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cosas que pueden estresar a un gato© Adobe Stock

Comportamiento

Cosas que hacemos y que estresan (y mucho) a los gatos

Los gatos también pueden vivir situaciones en el día a día que les hagan desarrollar estrés


Actualizado 28 de julio de 2022 - 13:36 CEST
01 cosas que pueden estresar a un gato© Adobe Stock

Estrés felino

Cuando hablamos de enfermedades o trastornos mentales humanos, pero aplicados a los animales, pareciera que le damos una importancia desmedida a algunas situaciones de los perros y gatos, y que tal vez no la tienen. Sin embargo, todo aquello que trastoca de forma relevante la tranquilidad de un animal puede producir en él un comportamiento nuevo, irascible, apagado o inapetente. Es importante apreciar los síntomas en el carácter de los gatos, si cambian sus rutinas o si se muestran atípicamente estresados. Podríamos pensar que tanto da, si en el entorno natural también hay motivos para el estrés, pero esto no es así: en un entorno doméstico todo tiene una dimensión limitante para el gato, él no tiene el control para escapar, para poner remedio, por lo que todos los problemas con los que se enfrentará, y que le produzcan estrés, estarán probablemente motivados por nosotros, los humanos.

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Mudanzas

Dicen que una de las situaciones más estresantes para los humanos son las mudanzas, equivalentes a sobrellevar el duelo por un ser querido, pues implica dejar atrás recuerdos y poner patas arriba todas las costumbres de una vida para verse rodeado por el caos en otro lugar al que no pertenecemos. A tu gato tampoco le gustan, y no solo eso, sino que no entiende nada de nada, no comparte tus deseos ni objetivos cambiando de casa, jamás le va a parecer buena idea, pero va a tener que sufrir lo mismo que tú, o incluso más porque todo su pequeño mundo es la casa. Es cierto que a los gatos les apasiona descubrir nuevos rincones, son cazadores aventureros, pero su hogar es sagrado para ellos y despojarlos de éste es un proceso doloroso que sin duda les produce estrés.

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Arenero

Los gatos son muy limpios y tienen cierta obsesión con que todo lo que tiene que ver con su higiene se mantenga bajo unas pautas mínimas. Necesitan que el arenero esté siempre en el mismo lugar y con las menos deposiciones posibles. Les desagrada enormemente que podamos cambiar su posición y lo coloquemos en otra estancia, porque dentro de su territorialismo, el lugar donde defecan es el entorno más segurizante, donde mantienen una intimidad más profunda, y si cambiamos el lugar estaremos desvirtuando el significado que tiene para él, contra su voluntad. También, si el arenero no está suficientemente limpio, no es que el animal se queje del nivel de limpieza, sino que empezará a serle difícil asimilarlo como propio, porque dejará de ser lo que para él debe ser.

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Castigos

Igual que los perros no deben ser adiestrados bajo el yugo de los castigos, los gatos tampoco, este es un hecho universal para los animales. Sin embargo, el carácter de los felinos hace mucho más complejo recibir castigos: es contraproducente. A diferencia de los perros, los gatos no tienen ninguna intención de que se les adiestre o de mantenerse atentos para comprender qué quieres explicarles. Esto les produce estrés porque detectan que es una situación en su contra, con agresividad, que limita su libertad, y no comprenden qué sentido tiene ni dónde está la utilidad. Piensa que para el gato no hay nada que comprender o razonar, y un castigo simplemente es una medida en su contra.

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Un perro o gato de visita

Ser un animal territorialista no es un juego, cuando los gatos perciben que otros humanos nos visitan pueden llegar a hacer la vista gorda porque son conscientes de que ejercemos un poder sobre la casa, y que tenemos ciertos privilegios abriendo las puertas de nuestro hogar a otros seres como nosotros. Pero cuando es otro gato o perro, la situación puede ser más compleja, porque nuestra casa es para el gato un espacio donde él debe autorizar a las visitas. Con nuestros amigos realizará un ritual de acercamiento y tanteo, y si les cae bien, finalmente se restregará esparciendo hormonas de marcaje, pero los humanos son, generalmente, respetuosos y protegen estos ritmos. ¿Y otros gatos o perros? El gato podrá tener un primer instinto de caza: ir a por ellos, pero también puede sentirse cohibido y es ahí cuando entra en juego el estrés.

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Ir al veterinario

A nadie le gusta ir al médico, pero para los gatos el veterinario es una “aventura” demasiado intensa. Primero porque se ven obligados a salir de su zona de confort: la casa, el rellano, el portal… Salir a la calle en transportín en principio no es algo que les apasione, pues generalmente los gatos domésticos no están habituados a salir al exterior, escuchar tantas personas, coches, olores muy diferentes y la imposibilidad de salir corriendo y explorarlo en libertad. Luego, al llegar a la consulta se verán como el centro de atención sin que les dé tiempo a habituarse y a generar la confianza suficiente, por mucho que el veterinario sea un encanto y ponga todo de su parte, el entorno de la consulta le resultará ajeno, el gato olerá a otros animales, se verá observado y no tendrá escapatoria: lo que él desearía es saltar de la camilla, esconderse, observar el entorno: pasar desapercibido.

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Cambiar de comida

El paladar de los gatos es muy exquisito, hay que reconocer que mientras los perros no hacen ascos a casi nada, los gatos pueden sentirse muy decepcionados si cambias la marca de comida, si las cantidades no están a la altura o si haces innovaciones con alimentos que no les satisfacen. Se lo toman casi como una ofensa personal, porque ellos son conscientes de que tú les provees de alimento, de alguna forma consideran que “se lo debes” porque te permiten estar en su territorio, darles de comer es tu función en la casa, y si no sigues las costumbres que para ellos son normas, es como si no les valorases: te saltas un eslabón jerárquico. El cambio de comida puede ser grave si aun mostrándote su desacuerdo, tú no vuelves a la comida inicial, pueden llegar a orinar fuera del arenero como muestra de desacuerdo, y por supuesto se les verá más esquivos y menos cariñosos. Esto no lo hacen conscientemente, para castigarte, sino que son actos reflejos de su estrés.

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El láser para jugar

No nos cansaremos de decir que los gatos aprecian mucho el juego, que buscan diversión y aventuras en todos los rincones de la casa, y exprimen al máximo las alternativas para perseguir y recrear una la caza que para ellos es parte de su estabilidad emocional. Sin embargo, el puntero láser no es un animal a quien perseguir, ni tan siquiera un objeto al que atrapar, por ser una imagen no corpórea le produce al gato una sensación de frustración, primero porque es incapaz de darle caza, y después porque su visión no es tan nítida como la nuestra, por lo que no logra identificar claramente qué es, ni conoce qué lo produce. El puntero láser puede provocar estrés en el gato porque es lo más parecido a percibir un destello, o incluso un aparición fantasmal.

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Los pepinos

Hace unos años se pusieron de moda los virales en los que se sorprendía a los gatos con un pepino o un calabacín a su lado, los felinos pegaban un brinco nada más verlos, parecían muertos de terror. Empezó a creerse que los pepinos son para ellos una hortaliza que les produce terror, pero esto no es así. Los gatos (como la mayoría de los mamíferos) están programados para huir despavoridamente si se topan con un reptil, para ellos, la apariencia del pepino visto sin previo aviso es una especie de serpiente. Su cerebro más irracional les dice: ¡ponte a salvo! Jugar con los gatos a provocarles estos sustos les genera estrés, no es nada conveniente para su ánimo y estabilidad, y tampoco para la confianza que ellos depositan en nosotros y en su entorno.

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