La razón fundamental por la que solemos desear tener mascotas cuando ya tenemos hijos es que éstos puedan desarrollar una mayor conciencia sobre el respeto animal, mayor responsabilidad sobre el cuidado de los otros, y divertirse habitualmente con un compañero de juegos. Sin embargo, lo primero que debemos tener en cuenta es que las mascotas nunca deben estar a cargo de los niños, sino de los adultos.
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El motivo de que los perros y gatos (en este orden) sean las mascotas más demandadas es que se integran muy fácilmente en las rutinas humanas, soportan bastante bien nuestras muestras de cariño (que son “excesivas” para el resto de animales, y no las comprenden), e incluso participan en cierta reciprocidad a la hora de jugar, descansar y respetar normas de convivencia. Pero los hurones no son ni perros ni gatos, sí pueden ser adiestrados y desarrollar un comportamiento que respete ciertos límites pero, pese a su aspecto de peluche, no son animales dóciles para convivir con un menor sin una supervisión directa de un adulto.
Es indispensable que un hurón que vaya a convivir con niños esté bien educado, o que pase alrededor de un año bajo el trabajo constante de adiestramiento de un adulto, para que su comportamiento sea el idóneo con el menor y con el resto de la casa. Esto será prácticamente imposible si el animal ha recibido malos tratos en un hogar anterior, porque en ese caso habrá desarrollado el instinto de supervivencia de forma que tratará de defenderse a la primera de cambio.
La edad mínima de un niño para relacionarse óptimamente con un hurón son los seis años, es la edad a la que el menor puede empezar a comprender y respetar los límites acerca de cómo tratar al animal, y no traspasará las líneas rojas para “probar” qué pasa. Un hurón que sienta que está siendo invadido su propio espacio o que se le dan excesivas muestras de cariño o no se respeta su descanso, podrá desarrollar cierta agresividad que se traduce en mordidas.
El mayor problema que plantean los hurones es su impulso mordedor. Ante casi cualquier situación cuando el hurón se siente en la necesidad de emitir una respuesta ésta será morder, lo utilizan para jugar, para percibir y para defenderse. Esto es así porque en parte les sirve para tantear el espacio y las relaciones: no ven bien y su olfato tampoco es muy bueno. Utilizan el tacto para todo, para identificar quién tienen delante, para interpretar las distancias y los espacios, y para mostrar desacuerdo o cariño, mordiendo.
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Comportamientos que ponen difícil la relación con niños
Los hurones son crepusculares, es decir, que mientras sea de día no tendrán ganas de jugar. Lo común en ellos es dormir plácidamente mientras haya luz, para ello necesitan internarse, en el mundo natural se quedan en sus agujeros protegidos del sol, pero los hurones domésticos buscan o bien rincones de la casa que sirven como “galerías”, como por ejemplo detrás o debajo del sofá, o dentro de un armario al que tengan acceso.
Lo ideal es que duerman en su jaula, pero con una manta encima que evite completamente el acceso de luz. No les gusta que interrumpan su sueño, lo necesitan para luego despertarse con vitalidad, por todo ello es complejo que un niño pueda comprender que no puede ni debe jugar con la mascota a ciertas horas, porque interrumpiría su sueño e incluso, el hurón se podría volver violento durante este conflicto y morder.
Por otro lado, cuando los hurones se levantan de su larga siesta, están muy activos, son pura dinamita. Se mueven con gran velocidad, y quieren divertirse cazando, pues ese es su instinto. Es un buen momento para que el niño pueda relacionarse con el animal. Pero el hurón querrá jugar a cazar al humano, al niño. Si está bien educado no habrá problema, se perseguirán por la casa y finalmente el hurón morderá de forma suave. Son animales capaces de discernir entre juego y caza real, como los perros. Sin embargo, si el niño lleva el juego más allá y se muestra agresivo, vengativo o no controla su fuerza (superior al hurón), éste sentirá la necesidad de morder.
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Un problema importante en la relación entre niños y hurones es que los menores pueden acabar desarrollando cierto miedo o trauma a las mordidas si experimentan episodios constantes y algo violentos por parte del hurón. Por ese motivo es indispensable que cuenten siempre con la supervisión de un adulto que pueda mantener claros los límites y el comportamiento de ambos.
Beneficios de convivir con un hurón
Si un menor desarrolla la suficiente empatía, comprensión y autocontrol para vivir y respetar al hurón, el regalo que estará obteniendo a cambio será muy valioso pues sentará las bases para una conciencia animal muy completa y profunda. Comprender que los hurones (y el resto de animales) no son juguetes, que sienten, que necesitan su espacio, su tiempo y que tienen necesidades únicas, son las reglas básicas para edificar el respeto posterior a los animales y hacia el resto de la sociedad.
Un niño que conviva con un hurón podrá desarrollar un especial nivel de responsabilidad, profundizar en su empatía y desarrollo emocional. Podrá establecer pautas propias de control de estrés, basadas en la relación con los animales, y se sentirá especialmente acompañado por éstos. Se ha demostrado que los niños que logran establecer una relación equilibrada con los animales también tienen una mejor auto-percepción de sí mismos, lo que equivale a una mejor autoestima y otros engranajes sociales como la colaboración, la fidelidad y el cuidado propio y hacia los demás.
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