Sabemos que los animales favorecen que los humanos logremos acceder a un nivel de emocionalidad y de inteligencia únicos, de ahí las terapias con perros y gatos y los estudios que revelan que no son pocos los beneficios cognitivos de convivir con mascotas. ¿Pero qué pasa con los perros y los gatos? ¿Ellos también ven mejorar su inteligencia gracias a la convivencia con seres humanos? La respuesta general es sí, pero habría que explicar en qué consiste pues los beneficios de vivir con personas no solo se dan en un gato o perro en concreto, sino que tienen que ver con su evolución como especie, cambios se ven a largo plazo.
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Lo primero que deberíamos hacer es plantearnos qué es la inteligencia y para qué se aplica. Puede que lo tengas claro si nos referimos a humanos, pues somos seres que claramente razonamos y utilizamos la cognición a un nivel superior en nuestro día a día: sopesamos constantemente qué es lo positivo y qué es lo negativo de cada una de nuestras decisiones, pensamos en el futuro inmediato y en el largo plazo, recordamos nuestros actos pasados, y tratamos de sacar conclusiones de forma constante, siempre estamos decidiendo, planificando y organizando nuestro pensamiento. Así que la primera conclusión es que los animales no pueden hacer todo eso de ninguna manera, porque no disponen de neocórtex, que es el área del cerebro humano que se ocupa de razonar y, por tanto, no son capaces de mantener un diálogo interno sobre las opciones que barajan ante cualquier conflicto o necesidad. Esto les imposibilita anatómicamente para ser inteligentes, por muchos trucos que les ayudemos a reproducir.
El neocortex y el sistema límbico, son los responsables de que los humanos utilicemos la memoria de forma consciente. Los humanos a veces pensamos en cosas que simplemente se nos pasan por la cabeza, pero la mayoría de las veces decidimos pensar en algo y “buceamos” en nuestros recuerdos e ideas, para intentar ordenarlas y llegar a conclusiones. Esto se realiza con el sistema límbico, que es el responsable también de las emociones complejas como el amor y la felicidad, porque aunque creamos percibirlas con el corazón, en el fondo son conceptos razonados que se apoyan en actos y hechos concretos del pasado, presente y futuro, para los que hay que aplicar la memoria, cierto razonamiento y proyección sobre sucesos que aún no han ocurrido (como plantear tener hijos, buscar una casa mejor o planificar un viaje). Lamentablemente este tipo de inteligencia está completamente vetada a los animales.
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¿Pero de verdad un perro o un gato necesita ser inteligente?
Todos y cada uno de los procesos necesarios para la supervivencia animal se gestiona por medio de sus aptitudes innatas, las que le vienen de serie con su instinto y que forman parte de lo que los humanos mantenemos como “cerebro reptiliano”. Así saben de forma instintiva cómo deben cazar, cómo comunicarse, escapar de depredadores, higienizarse… Esto, que puede parecer obvio es una maravilla en la que no solemos reparar: a los animales nadie les enseña a sobrevivir y a comportarse de una determinada manera, y sin embargo todos saben desempeñar milimétricamente sus funciones sin errar jamás. ¿Cuántas veces has visto a un gato o a un perro equivocarse en sus actos o decisiones? Seguro que la respuesta es: muy pocas y más si lo comparamos con humanos. Entonces ¿los animales necesitan más inteligencia?
A lo que llamamos inteligencia es una herramienta humana que nos sirve como especie para funcionar en nuestra propia sociedad, pues está construída en base a nuestras necesidades, aspiraciones, deseos y formas de entender el mundo, y todo eso se escapa completamente a la forma de operar de los animales. Es decir, la inteligencia es necesaria para las personas, pero los animales no la necesitan, por lo que difícilmente la evolución va a dotarlos automáticamente de esa nueva pieza, es decir: de neocórtex.
