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Curiosidades

Abubilla: el pájaro que elige oler mal para defenderse

La cresta de la abubilla es inconfundible, pero no la usa para cortejar sino para mejorar su velocidad en el vuelo. Como ésta, hay muchas peculiaridades de ella que te sorprenderán.


Actualizado 28 de abril de 2022 - 19:19 CEST

El nombre de este ave no es casualidad, sino que es fruto de la onomatopeya “bub-bub-bub” que pertenece a su canto cuando está en época de cortejo. Popularmente adquirió ese nombre en castellano, aunque su nombre científico en latín es “upupa”. En Galicia se llama “bubela”, en Ávila “abubute” y en León “budibilla”. Como ves, se trata de un sonido que se repite.

Ese sonido de la abubilla no es el único, sino que este ave dispone de una variedad muy interesante en su repertorio fonador. Otras de las señas de identidad de este pájaro es la intensidad de su canto, capaz de hacerse oír a muchos metros de distancia. Es un sonido penetrante, y siempre repetitivo: “uup-upp-upp” o “kiouu-kiouu-kiouu”. Cada sonido tiene una intencionalidad, hay sonidos de cortejo, otros de alerta ante depredadores e incluso de advertencia para espantar a quien intente darle caza.

Para poder cantar y conseguir esa potencia sonora tan característica, las abubillas deben estirar el cuello, girar el pico y moverse intermitentemente. Esto es muy común en pájaros, aunque según el tipo de canto que realizan deberán ser más o menos exigentes con su postura. La abubilla hace estos gestos para conseguir aprovechar mejor la respiración, el ángulo de propagación del sonido así como la dirección del viento.

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Establece su nido incluso en cráneos de caballo

Aunque se pueden encontrar abubillas en toda la península Ibérica, lo cierto es que se trata de un pájaro amante del mediterráneo, esto no es casualidad, sino que viene influenciado porque el color de estos pájaros se corresponde con los tonos cromáticos de los suelos naturales de esta zona de España. ¿Para qué sirve esto? Las abubillas son capaces de camuflarse perfectamente cuando están inmóviles en el suelo mediterráneo y sólo son visibles al alzar el vuelo.

Aunque migran a África para evitar el invierno europeo, una vez que están asentados no vuelan largas distancias. Utilizan cualquier lugar para anidar e ir criando a su prole, incluso se han encontrado nidos de abubillas dentro de cráneos de caballos. Son pájaros muy prácticos y no tienen remilgos a los ambientes putrefactos.

Durante mucho tiempo se ha creído que es un ave de costumbres sucias por su mal olor, hasta el punto de haberse apodado también como “pájaro apestoso”, sin embargo el auténtico hedor que producen sus crías, su nido y ellas mismas es simplemente un arma olfativa contra los depredadores. Los animales se rigen por el olfato, y si huelen algo que anuncia estar en descomposición, podrán desistir de cazarlo. Así la abubilla emite este olor para deshacerse de posibles peligros, como la mofeta.

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Su cresta es aerodinámica

Aunque la apariencia de la abubilla ya es en sí mismo una experiencia estética, lo más interesante es ver como vuelan. Su movimiento es ondulante, con grandes cambios de dirección, este movimiento recuerda al colibrí, pero la figura que representa la “ilusión óptica” de su vuelo bien parecería que se trata de una mariposa. Impresiona ver, por tanto, que se trata de una mariposa muy grande. Para el vuelo utiliza la cresta, que le confiere una potencia aerodinámica poco común en aves.

Esta cresta anaranjada es una de las señas de identidad más importantes de este ave. Es de color pardo o canela, compuesta exactamente por 28 plumas. Aunque en otras especies las crestas solo son propias de los machos, en el caso de la abubilla no se diferencian tanto ambos géneros, y donde veremos más diferencia será en el color del plumaje, no en su morfología.

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Tristemente en peligro de extinción

Este animal tiene su principal problema de supervivencia en la mano del hombre. De hecho, se encuentra al borde de la extinción. La abubilla se asienta en zonas boscosas cercanas a campos de cultivo. Sus lugares predilectos son bosques o dehesas. Sin embargo la intensificación de los campos y las amplias zonas de cultivo minimizan la existencia de bosques y, por tanto, de refugio para que éstas aves vivan y mantengan a su alrededor el ecosistema necesario para su supervivencia. 

Esta es la razón principal por la que los expertos en aves cada vez denuncian más que el sonido de las zonas rurales y ambientes naturales está quedándose mudo: las aves están desapareciendo porque no tienen dónde anidar.

Por otro lado, la abubilla tampoco tiene acceso a su alimentación. Muchas aves como esta necesitan alimentarse de insectos, bien sean pequeños gusanos que recolectan insertando el pico en la tierra o insectos voladores que atrapan en pleno vuelo o escrutando en la hierba. Esta situación también tiene mucho que ver con la agricultura, en especial con la intensiva, que al utilizar productos químicos como reguladores de las plagas están eliminando por completo la posibilidad de que estos insectos sirvan de alimento a las aves descompensado así el esquema alimenticio de su ecosistema.

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