Si los canes son nuestros mejores amigos es, entre otras cosas, porque son capaces de llevar una relación muy estrecha con el ser humano. Mantienen una “escucha” empática de nuestros estados de ánimo, cuando estamos tristes parecen percibirlo y cuando estamos contentos participan de nuestra algarabía. Eso favorece momentos de juego y de intimidad, como las caricias y las cosquillas.
¿Pero sienten realmente los perros estas cosquillas? Antes debemos preguntarnos qué son y para qué sirven estos impulsos “chispeantes” de nuestro sistema nervioso. Porque desde un punto de vista anatómico, parece extraño que el diseño de los mamíferos lleve integrado un “extra” para darnos diversión cuando nos rozan la piel. ¿Las cosquillas son comunes a los mamíferos o solo las sienten los humanos? ¿Para qué sirven?
Si las cosquillas fueran una palabra serían: “‘¡cuidado!”
Lo cierto es que todos los mamíferos sienten cosquillas en alguna parte de su cuerpo. Los humanos tal vez las sentimos con algo más de intensidad, porque nuestro cuerpo está más desprotegido: la piel humana suele tener poco contacto con el terreno y sus iguales si nos comparamos con otros animales, no tenemos apenas vello sobre la piel y ésta se mantiene comúnmente protegida debajo de ropa que resulta suave y uniforme. Por este motivo, en muchas ocasiones basta con un leve roce sobre nuestros poros para que sintamos un efecto reflejo o de estremecimiento, lo que comúnmente se denomina como cosquillas.
Sin embargo, la función práctica de las cosquillas es la de alertarnos de que algo que no debería de tocarnos lo está haciendo. Teóricamente, las cosquillas son una muestra de rechazo, nuestro sistema nervioso nos dice: “haz que pare, busca la forma de escapar”. ¿Acaso no es lo que todos pensamos/sentimos cuando nos hacen cosquillas? La palabra más común es “para”, seguida de “no”. Y lo decimos sin pensar, así que, no parece que se trate de un reflejo muy positivo.
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¿Por qué nos reímos con las cosquillas?
El ser humano, como ser inteligente, ha reformulado muchas de sus sensaciones y emociones más primarias. Por decirlo de alguna forma: nos hemos reeducado, pasado por alto algunas funciones innatas de nuestro organismo, y eso ocurre así con las cosquillas, que han pasado de ser un mecanismo de seguridad negativo a un “entretenimiento” positivo, siempre que sea con personas de nuestra confianza.
Si se supone que las cosquillas son un elemento de seguridad y que nuestro sistema nervioso nos alerta para que escapemos, no deberían ser motivo de diversión. Pues bien, reír con las cosquillas es algo que sólo le ocurre al ser humano, y es un reflejo social que sólo puede darse mediante nuestra comunicación inteligente.
Todo depende de quién te haga las cosquillas. ¿A que nunca te ha hecho cosquillas una persona a la que odias, o alguien potencialmente peligroso? De ser así ¿crees que reirías? Asociamos la risa a las cosquillas porque ocurren en un entorno de intimidad y complicidad, pero si éstas ocurren en situaciones de peligro, no se perciben como algo divertido sino como un “calambre” molesto. Nos reímos cuando sentimos cosquillas porque es un reflejo involuntario que nos saca de nuestro control, y se realiza en un contexto de juego. ¿Los animales pueden entender esto?
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¿Qué significan las cosquillas para mi perro?
La mayoría de los mamíferos poseen vibrisas, que son los bigotes prominentes que les sirven como sensores ante el roce de objetos u otros animales cercanos. La sensación de los perros con las cosquillas es similar a la que perciben con los bigotes: es un impulso moderado en impacto, pero relevante en información, que les alerta de que algo está demasiado cerca de una zona sensible.
Como nos ocurre a nosotros, que tenemos más cosquillas en zonas estratégicas: la tripa, el cuello, la zona genital… Los perros también tienen mayor sensibilidad en áreas de su cuerpo estratégicas que pudieran ser atacadas por un depredador o accidentalmente dañadas si no se cubren bien: tripa, patas, cuello, lomo, trufa y orejas. Si lo piensas bien, son zonas muy similares a las que los seres humanos nos producen más sensibilidad.
Para un perro, las cosquillas no significan lo mismo que para ti. No le es agradable porque para él no existe un vínculo social entre la cosquilla y el juego. Si el perro está de buenas, porque le apetece jugar, no se quejará, porque la personalidad canina es muy colaboradora a éste nivel, y de la misma forma que si está de buenas permitirá que el veterinario le ponga una inyección, o que tú le introduzcas un cepillo de dientes en la boca, sin queja alguna aunque sean situaciones que le desagraden, de la misma manera aguantará tus cosquillas, ahora bien: probablemente prefiera que no lo hagas.
Como ves, que los perros permanezcan más o menos colaborativos a las cosquillas no es una cuestión de disfrute, sino de docilidad frente a su líder, que jerárquicamente eres tú. Si las cosquillas se las hace un extraño, no permitirá que eso se prolongue de más. Un gato, por ejemplo, tampoco lo aprobaría ni medio segundo, por mucha confianza que tengas con él. Lo mismo ocurre con el resto de mamíferos, para ellos las cosquillas son una advertencia, no una broma.
Sin embargo, existe un punto intermedio entre la caricia y la cosquilla, y también los perros pueden aprender a digerir que esta sensación compleja de describir que siente su cuerpo al ser tocado en ciertas zonas, no significa solo advertencia sino intimidad y juego. Es decir, no es imposible “reeducar” al perro y favorecer que estas cosquillas las interprete de una forma más próxima a la diversión humana. A fin de cuentas, nosotros también somos mamíferos “reeducados” desde nuestros instintos más primarios hasta el ser social que hoy somos cuando nos involucramos en el juego con nuestros iguales y tratamos de trasladar esas costumbres a nuestras mascotas.