Los perros son, por regla general, animales capaces de integrarse a la perfección en el ambiente familiar y que participan e incluso colaboran en el clima general de la casa. Se sienten concernidos de todo lo que ocurre en el hogar y es precisamente esta característica de su temperamento lo que les hace únicos entre los animales de compañía, pues son capaces de establecer un vínculo muy estrecho con los humanos, llegando a denotar preocupación, protección o intenciones de juego.
Sin embargo, cuando se genera una distancia entre el perro y el humano se produce una situación compleja que no siempre es fácil de abordar. Si un can desiste de prestarnos atención, si no parece interesado en nuestros quehaceres o si no reacciona positivamente a nuestras llamadas e interacciones es que algo raro está pasando.
La historia vital del can
Esta actitud distante puede explicarse de forma más sencilla en el caso de los perros recién adoptados. De la misma forma que muchos perros desarrollan un sentimiento de “agradecimiento” a los integrantes del nuevo hogar y se comportan de forma solícita e implicada, es común también que al llegar a una nueva casa donde todo es nuevo (olores, sonidos, personas…) el perro pueda necesitar, no solo un periodo de adaptación, sino también el apoyo de un profesional para depurar las experiencias anteriores que podrían haber hecho mella en su comportamiento con humanos, para identificar antiguos problemas y solucionarlos en el nuevo ambiente.
Lo cierto es que, pese a que cada perro es un mundo y que jamás se puede generalizar por cuestión de una raza o de situación, los perros siempre tienden a ser proactivos y a buscar en el ser humano un guía absoluto: el referente jerárquico de su vida. Por lo que los comportamientos distantes de los canes se deben siempre, o por lo menos en su inmensa mayoría, a problemas de adiestramiento o por malas experiencias anteriores.
Errores que podemos haber cometido
Hay dos interferencias básicas que podemos haber producido en nuestro perro, la primera consiste en haber tratado de adiestrarle a base de castigos. Aunque pueda parecernos coherente castigar o reforzar negativamente a nuestro perro cuando algo en su comportamiento no es favorable, lo cierto es que jamás es buena idea darle un correctivo para asentar un aprendizaje.
Los perros, como cualquier otro animal, no se mueven mediante escalas morales de culpa, ni de superación, ni de frustración. Como cualquier animal busca un solo objetivo muy claro: sentirse equilibrado. Y para estar equilibrado tienes que conseguir estar vivo (sobrevivir), alimentado, descansado, ejercitado y socializado. No hay más razones o condicionantes. Cuando a un perro le reprendemos: no entiende absolutamente nada, porque el bien y el mal no existen para él, como tampoco existen el orden, las prioridades o la responsabilidad. Para él sólo existe el equilibrio de aquí y ahora, sin motivos ni explicaciones.
Cuando reprendemos a un perro le estamos alejando de nuestros objetivos reales: que se comporte de una determinada manera, y le estamos distanciando de nosotros. Esto ocurre porque se genera una situación de desagrado, contrario en último término al hecho de sobrevivir equilibradamente, y por tanto, dado que el perro no comprende el motivo de la represalia o el castigo, lo más probable es que desconecte de aquello que le estamos indicando, y busque su equilibrio en otros estímulos. Es decir, que deje de confiar en nosotros.
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Directrices coherentes
Por otro lado, otro error menos evidente pero que podemos cometer con mucha facilidad y que igualmente genera distancia entre el perro y nosotros es el hecho de no mantener una coherencia entre las indicaciones que damos a nuestro perro. Las excepciones que nosotros consideramos y comprendemos son un bache para el adiestramiento de nuestro can.
Por ejemplo, si cuando estamos a solas dejamos a nuestro perro que suba al sofá, porque nos gusta abrazarnos a él y que nos de calor mientras vemos la tele, pero cuando hay visitas o está el resto de la familia no se lo permitimos para no dar mala imagen, estamos generando un cortocircuito en el perro, pues jamás entenderá nuestras razones para que a veces sí le dejemos y otras, y no solo lo evitemos sino que le reprendamos.
Los perros son capaces de perdonarnos cualquier cosa, pero como han revelado varios estudios, cuando somos incoherentes en nuestras pautas nos empiezan a considerar “mentirosos”, pues asentamos la promesa de un beneficio placentero, y con las mismas lo negamos.
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Los perros se comunican a todas horas
Si algo tienen a favor los perros a la hora de considerarse nuestros mejores amigos es que su lenguaje corporal es un libro abierto y es muy fácil mantener una comunicación con ellos, pues aun cuando no lo parece, siempre se están expresando y el ser humano es su principal receptor.
Cuando un perro tiene miedo, por ejemplo, lo demuestra jadeando, saliva más, tiembla, se encoge, curva el lomo, agacha las orejas, se le dilatan las pupilas y baja la cola. Todo esto esto no es está comunicando vulnerabilidad, es una llamada de atención en búsqueda de nuestra ayuda.
Por otro lado, cuando un perro está tranquilo, tiende a caminar en zigzag, su paso es lento, incluso bosteza. Lo cual es diametralmente opuesto a sus señales de agresividad: gruñe con la boca cerrada, apretando la mandíbula, su cuerpo se tensa, pareciendo más grande y se aleja buscando poner una barrera de espacio.
En este sentido, un tercer punto para analizar un problema de relación con nuestro perro es el tiempo que pasamos con él, la atención que prestamos a sus necesidades, sus gestos y su socialización.
Todo ello se puede solventar de forma muy eficaz saliendo más a la calle y pasando tiempo de calidad juntos, dar largos paseos, jugar con otros perros en entornos abiertos y cohesionar la relación perro-humano. En entornos abiertos los perros generan mayor vínculo de manada con su dueño o con su familia, no te perderá ojo, y apelarán a él los instintos más primarios de vinculación y protección.
Los perros siempre están abiertos a la comunicación, o mejor dicho: a la interacción. Si la paciencia o el interés de nuestro can parece perdido, siempre vamos a poder recuperarlo con calma y focalizando muy bien lo que necesita: equilibrio, estímulos positivos, decisiones coherentes y más tiempo de calidad contigo, en la calle preferiblemente.