Algunos de los comportamientos animales pueden resultar muy extraños, sin embargo no todos son completamente naturales. Que los hámsters se puedan convertir en caníbales es la consecuencia de una serie de condicionantes en los que, en cierta medida, puede tener mucha responsabilidad el ser humano.
Los hámsters son la tercera mascota más habitual en los hogares de todo el mundo. Resultan fáciles de cuidar, ocupan poco espacio y son muy queribles: podemos acariciarlos como a un perro o un gato. Otras mascotas, sean peces o pájaros, resultan menos accesibles a nuestras caricias. Sin embargo, otra de las razones por las que nos gustan tanto los hámster es porque a veces parece que nos observan, que nos comprenden o que se relacionan con nosotros de una forma sensible.
Y es cierto, los hámsters demuestran tener una alta sensibilidad. Sin embargo, este hecho no siempre es positivo. Se trata de una especie de que se puede estresar mucho bajo ciertas circunstancias, y adoptar una serie de comportamientos erráticos, desagradables o sorprendentes.
Existen varias razones para comer a los miembros de su especie
No todos los hámsters comen a otros hámsters, lo hacen solo las hembras, y en concreto las madres, las víctimas son sus propios hijos. Los dos primeros motivos por los que un hámster comería a un hijo es llegar a la conclusión de que la camada es lo suficientemente extensa y los recursos para alimentarlos tan limitados, que la única forma de que la mayoría sobreviva es limitar el número de bocas a alimentar.
Otro motivo que puede tener la madre hámster para acabar con la vida de una de sus crías consiste en haber identificado que alguno no tiene la salud suficiente. Si la madre determina que uno de sus hijos será una carga, no solo desistirá de alimentarle, sino que acabará con su vida por el bien del resto.
Pensaremos, ¿por qué devorar a un hijo en vez de simplemente repudiarlo? Los hámsters demuestran que son animales muy pragmáticos. La mayoría de las cuestiones que tienen que ver con el canibalismo en los hámsters están también relacionadas con la escasez de alimento. Lo que hacen es aprovechar los nutrientes de la cría.
Leer más: ¿Cuál es el comportamiento de los hámsters?
A ojos de un ser humano este comportamiento es completamente desalmado y terrible, pero no debemos olvidar que los animales están programados de forma instintiva para conseguir la máxima supervivencia de la especie y que, por tanto, estas decisiones forman parte del manual de emergencia subconsciente con el que operan, por encima de cualquier cuestión moral o remilgos alimentícios.
Otra cuestión que puede empujar a una madre hámster a devorar a un hijo está relacionada con el propio estrés en que se puede ver inmersa, rodeada de pequeñas crías demandantes y acuciada por depredadores o la atenta mirada de humanos. Como decíamos antes, los hámster son una especie de roedor muy sensible y suficientemente predispuesto a padecer cuadros de estrés.
Esta alta sensibilidad y estrés es relativamente común en animales presa, que a su vez están programados para padecer persecuciones, agresiones, separación del resto de su camada y un temor constante y profundo a todo lo que les rodea. Por eso, el miedo es un indicador que les mantiene vivos en los entornos naturales, están alerta, pero ese mismo temor se puede convertir en estrés y desgaste, y agudizará una serie de conductas “psicóticas”.
Un motivo aún más sorprendente
Científicos belgas han determinado en una publicación de la revista Proceedings que una razón por la que las madres de hámsters devoran a sus crías puede estar ligada a tener carencias importantes de vitamina B3, y esta necesidad urgente de ingerirla hace que las madres coman a sus hijos, pues ellos le aportan ese nutriente.
Los hámsters salvajes están en peligro de extinción en occidente. Esto no es consecuencia de que se les caze o persiga, sino que su hábitat está cambiando dramáticamente, no encuentran el alimento que necesitan y sufren graves carencias de sus nutrientes. Se ha demostrado que el comportamiento de algunas madres es tan “pragmático” respecto a devorar a sus crías, que apilaban los cuerpos de éstas junto a sus reservas de maíz, considerándolos comida de la misma manera.
Leer más: ¿Cuánto puede llegar a vivir un hámster?
Otras excentricidades “psicóticas” de los hámsters
No son actitudes comunes, pero en ocasiones podemos ver como un hámster desarrolla una necesidad obsesiva de caminar constantemente, sin detenerse lo más mínimo, reproduciendo un recorrido cíclico: de un lado a otro o en círculos. Pareciera que no puede parar y que pretende realizar una carrera contra sí mismo. Este movimiento es compulsivo y podríamos decir que, de ser una persona, rozaría lo obsesivo.
Este tipo de comportamiento atípico se denomina “estereotipia de recorrido” y está relacionado con hámsters que necesitan más espacio para poder desarrollar los movimientos mínimos que les pide su cuerpo y mente. Por tanto, se trata de un comportamiento más habitual en hámsters domésticos que viven en jaulas. Asociados a este comportamiento se han identificado otros tantos que tienen un motivo similar, tales como colgarse con las patas del techo de la jaula, mover de forma compulsiva la cabeza a los lados o dar volteretas sin un objetivo claro.
Por otro lado, un hábito muy normal en hámsters es morder los barrotes, comportamiento que se ha determinado de forma inequívoca como una expresión del estrés que les produce vivir en un espacio insuficiente.
Por último, un comportamiento muy extraño de los hámsters es la automutilación. Los animales rara vez tienen instintos o hábitos que desemboquen en acciones de violencia y agresión contra sí mismos, en este sentido los hámsters parecen tener una explicación más o menos coherente: cuando un hámster sufre un dolor, trata de eliminarlo mordiendo la zona afectada, como si arrancársela acallara o pusiera fin a los problemas.
Leer más: Hámster ruso, el minirrodedor más dócil y sociable