Se trata de una de las enfermedades más voraces en conejos, capaz de acabar con toda la población silvestre en apenas unos años, y que solo puede ser controlada y erradicada con vacunas. Una de las causas más graves de muerte en conejos es la enfermedad denominada como mixomatosis, aunque coloquialmente en España se le denomina tomatosis por la forma que adquieren algunas de sus pústulas. Se trata, como decíamos, de una de las principales causas de mortalidad de los conejos a lo largo de la historia reciente, y en España ha dejado de afectar únicamente a los conejos para ser también una causa relevante de muerte de la liebre ibérica.
Síntomas en la piel y ojos
Es una enfermedad infecciosa que, al ser contraída, produce una serie de hinchazones en las mucosas y en la piel de los conejos, por eso se la denomina vulgarmente como tomatosis. Estas tumefacciones aparecen en los ojos y otras partes de la cabeza, así como en los genitales del conejo. Una de sus primeras consecuencias es la pérdida de la visión del animal, fruto de esta hinchazón ocular que desemboca rápidamente en conjuntivitis aguda.
A raíz de este estado vírico, el conejo desarrolla fiebre, su estado de ánimo decae completamente y deja de comer. Su actividad se vuelve nula, los conejos no consiguen oponer ninguna resistencia ante su situación: entran en estado casi de letargo hasta que pasados entre diez y trece días fallecen.
Esta enfermedad se transmite tanto por la picadura de insectos artrópodos (como la pulga, moscas, mosquitos…), como por el contacto con animales contagiados, sus cuerpos o bebederos compartidos. Existe una vacuna que protege tanto a conejos como a liebres y, en el caso de que el conejo no esté vacunado pero se logre identificar la enfermedad a tiempo, existen posibilidades para su cura pero el optimismo debe ser moderado, depende del nivel de desarrollo de los tumores en el tejido conectivo del animal.
El proceso de contagio y desarrollo de la enfermedad es muy veloz, los síntomas aparecen en tres días, y ese es el tiempo en el que se podría frenar la enfermedad. Primero se percibe inflamación de párpados y genitales, así como lesiones en la piel y comienzo de conjuntivitis en los ojos, además de un cuadro de inicio de neumonía. El organismo del conejo refleja, por tanto, una respuesta inmunitaria completamente nula. La muerte llega como máximo en 15 días después del contagio.
La pauta de vacunación de la mixomatosis consiste en inocular la primera dosis desde las 8 semanas de vida del gazapo y posteriormente se administran dosis de recuerdo anuales que demás protege contra la enfermedad vírica hemorrágica, tanto de la cepa I como de la II.
Aunque esta enfermedad inicialmente afectaba solo a los conejos silvestres, dado que el contagio puede ser mediante insectos, la posibilidad de infección es alta para cualquier espécimen que esté en un radio suficientemente cercano a otro conejo infectado. La vacunación es, por tanto, la única forma de frenar esta enfermedad cada vez más activa.
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La mano del hombre liberó a la enfermedad
La propagación de la mixomatosis fue inicialmente fruto de la voluntad humana. Primero fue identificada en 1898 en un laboratorio de Uruguay. Sin embargo, no se nombró y se identificó como poxvirus hasta 1927, fecha en la que se supo que pertenece al grupo de virus de ADN que producen alteraciones en la piel por medio de cambios en las moléculas de sus infectados, como ocurre con la viruela y el virus del molusco. Sin embargo esta enfermedad, la mixomatosis, nunca ha afectado a humanos.
Cuando a mediados del siglo XX se introdujo por error al conejo en Australia, se produjo una alteración drástica en el ecosistema de la región, los conejos se convirtieron en una plaga terrible que acabó con las cosechas y el modo de vida de otros animales de la cadena trófica. Entonces el ser humano determinó que sería buena idea introducir este virus en Australia, inoculando a varios especímenes por cada territorio, y así exterminar al mayor número de lagomorfos. Esta medida funcionó, y los conejos fueron casi totalmente erradicados, demostrando así la ferocidad de esta enfermedad.
En esa misma época los conejos eran también una plaga acuciante en Europa, y no solo en el continente, también en Reino Unido. La preocupación de los agricultores era muy urgente, pues la plaga acaba con la producción agrícola y con las vías de alimentación de otros animales, como ocurrió en Australia. Fue por ello que en 1952 un médico francés, Paul-Félix Armand-Delille, desarrolló el plan para acabar con los conejos: inocular a varios especímenes en Francia, estratégicamente diseminados, para que la enfermedad se extendiera a gran velocidad.
El plan de Armand-Delille funcionó, y la enfermedad de los conejos se extendió por toda Europa a un ritmo vertiginoso, no sólo por el contagio entre animales, sino con la inestimable ayuda de los insectos artrópodos. Se estima que en solo dos años la población de conejos silvestres francesa se redujo en un 90%, casi erradicándolos del país galo, pero en todo el continente europeo la cifra de exterminio llegó hasta el 95%.
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