres no se realizan hasta que el ave está completamente familiarizada con su jaula, por tanto, para él es su hogar. Y más importante: ahí tiene su agua y alimento.
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