Podríamos incluso decir que la inteligencia humana y la de los animales son paralelas e incluso equivalentes, pero un animal parece poco inteligente si lo comparamos con un humano e, incluso, un humano puede parecer poco inteligente si lo comparamos con los animales, pues el marco en el que nosotros nos desarrollamos es mucho más vulnerable (un humano en soledad apenas podría sobrevivir desde la infancia) y casi todo lo que nos hace ser inteligentes y sobrevivir necesita ser enseñado por nuestro entorno, muy pocas aptitudes son procesos innatos.
Entonces ¿en qué consiste el famoso ranking de perros más inteligentes desarrollado por el Doctor Stanley Coren? La inteligencia de los animales, y en concreto de perros y gatos, se ha medido hasta ahora de forma empírica, con pruebas que medían su demostración de memoria, para recordar hábitos o comportamientos adiestrados por humanos y para completar pruebas, así como para comportarse de forma más predecible, satisfaciendo menos sus deseos a corto plazo y atendiendo más a las necesidades y forma de vida humana. Es decir, cuando técnicamente se define a una raza de perro o gato como inteligente se está teniendo en cuenta si su comportamiento es similar al de un humano: si resulta poco molesto y si es útil, pero no qué realmente disponga de un razonamiento propio o útil para su especie o sus propios objetivos.
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Los perros sí han desarrollado una mejora en la inteligencia gracias a los humanos
Sin embargo, diversos estudios sí han encontrado datos relevantes a la hora de determinar si las mascotas han logrado mejoras neuronales gracias a la convivencia con humanos, y esto nos encamina a pensar que los ganadores han sido los perros. Se estima que el número de neuronas y conexiones sinápticas de los canes supera ampliamente a la de los felinos pues es el doble de su densidad neuronal, más allá del tamaño del cerebro. Sin embargo, se ha determinado que esta complejidad cerebral no es la misma en perros salvajes, lobos y en perros domésticos, lo que denota que la especie que ha convivido con el hombre ha mejorado su inteligencia respecto a sus antepasados.
Los perros llevan más de 20.000 años viviendo con humanos como seres domésticos, y aunque parezca mucho tiempo, pues este no es tiempo suficiente para grandes avances evolutivos, sí puede haber producido esta mejora significativa de su masa neuronal. La gran pregunta es ¿los perros domésticos son más inteligentes gracias a la simple convivencia con humanos? ¿Por qué los gatos no han seguido la misma senda? La respuesta tiene que ver con la actitud gregaria de los perros, que no tienen los gatos: los perros están programados para vivir en comunidad, como los humanos, basan su comunicación y supervivencia en que exista un número suficiente de integrantes de su “familia” que colabore en que sus vidas sean más seguras, prósperas y tranquilas. Por eso, los perros (como casi todos los mamíferos gregarios) prefieren dormir en grupo, a hacerlo disgregados, porque intuyen que su descanso será mayor si ante una amenaza hay otros individuos que les protejan si ellos están dormidos. Y esa es la pieza clave de la inteligencia de los perros por encima de lobos y gatos, que no habrían podido desarrollar si no fuera por los humanos.
Los perros domésticos han desarrollado un sueño en fase REM que es inédita en animales, y que es la fase que se ocupa de generar inteligencia, es decir: conexiones sinápticas. A ese nivel de sueño solo se puede llegar cuando se duerme de forma intensa y segura, durante intervalos largos de tiempo, algo que los perros se han permitido a sí mismos, de forma instintiva, sólo porque han confiado en la seguridad que les da el ser humano y han logrado ganar tiempo y calidad de sueño. Por eso los perros tratan de buscar el cobijo de nuestra cama, y tratan de mantener contacto físico con nosotros mientras duermen, es una protección que garantiza un sueño más extenso y profundo, y que les permite alcanzar la fase REM, soñar, asentar su menoria, producir conexiones neuronales y facilitar el aprendizaje. Los gatos por el contrario no lo hacen, sus ciclos de sueño siguen siendo muy cortos, y aunque se sientan seguros en casa, su mente siempre está pendiente de despertar ante una posible agresión o presa, lo que les imposibilita para llegar a la fase REM y, por tanto, para mejorar su inteligencia.
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