La temperatura media corporal de gatos y perros es muy similar pero está por encima de la nuestra: en ambos casos está entre los 38ºC y los 39ºC, aunque los gatos pueden tener medio grado más. En los casos de golpe de calor esta temperatura sube hasta los 42ºC, lo que produce que su cuerpo experimente una drástica bajada de sales y azúcares, experimentará debilidad, le flaquea el equilibrio y se percibirá como su cuerpo tiembla, para procurar compensar la temperatura.
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Tanto perros como gatos no sudan, su organismo no está adaptado como el nuestro a cambios muy extremos de calor, por lo que al no disponer de glándulas sudoríparas no pueden transpirar y generar así un efecto que amortigüe los daños del golpe de calor. De forma similar a los humanos, cuando perros y gatos sienten un calor acuciante jadean mostrando ampliamente la lengua. Cuestión que es bastante más común y pronunciada en perros. Las almohadillas se vuelven muy sensibles, y buscan una superficie fresca para contrarrestar el calor corporal, si consiguen algo de frescor en las almohadillas este cambio de temperatura puede ser repartido al resto del cuerpo.
Los golpes de calor producen un aumento en el ritmo cardiaco. La lengua y las mucosas se vuelven azules, a éste proceso se le denomina cianosis, y está producido por falta de oxigenación en la sangre, uno de los síntomas más peligrosos.
Las razas braquicefálicas, las peor paradas
Las razas de perro y gato braquicefálicas son más vulnerables ante un golpe de calor. Se trata de animales “chatos”, que tienen los huesos nasales más cortos y los orificios más reducidos, eso es porque su cabeza es más corta y achatada, y son enormemente propensos a padecer problemas respiratorios.
Ante un golpe de calor los braquicéfalos están menos preparados para reaccionar, no pueden producir un impulso extra de respiración necesario para oxigenarse. Gatos braquicefálicos son los persa, birmanos e himalayo. Y en el caso de los perros, las razas braquicefálicas son el carlino, bulldog, pequinés y shar pei, entre otros.
Otros condicionantes negativos para que las mascotas puedan padecer con mayor virulencia la hipertermia es arrastrar un historial de hipertiroidismo, diabetes, además de enfermedades respiratorias o cardiovasculares. La obesidad, o tener la piel oscura también son circunstancias negativas que agudizan este problema.
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15 minutos decisivos
Una vez que la temperatura corporal del animal ha subido hasta los 42ºC (o por encima de éstos) y se identifica cianosis en él por su tono azulado en las mucosas, los 15 minutos siguientes son vitales para detener este proceso, o de lo contrario, la intensificación de estas condiciones podrían provocar la muerte del animal o, en el mejor de los casos, daños irreversibles que mermen su calidad de vida futura.
En el caso de detectar estos síntomas debes aplicar sobre tu mascota un cambio de temperatura, pero nunca extremo o repentino. Es importante que sea gradual, mójalo suavemente con agua templada. No lo metas bajo la ducha con agua fría, ni utilices hielos o toallas húmedas.
Ofrécele agua fresca pero no fría, no le apresures a beber, dale espacio, necesitará acompasar su respiración y el ritmo para hidratarse. Es mejor beber poca agua despacio, que mucha a prisa, pues conseguiríamos el efecto inverso al deseado.
Una vez que el perro se estabilice, acude cuanto antes al veterinario para que éste pueda ayudar a tu mascota a reponer los minerales perdidos con un tratamiento intravenoso. El veterinario también podrá determinar si el animal ha sufrido daños internos: cuál es su nivel de coagulación, presión arterial, y detectar alteraciones neurológicas o renales.
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Lo que debes saber en el día a día
Es mucho más común padecer un golpe de calor en el caso de los perros, porque salen a la calle contínuamente. El primer consejo que podemos darte es muy evidente pero extremadamente útil: utiliza las horas más frescas del día para pasear a tu perro en los meses más calurosos del verano. Trata de que el recorrido por el que paseéis tenga suficientes sombras y evita que camine sobre el pavimento “humeante”, que es causa principal de las quemaduras en sus almohadillas, recuerda que éstas son reguladoras de su temperatura, es vital que no se calienten en exceso.
En los paseos, lleva agua y dale de beber cada poco tiempo, aunque estéis cerca de casa o aunque de camino podéis encontrar una fuente, no des por sentado que podrá beber fuera o que llegará a casa con la suficiente agilidad como para que beber de su cuento. Hidratar a tu perro en los paseos es clave para su bienestar.
Tanto para perros como para gatos, vigila especialmente en verano que sus cuentos de agua estén siempre disponibles. No les pongas hielos, el agua muy fría no es buena para ellos, pero presta atención a cambiar el agua que pueda estar caliente, ofréceles agua fresca, más apetecible y saludable para regular su temperatura.
No dejes a tu perro o gato en el balcón, terraza o patio, especialmente si el sol azota esta zona de la casa. Los animales siempre deben disponer de una escapatoria por si sienten que el calor empieza a hacer insoportable. De la misma manera, evita dejar a tu perro o gato encerrado en el coche o en cualquier espacio reducido y sin ventilación.
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