A simple vista, los gatos parecen los animales más fáciles del mundo a la hora de no tener muchas preocupaciones si nos queremos ir de viaje porque, teóricamente, se piensa que se les puede dejar solos mucho tiempo, con comida suficiente en su cuenco, agua y el arenero disponible. El gato parece no echarnos de menos, así que él mismo sabrá pasar el rato, comer, hacer sus necesidades y entretenerse. Sin embargo, esto no es así, es cierto que los gatos son menos demandantes de apego, pero no solo acusan la soledad, sino que ésta les produce estrés y ansiedad, lo que puede tornarse en un mal comportamiento del gato para llamar la atención y reclamar el afecto y la cercanía a la que estaba acostumbrado. Como respuesta a este tipo de situaciones no saludables para los gatos, la entrada en vigor de la nueva Ley de Bienestar Animal establece un máximo de tres días como el tiempo que un gato puede permanecer solo en un domicilio (y 24 horas si es un perro).
Dejar a un gato mucho tiempo solo tiene varios problemas evidentes que tienen que ver con la salubridad del entorno: necesitan que se les retiren las deposiciones del arenero, para ellos es de vital importancia esta medida higiénica. Por otro lado, disponer de mucha comida a su alcance puede animarle a comer en exceso, lo cual no es bueno de forma general, pero en particular puede afectar a su digestión y, si el gato enferma y está solo, nadie podrá brindarle ayuda.
Además, ya en el plano emocional, los gatos sí sienten apego por la familia con la que conviven. No es una cuestión de pertenencia a un grupo como los perros, pero el gato también establece lazos sociales con los humanos de forma muy evidente y con un alto nivel de cercanía. Esta es una cuestión que fue estudiada por científicos de la Universidad de Fora, en Brasil, donde se realizó una investigación empírica y estadística para determinar el grado de ansiedad que sufrían los gatos durante la separación de su dueño en intervalos equivalente a las vacaciones, y se determinó que su sufrimiento era elevado y notable, no solo por las largas temporadas solos, sino por el hecho mismo de que su dueño salga a la calle.
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Algo más que soledad
La forma que tienen los gatos de relacionarse con los humanos es única, nos conceden un rango de jerarquía doble. Por un lado, ellos pretenden “autorizarnos” a estar en su territorio, pero a la vez son conscientes de que les proveemos de alimento y cuidados, por lo que demandan ese cariño al que se acostumbran. Por este motivo, los gatos han traspasado una frontera de comunicación increíble y muy pocas veces superada por otro animal: tratan de imitar nuestra voz, para que les comprendamos, por eso maullan. Sin embargo, no trata de hacer algo parecido con otros animales, el maullido y este grado de interés en los seres humanos es completamente único, y designa lo importante que somos para ellos.
Cuando tratamos de comprender por qué el gato se ve afectado por la ausencia de compañía tenemos que ver dos frentes: la soledad y la inacción. Ésta última cuestión es muy seria, ya que puede que los gatos sean independientes y que no necesiten de forma dramática pertenecer a un grupo ni sentirse protegidos, pero detestan no tener nada que observar. Su instinto cazador les convierte en agudos sistemas de análisis de su entorno, le gusta apreciar tus movimientos, qué haces con los objetos, y aprovechan cualquier situación para hacer un juego o inventarse una aventura. Si no hay otros seres con los que interactuar en casa, el hogar se convierte en una prisión, como si el tiempo se pausara, como en una foto. La falta de alicientes emocionales e intelectuales para los gatos es la causa principal de estrés y es más común de lo que imaginamos.
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¿Qué hacer en caso de viaje?
Llevar a un gato de viaje si vamos a un hotel es una tarea casi imposible, y tampoco es demasiado recomendable llevarlo de viaje si nos dejan una casa o si alquilamos un apartamento. Cambiar de ambiente a ese nivel puede resultar muy estresante para el animal, deberá habituarse a muchas circunstancias que le son ajenas y, además, cualquier casa en la que viva un gato debe prepararse, vigilar que las salidas al exterior tengan una maya de seguridad, que no puedan extraviarse por un patio interior y que no la emprendan a arañazos contra el mobiliario. Por ese motivo la mejor opción es que el gato permanezca en la casa, pero buscarle compañia.
Por un lado, los gatos que conviven en pareja siempre tienen la diversión garantizada. Es preferible que sean dos hembras o un macho y una hembra. Podrán pasar el día correteando y persiguiéndose. Déjales suficientes juegos: rascadores, estructuras para trepar, y varios escondites. Pero no lo bases solo en ellos, la atención humana es indispensable.
Puedes pedir a alguien que se acerque a pasar un rato con los gatos, dos veces al día sería lo ideal. No solo a cambiarles el agua, revisar las heces del arenero y a ponerles comida fresca, también a interactuar con ellos o simplemente pasar un rato en la casa haciendo cosas, y que el gato pueda observarlo. Es importante que la persona que cuide al gato esté familiarizado con los gatos, o por lo menos le gusten y tenga buena disposición. Eso ocurre con cualquier mascota, cualquiera les puede dar de comer, pero lo que necesitan es algo más allá, es perpetuar una conexión que tienen contigo y tu familia, y aunque sea una versión “de viaje” puedan sentir que hay humanos a su alrededor que siguen formando parte de la casa. No es del todo recomendable que estos cuidadores aparezcan por sorpresa, sino que es mejor que los gatos puedan familiarizarse con ellos días antes, de forma gradual, e incluso que les validen, acercándose poco a poco y dando su “consentimiento” felino.
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