Entre los rasgos que hacen inconfundibles a los gatos están sus bigotes, podríamos pensar que simplemente son pelos largos, sin embargo son mucho más. Se denominan técnicamente como vibrisas, y son vitales para la percepción de los gatos. Esto es así, entre otras cosas, porque los felinos tienen muy poca visión para las distancias cortas, no logran obtener la nitidez suficiente para enfocar la imagen de aquello que está a menos de 20 centímetros, por lo que los bigotes les ayudan a reconocer el espacio cercano a su cabeza.
Como si de una aspiradora robótica fuera, los bigotes actúan como sensores que realizan un contínuo escaneado de lo que tienen delante, generando una percepción en tres dimensiones del espacio próximo y construyendo en la mente del gato la forma del entorno accesible desde su cabeza. Esto les es útil en cualquier momento del día, pero es aún más práctico de noche o cuando la oscuridad es máxima, pues su visión nocturna tampoco es buena en las distancias cortas.
Aunque todos los felinos tienen estos bigotes, lo cierto es que los gatos domésticos los necesitan bastante más. En su hábitat natural son cazadores, utilizan constantemente su visión para largas distancias, para percibir el movimiento de sus presas.
Sin embargo, los gatos domésticos viven en entornos en los que las largas distancias les están vetadas, de ahí su gran interés por las ventanas. Su percepción sensorial les empuja a utilizar la vista en espacios abiertos. Y es en casa donde los bigotes se pueden hacer más útiles, pues las distancias cortas se imponen, así reconocen bien la distancia del cuenco de su comida, la posición del arenero, las puertas entornadas, la posición de los juguetes…
Además, las vibrisas también sirven para percibir la dirección del viento, su velocidad, así como para avisar al gato de la existencia de líquido frente a él. Y no solo eso, también funcionan como termómetro, por ejemplo: si el agua que pretenden beber está demasiado caliente o demasiado fría, lo sabrán antes de beberla gracias a la interacción de sus bigotes. Además, los bigotes potencian el olfato, pues se mueven para indagar de dónde vienen los olores, y así no solo oler sino identificar el punto exacto del que procede el olor: muy útil para la caza.
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También sirven para comunicarse
La naturaleza nunca para de sorprendernos y de aportar más funcionalidades e innovaciones a sus “invenciones”. Los bigotes de los gatos ya podrían ser perfectos así, pero además tienen una doble función: son herramientas de comunicación. Los gatos los utilizan para emitir señales a otros gatos, como si de una lengua de signos se tratara.
El código que utilizan, además, es universal y fácil de comprender. Por ejemplo, cuando el gato está muy relajado, tranquilo o dormido, los bigotes quedan relajados, casi tumbados. Sin embargo cuando el gato está en actitud cazadora, alerta o molesto, los bigotes suelen estar erectos hacia delante, aportando toda su longitud para rozar cualquier impacto cercano y dar más pistas de la presa.
También, si los bigotes están extendidos a modo de abanico abierto, podremos entender que el gato está de buen humor, satisfecho e incluso gozando de cierto placer. Por otro lado, si las vibrisas se mantienen pegadas a las mejillas, casi tratando de hacerse imperceptibles, eso es porque el gato está en estado de temor, desea hacerse pequeño y desaparecer. Este último estado también está relacionado con gatos enfermos o en situación de estrés.
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Unos bigotes muy valiosos
Igual que ocurre con la cola de los gatos (perros, y otros animales), que es vital para su estabilidad, les permite moverse, saltar, percibir el entorno y comunicarse. Los bigotes cumplen una función idéntica, pero en vez de en su trasero, en el rostro. Por eso mismo, tan terrible es mutilar a un animal cortándole la cola (como ocurre con muchos perros) como cortarle los bigotes.
Todos los gatos tienen un ramillete de entre 8 y 12 vibrisas a cada lado de su trufa, el número varía en función de la raza e incluso del individuo. Como puedes percibir, su grosor es algo mayor que un pelo común, y son más duros y más largos. Nacen a una profundidad hasta cuatro veces mayor que los pelos normales, y están conectados directamente a las terminaciones nerviosas del gato.
Si jugamos con los bigotes, o si les hacemos daño, podrían llegar a caerse. Lo cual puede ser duro, pero no dramático: los bigotes vuelven a nacer. Sin embargo, no es bueno perderlos pues se ha comprobado que cada vez que nacen lo hacen con algo menos de sensibilidad, por lo que su eficiencia es menor.
Durante el tiempo que un gato puede permanecer sin bigotes mientras se regeneran éste puede sufrir mucho, las vibrisas son indispensables para su movimiento, percepción y comunicación, de no tenerlas se sentirá mudo, ciego y muy vulnerable.