Tenemos la firme convicción de que los perros son capaces de ver una realidad paralela mucho más nítida que nosotros: son tan sensibles y tienen tan agudos sus sentidos que no nos extraña que perciban lo que nosotros no vemos. ¿Ocurre igual con la verdad y la mentira?
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A los diversos estudios que se han ido recabando para comprender cómo funciona la confianza de los perros y la percepción sobre la mentira, se suma ahora una investigación desarrollada por la Universidad de Viena, Austria, en la que se evalúa cómo funciona el criterio del animal ante la mentira del humano.
Lo que se ha pretendido demostrar es el nivel de convicción con el que los perros pueden seguir a pies juntillas el criterio de un humano, aun cuando los propios perros saben que les están mintiendo. Para ello se escondieron unas golosinas bajo un cuenco, una humano les animó a encontrarlas y disfrutar de ellas. Seguidamente, otro humano las cambió de cuenco, ante la atenta mirada del perro y del mismo humano que se las ofreció inicialmente, y cuando ese primer humano les volvió a incitar a buscar chuches en el recipiente donde los perros saben que no estaban, éstos no reaccionaron positivamente, omitieron la mentira del humano y se negaron a buscarlas allá donde sabían que no había premio.
Este experimento pretende romper el mito de que los perros son confiados respecto a las órdenes humanas y que se entregan sin límite aun sabiendo que son órdenes falsas. Este mismo experimento se ha realizado con humanos y chimpancés, para determinar también cuál es la edad en la que un ser pensante comienza a tomar sus propias decisiones. Los humanos por debajo de 3 años tienden a reaccionar con la máxima confianza, aunque sepan que aquello que se les dice no es del todo verdad.
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Pero el sexto sentido canino existe
Cuando nos referimos a un sexto sentido estamos imaginando que los perros ven más allá, y es cierto, son capaces de eso. Los animales gregarios tienen esta facultad, incluso los seres humanos la tenemos, sin embargo la hemos ido perdiendo en favor de la racionalidad y la consciencia.
Este tipo de animales están preparados y necesitan vivir en grupos con otros seres de su misma especie, formando manadas o colonias. La forma que tienen de agruparse y de desarrollar una inteligencia colectiva por encima de la suya propia es manteniendo el pulso contínuo a todo aquello que ocurre: analizando subconscientemente las reacciones de los otros para intuir motivos para protegerse, ayudar o desplazarse.
Es decir, los perros (como otros tantos animales gregarios) son capaces de identificar el miedo, el nerviosismo y la enfermedad en aquellos seres vivos que tienen a su alrededor, especialmente con los que mantienen una relación de grupo (sean o no de su especie). Es por ello que cuando te sientes enfermo se vuelcan en tu cuidado y cuando estás nervioso ellos también se revuelven.
¿Qué ocurre cuando un ser humano miente? De la misma forma que actuaría un polígrafo, los perros perciben como puede variar la respiración, la temperatura o la actitud del mentiroso, y con esa información instintiva puede decidir no confiar en él, siempre y cuando hayan experimentado esta situación con anterioridad.
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Necesitan un tiempo de evaluación
Es muy importante para ellos la repetición, los perros siempre buscan patrones en vivencias anteriores, su mente funciona evaluando continuamente si aquello que ocurre hoy pasó anteriormente, por ese motivo la primera vez que un humano les miente pasará desapercibida, pero cuando este hecho ya disponga de una radiografía anterior no dudarán en obviar las indicaciones del mentiroso.
En este sentido, los perros sirven de alarma y defensa en situaciones de protección siempre y cuando detecten que el agresor guarda intenciones poco honestas. Eso se demuestra en la forma de caminar, de respirar y de reaccionar en su presencia. Por este motivo, las personas que no temen, bien sea porque están invitadas legítimamente, no son conscientes de que generan un conflicto, o bien porque son capaces de templar su reacción, pasan más desapercibidas ante los perros en situaciones en las que podrían haber una disputa de territorialidad o de defensa.
No tropezar más veces en la misma piedra
Otra de las consecuencias que se referenciaron en el estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B es que los perros aprenden de sus errores, y que si una persona demuestra que no es de fiar, no caerán sobre el mismo error de confiar más en él.
Los perros conceden el beneficio de la duda a los humanos, una, dos, e incluso tres veces. Pero está demostrado también que una vez que constatan que un humano les miente, dejan de confiar en él y si se muestran confiados o acatan sus peticiones no es porque esperen que sea verdad, sino porque admiten la jerarquía superior del humano sobre el can, o simplemente acatan para pasar el rato sin generar un conflicto mayor.
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