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por que los perros necesitan mas atencion que los gatos© Adobe Stock

Comportamiento

¿Es verdad que los perros tienen súper apego y los gatos muestran indiferencia?

Que tu perro quiera estar contigo a todas horas es un halago, pero puede ser difícil de gestionar cuando salir a la calle dejando al can en casa se vuelve una traición.


Actualizado 21 de abril de 2022 - 15:29 CEST

Los perros desarrollaron un músculo específico sobre los párpados que les permite comunicarse con los humanos. Se trata de unas terminaciones nerviosas que al ser tensadas producen los “ojitos” tan típicos de los canes, y los usan especialmente para pedir nuestra atención o tocar nuestra fibra sensible. Cierto es que los gatos también desarrollaron el maullido, que es un sonido que únicamente destinan a su comunicación con humanos, pero su función no es pedir sino exigir.

Las funciones comunicativas de perros y gatos buscan objetivos muy dispares. Los perros piden atención, compañía y alimento, mientras que los gatos exigen un arenero limpio, demandan su comida y toman posesión de lo que, por territorialidad les pertenece.

Si tuviéramos que definir la idiosincrasia propia de cada animal para comprender mejor esta diferencia podríamos resumirlo en dos palabras: el gregarismo de los perros y el territorialismo de los gatos.

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No te vayas: el 'súper apego' de los perros

Una de las situaciones más habituales de las personas con perro es el temor a que se queden solos y sufran por carecer de nuestra compañía. Desde un punto de vista del cuidado que les debemos como animales a nuestro cargo, está claro que cuanto más tiempo estén acompañados mejor, pues disfrutamos de su compañía y ellos estarán activos y motivados. Sin embargo, es común que el apego del perro se mantenga casi como una situación de dependencia.

Salir de casa dejando al perro solo puede generar intranquilidad, percibimos la necesidad del can de estar acompañado, y lo expresa arqueando las cejas, llamando nuestra atención con juegos o con sonidos lastimeros que inducen a pensar que está llorando. En efecto, el perro nos está pidiendo que o bien permanezcamos en casa o que le llevemos con otros. ¿Es grave dejarle solo? ¿Por qué esa demanda de nuestra atención?

Los gatos, por el contrario, no tienen ni un ápice de este comportamiento. Ellos no solo pueden pasar horas sin nuestra compañía, sino que los días sin contacto humano son una posibilidad que no les estremece lo más mínimo. Parecen autosuficientes, emocionalmente hablando. ¿Pero acaso los gatos no necesitan nuestra compañía? ¿No nos echan de menos? No, y en el fondo los perros tampoco.

Cuanto tú te vas: la cruda realidad

Si nos atenemos estrictamente a como funciona el cerebro de los perros, podemos entender que una vez que no estamos presentes el animal se olvida de que formamos parte de la ecuación. Los canes no tienen una memoria recreativa, como la humana. De hecho, ningún animal tiene esta función en su memoria: la que implicaría echar de menos y “recrearse” en la ansiedad o la tristeza de estar solo.

La vulnerabilidad del can dura el tiempo en el que nosotros nos preparamos para salir a la calle. Dado que tanto ellos como nosotros somos animales de costumbres, siempre que tú sales a la calle probablemente realices el mismo ritual: te cambias de ropa en la misma zona de la casa, te pones los mismos zapatos que solo usas para desplazarte por el barrio, buscas la misma cartera que siempre llevas en el mismo bolsillo, haces el mismo ruido con las llaves… todas estas pistas se ven, se escuchan y se huelen, y el perro sabe que te vas, eso le provoca una llamada de atención que te trasmite: llévame contigo o quédate de mi lado.

No lo pueden evitar, los perros son animales gregarios, su mente está diseñada para vivir en comunidad y siempre alrededor del halo que define el líder de la manada: tú. Cuando te hace ojitos, te llora o se muestra ansioso ante la separación lo que está haciendo es apelar a la genética de su especie y hacer lo posible por no romper el vínculo de la manada. Pero cuando te vas, y deja de olfatearte y de escuchar el ritmo de tus pisadas (huella personal), y el sonido de tus llaves… se olvida.

El funcionamiento del carácter de los gatos es diametralmente opuesto porque no son animales gregarios, están programados para ser individuos independientes y solo te pedirán que te quedes si temen aburrirse, pues están pasándolo bien contigo. Pero es una cuestión muy distinta, el perro pretende tener tu atención y tu compañía porque su especie está programada para creer que sin ti podría morir. Como líder, si tú sabes que eso no será así, no tienes porqué tener remordimientos, sal a comprar el pan, a trabajar, y si vuelves en un tiempo razonable, el perro seguirá esperándote como si nada.

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Un apego acrecentado por la pandemia

El estrés y la ansiedad del can se crea y se potencia cuando se acrecienta la vinculación de dependencia o cuando se genera un proceso de unión prolongado. En ambos casos nuestro temor a dañarlo es el principal motor para ahondar en malos hábitos que, en vez de favorecer al can, le lastran.

Si tu perro te expresa su deseo de acompañarte a la calle o de que permanezcas en casa con él, pero tú vas a salir solo igualmente: no lo dilates, no realices una despedida, no te disculpes, simplemente sal por la puerta. No hay nada peor para un perro que alargar una despedida cuando él es consciente de que te vas (y tú también), no tiene ningún sentido, ni es práctico ni ayuda al perro. 

Por otro lado, el tiempo que hemos pasado con nuestras mascotas se ha elevado de forma exponencial durante la pandemia COVID. En especial, los perros han visto acrecentada la atención que reciben, el cariño y nuestra disponibilidad. Todo ello es positivo y maravilloso, pero ahora que las cosas vuelven a su cauce y que la nueva normalidad deja de ser lo “normal”, los perros deben reacondicionar esas rutinas de contacto y apego sin límite, y es ahí donde pueden aflorar ciertas situaciones de estrés en los perros, pues la costumbre ahora les lleva desacostumbrarse a nuestra presencia, ya de por sí demandada en sus rasgos de personalidad como especie.

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