Muchas veces asistimos con asombro al mal carácter que tienen algunos perros de razas pequeñas. Un pomerania ladrando histéricamente parece lo normal y un chihuahua mostrando los dientes también. Es común decir frases como “¡Tan pequeñajo y con tan mal genio!”. En esta situación hay un problema. ¿Estamos haciendo algo mal?
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De alguna forma, es como si existieran dos tipos de perros, los grandes (o de tamaño medio) y los pequeños. A los primeros se les trata como animales ágiles, defensivos y autónomos, sin embargo a los perros más pequeños se les infantiliza y es fácil que desarrollemos un actitud pro-dependiente ante sus necesidades.
Piensa por un momento en perros pequeños, un chihuahua es el ejemplo más claro: es común que vayan en brazos, que se les lleve en una mochila, y que en el parque o la calle no se les permita socializar demasiado con perros mucho más grandes por miedo a que les pueda ocurrir algo. Todo esto es una dinámica muy negativa para los perros pequeños, que afecta directamente a su educación, percepción y dependencia.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que un perro pequeño sigue siendo un perro: no es un eterno bebé ni pertenece a otra especie distinta a un labrador o un husky. Los perros de tamaño pequeño tienen los mismos instintos, necesidades y temperamento que los grandes.
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¿David contra Goliat?
Cuando un perro grande y uno pequeño se encuentran en la calle, y tiramos con la correa del pequeño, para protegerlo, o peor aún: le cogemos en brazos. Así estamos limitando su desarrollo social. Por supuesto que un perro pequeño debe acercarse a todo can que le apetezca (siempre que no sea una situación claramente peligrosa), ladrar es una forma de socializar y de llamar su atención: de saludarse y reconocerse.
Cuando un perro pequeño efectúa un ladrido por encima de lo que esperaríamos para su diminuto cuerpo, no es una llamada de guerra ni de tratar de ser superior, sino que trata de aupar su voz por encima de su tamaño para ser perceptible. Por tanto: en vez de cohibir su impulso de comunicación pidiéndole callar, pues es pequeño y “se está metiendo en un lío de mayores”, debemos fomentar esa comunicación, que socialice libremente y que forme parte de su entorno canino.
Uno de los problemas de socialización más graves en perros pequeños es que, cuanto más pequeño es menos se les permite socializar, pues más se les hace dependiente (se le lleva en brazos), y solo conoce a lo sumo relaciones con perros de su mismo tamaño. ¿Te imaginas un mundo en el que las personas bajitas solo pudieran relacionarse con personas de su tamaño? O peor aún, ¿imaginas un mundo donde nuestras madres nos siguieran tratando como bebés aun cuando nosotros ya somos adultos de avanzada edad? El impacto en nuestro desarrollo emocional y relacional sería gravísimo.
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Perro pequeño: patas pequeñas
Si tienes un perro pequeño y quieres dar un largo paseo, o que te acompañe en tus recados por la ciudad, habrás notado que se acaba resistiendo a pasear a tu lado, que se detiene demasiado y que acaba siendo una carga. Por eso muchos dueños deciden cogerlos en brazos, es más cómodo para todos ¿no? Si te paras a pensar, la explicación de raíz es muy sencilla: los perros pequeños tienen las patas pequeñas, tienen que efectuar muchas más pisadas para recorrer el mismo trayecto que tú harías de una sola zancada, y lo mismo les ocurre a los perros grandes, que pueden recorrer un espacio en menos tiempo que los pequeños.
Una vez comprendido esto, lo que debes tener en cuenta es que tu perro, al ser pequeño, necesita que camines a otro ritmo. Esa sí es su necesidad, y es necesario que la tengas en cuenta. Llevarlo en el bolso, o tirar de él para que no sea “vago” no es una opción, pues ambas situaciones generan un conflicto en él, le hacen más inseguro, más dependiente, y no le permiten desarrollar su relación con el entorno: los perros necesitan pasear cómodamente, oler a su alrededor (a ras de suelo) para reconocer el espacio, y no sentir que cada trecho que caminan es extenuante o que tiras de él forzándole a ir aún más deprisa.
Cuestión de educación (canina)
Por lo general, los humanos que conviven con perros pequeños son mucho más permisivos con ellos: tienen una relación menos clara a la hora de permitir o prohibir según qué cosas, desisten en luchar por impedir que el perro duerma en la misma cama que ellos, y les gratifican constantemente con premios o situándolos en un espacio privilegiado de la casa, o del entorno en cada momento. Por decirlo de alguna forma: son unos eternos bebés consentidos.
El problema es, precisamente, que esas dinámicas no son sostenibles, y de vez en cuando nos vemos obligados a cambiar la rutina e imponer una excepción. Por ejemplo, si vives sola, no tienes problema en dormir con tu perro, pero si de repente tu pareja quiere venir a pasar varias noches contigo, puede que el perro acabe en su propia camita. Lo mismo ocurre con el uso del espacio, etc.. ¿Qué estamos transmitiendo al perro? Una sensación de arbitrariedad, él desconoce completamente por qué una veces sí es bienvenido y por qué otras te parece más que evidente que no puede ser gratificado con tu cariño. Los perros pequeños sufren mucho más estrés que los grandes porque las reglas con ellos no acaban de estar claras y eso es algo que todo can necesita: órdenes e indicaciones coherentes y reiteradas, sin excepciones.
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