Uno de los reparos más extendidos a la hora de tener mascotas es cómo enfrentarnos al día en que ellos no estén. La nube de tristeza que eso implica realmente nos acompaña desde el mismo día en el que llegan a casa, pues sabemos que su compañía inevitablemente será más breve que nuestra propia vida. La esperanza de vida de los perros es de entre 6 y 16 años, por lo que cada vez que nos preguntan qué edad tiene nuestro can, sobrevuela en el aire la respuesta ¿cuánto tiempo me resta con él?
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Lo cierto es que la longevidad de humanos y mascotas ha crecido sustancialmente en los últimos años, gracias en parte a los cuidados y los avances científicos. Aunque parezca increíble, en 1900 la esperanza de vida media de los españoles no superaba los 40 años, siendo 60 una edad más que respetable y afortunada para fallecer. Sin embargo, la ciencia parece prever que en unas cuantas décadas lo habitual será vivir hasta los 120 años. Algo estaremos haciendo bien.
De la misma manera, los perros salvajes, que mantienen todas sus rutinas en libertad y que no están pautados por visitas veterinarias ni por una alimentación específica, viven menos de la mitad de lo que lo hacen los perros domésticos. Todo depende de la raza del animal, pero si un can tiene una esperanza de vida de 10 años en el hogar, es muy probable que en la vida silvestre pueda alcanzar como máximo los 6 años de vida. Las razas más pequeñas, que de por sí son más longevas, han extendido poco a poco su esperanza de vida doméstica gracias a unos mejores cuidados y están llegando a vivir hasta 20 años.
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La alimentación: un arma de triple filo
Lo primero que debemos hacer para comprender cuál es el salto cualitativo entre una esperanza de vida máxima y una mínima es desentrañar los cambios más relevantes en el estilo de vida de las especies que facilitan duplicar la longevidad. En este caso, la alimentación juega un papel decisivo. Los animales criados en su propio entorno, en libertad, no tienen acceso constante al alimento, dependen de la caza y de los recursos que encuentran, lo que significa una dieta muy poco constante y aleatoria.
Cuando alimentamos a nuestra mascota, estamos garantizando un ritmo en su metabolismo, y si algo agradece la biología es que exista una dinámica constante en la nutrición. El hecho de buscar un alimento equilibrado, enfocado a la edad y constitución de nuestra mascota es una de las piezas clave para su salud.
Sin embargo, decimos que la alimentación es un arma de triple filo porque, pese a que garantiza la esperanza de vida, sin embargo, en exceso constituye una de las variables más limitantes para la salud animal. Los perros están heredando de las personas uno de los problemas de salud más extendidos: la obesidad. Es común que la principal limitación a la esperanza de vida de los canes sea la sobrealimentación, esto produce problemas coronarios, respiratorios, disminución en su forma física, agotamiento y problemas óseos derivados del sobrepeso.
Otro de los graves problemas de la alimentación, y que pueden ser paliados para conseguir una mayor esperanza de vida de los perros, es la diversidad en el alimento. No debemos basar su dieta únicamente a pienso seco, esto hace que su estómago se vuelva perezoso, su alimentación sea aburrida y sin interés y a la larga puede ser un incentivo para desarrollar cáncer. Alternar el pienso seco con comida fresca siempre es beneficioso, aunque si tu perro está demasiado habituado a comer pienso seco le costará un tiempo adaptarse y por sus heces creerás no tolera el cambio, solo tienes que ir de forma gradual.
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Ejercicio: un deber pendiente
Cada vez tenemos menos tiempo, más responsabilidades y las casas son más pequeñas. Uno de los graves problemas que no ayudan a extender la esperanza de vida de los perros es la falta de ejercicio, bien sea por nuestra agenda como por el lugar en el que se pasea. Las grandes ciudades a veces tampoco lo ponen fácil.
Sin embargo, el gran privilegio de cuidar de un perro también implica una gran responsabilidad: debes buscar la forma de que tu can realice todo el ejercicio que necesita, para ejercitar sus músculos, favorecer su sistema circulatorio, respiratorio, mejorar su digestión y aumentar la sociabilidad. Pasear es vital.
Que tu perro esté activo implica un resorte importante con dos caras, por un lado es bueno para su cuerpo, y por otro también lo es para su mente. Cuando los perros no tienen nada que hacer, su cerebro simplemente se desconecta, como habrás visto son capaces de dormir hasta 14 horas diarias sin inmutarse, y más. Sin embargo, una vida excesivamente ociosa, contemplativa y carente de ejercicio hace que entren en un círculo vicioso de “apoltronarse” en su camita y dejarse llevar por la inercia.
Los perros que aparentemente presentan un cuadro depresivo en muchas ocasiones simplemente están demasiado habituados a no moverse, y viven en un continuo duermevela. Mantener su cuerpo activo hace que su mente también lo esté, y esto es una forma de ganar esperanza de vida. Porque, además, no se entiende una buena alimentación sin una forma coherente y equivalente de quemar esa energía.
Un perro activo es un perro que aprende cosas, su cerebro genera conexiones neuronales, está en contínuo desarrollo, es capaz de mantener jovialidad durante más tiempo y eso se percibe en su personalidad, comportamiento y forma física.
El veterinario es su gran amigo
Las revisiones contínuas en el veterinario son el tercer pilar de la esperanza de vida de los perros. Algo tan sencillo como llevar al día su calendario de vacunación y los sistemas antiparasitarios multiplica increíblemente la longevidad de los perros. Al igual que en las personas: las visitas periódicas a un especialista en la salud ayudan a encontrar antes los problemas y dan las herramientas para atajarlos a tiempo.
En gran medida, los mejores consejos que recibiremos de los veterinarios son aquellos que van destinados a mejorar la higiene del animal, que a la larga será lo que más problemas de salud podrán evitar: consejos sobre su estado dental, regulación del peso, castración y esterilización y consejos sobre su alimentación.
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