Aunque solemos hablar muy a menudo del adiestramiento de los perros, realmente es un término mal utilizado. Una cosa es educar, es decir: enseñar al can las normas básicas de comportamiento para que la vida en el hogar no tenga conflictos. Y otra cosa muy diferente es adiestrar, que consiste realmente en conseguir que un animal realice tareas complejas con un alto nivel de perfección. Dicho de otra forma, adiestrar es volver diestro al perro: experto en una actividad.
Por eso cuando hablamos de perros adiestrados nos podríamos estar refiriendo a aquellos que son capaces de ayudar al ser humanos en cuestiones muy sensibles: como ayudar a transitar a un invidente velando por su seguridad, encontrar explosivos o bombas, o identificar dónde se encuentran humanos retenidos o sepultados. Distinta es la expresión “amaestrar” que tiene una connotación más enfocada a trucos, está palabra se destina a los movimientos que puede hacer un animal ante la señal de un humano: sentarse, tirarse al suelo o atravesar un aro.
“La mayoría de las personas que acuden a un adiestrador de perros, o por lo menos en mi caso, vienen para solucionar un tema de conducta. Casi nunca el problema de comportamiento del can es propiamente del animal, sino de la persona que se responsabilizó de su educación. Te diría que el 99,99% de las veces que alguien recurre a un adiestrador para enmendar la educación de un perro es porque no se ha sabido comprenderlo y comunicarse desde el principio, muchas veces por desidia, aunque muchas otras por desconocimiento”, explica Carlos Gómez, adiestrador de perros desde hace más de 10 años.
La constancia es la principal cualidad que se necesita para conseguir que el perro se eduque. Sin embargo, el ritmo de vida ajetreado a veces no lo pone fácil. “Ahora con la nueva Ley de Bienestar Animal los nuevos dueños deben realizar un cursillo para poder adoptar un perro, eso es algo que llevo tiempo esperando, porque por desgracia muchos dueños creen que el perro aprende solo, y cuando ven que no es así, y que en ocasiones hay que echarle mucha paciencia, los dueños se frustran, y ya no logran salir de ese círculo vicioso, el perro cada vez peor y ellos más desesperados”, dice Carlos, que asegura que más de dos tercios de los perros a los que trata simplemente tienen problemas de educación básicos.
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Nadie mejor para dar ejemplo que el humano de referencia del perro
Aunque los adiestradores tienen todas las claves y el olfato suficiente para conseguir grandes resultados con los perros, lo cierto es que la gran ventaja de los canes es la inmensa atención que le confían a su humano de referencia. Los perros desarrollan un vínculo muy poderoso con su dueño, y en el fondo nadie está en mejor posición que él para educarlo.
Hacer sus necesidades únicamente en la calle, no romper cosas, no morder, no ladrar y no subirse encima de las personas son los problemas más habituales para los que se solicita a los adiestradores a nivel doméstico. “Todas son cuestiones sencillas y que podrían haberse atajado desde un principio, ayudamos a los perros, pero ayudamos mucho más a las personas: a saber escuchar al animal, y a lograr comunicarse adecuadamente con él”.
En ocasiones el mayor problema reside en el entorno. “Al final te conviertes en un detective, porque si no logras resultados tienes que acabar descubriendo quién está influyendo al perro, o quien no está haciendo sus deberes. Puedes darte cuenta, por ejemplo, que mientras que la dueña pone todo su empeño, son los hijos los que conviven la mayoría del día con el perro, y no reproducen los consejos que les da su madre sino que los contradicen, por lo que todo el proceso de educación se queda paralizado. Encontrar esa trampa puede ser vital para la educación del perro”, explica Carlos.
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Casi como un psicólogo canino
“Los perros pueden desarrollar miedos con mucha facilidad, porque los refuerzos negativos se les graban muy por encima de los positivos, así que si un perro tiene una mala experiencia en una calle concreta, en una casa o cuando estaba presente una persona determinada, puede llegar a obsesionarse lo suficiente para rebelarse y no querer volver a transitar por esa calle, ni entrar en esa casa, ni permanecer cerca de esa persona”, explica Carlos.
Por eso en ocasiones no se trata tanto de una cuestión de educación, y mucho menos de adiestramiento, sino de encontrar la raíz del problema que hace que el perro se comporte de una manera esquiva, terca o violenta, profundizando en sus experiencias como lo podría hacer un psicólogo. “Por lo general, un perro no suele comportarse de forma incoherente si no existe una razón, los perros son muy claros y siempre ponen el 100% de su actitud para ir a favor, sin embargo, cuando ocurre algo extraño que les hace desobedecer o negarse, lo más probable es que se trate de un miedo adquirido por una experiencia negativa”. Por eso, también, la importancia de no imponer castigos ni refuerzos negativos en la vida diaria con tu can.
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