Cuando nos referimos a que nuestras mascotas forman parte de la familia queremos decir que son uno más, y por tanto también contaminan o pueden perjudicar al medio ambiente de la misma forma que nosotros lo haríamos. Nuestras decisiones marcan la diferencia, y nuestras mascotas heredan nuestro comportamiento. Y es que en España hay registrados más de 40 millones de perros y gatos, por lo que cualquier decisión que tomemos sobre sus hábitos ecológicos puede significar una ayuda o un varapalo para el medio ambiente.
Ser consecuente con el medio ambiente a la hora de cuidar a nuestra mascota no difiere mucho de las decisiones que debemos tomar con nosotros mismos si queremos un planeta mejor, incluso es más sencillo, pues todo lo que atañe a nuestra mascota son cuidados concretos y mecanizados de los que podemos ser plenamente conscientes: qué hacer con sus deposiciones, qué productos de higiene utilizamos con ellos, qué objetos les compramos…
¿Bolsas para excrementos de plástico?
Que utilicemos bolsas de plástico para recoger las heces de los perros es un sinsentido, pues aquello que estamos recogiendo es 100% orgánico, y el plástico no hace sino malograr su biodegradación. Sólo en la ciudad de Madrid hay casi 300.000 perros y se estima que producen al año más de 37 millones de kilos de heces. ¿Tiene sentido que usemos plástico para recogerlo?
Las bolsas de material biodegradable son una opción muy favorable para el medio ambiente, primero porque en su producción no se utilizan productos químicos agresivos con el agua o la polución, lo que garantizan que son compras responsables. Pero lo más importante, si la bolsa se degrada igual que su contenido, estamos poniendo nuestro granito de arena para detener el uso del plástico y minimizar el impacto de las heces del perro en el ecosistema.
Se estima que un perro doméstico produce de media alrededor de 125 kilos de heces al año, por lo que podrían corresponderle alrededor de 410 bolsas anuales (algo más de una al día), lo que equivale a cerca de 123 millones de bolsas anuales para las heces de los perros de todo Madrid. Si extrapolamos estas cifras a nivel nacional estamos hablando de un hábito de consumo clave para favorecer al medio ambiente.
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Arena de gatos ecológica
Todos los productos de higiene personal que compramos para nosotros pueden llevar químicos, de hecho, eso es lo habitual. Producirlos genera contaminación, pero desecharlos también. Cuando nos duchamos con un gel, usamos un jabón o nos teñimos el pelo, estamos expulsando al agua productos químicos que por sí solos y en cantidades limitadas no son peligrosos, pero que, al confluir junto al resto de desechos de la ciudad, acaban engrosando la lista de graves problemas del medio ambiente.
De media un gato utiliza 10 litros de arena al mes. Aunque los datos del registro de gatos en España son menos fiables que los de los perros, se estima que hay en todo el país alrededor de 4 millones de felinos domésticos, lo que supone unos 480 millones de litros de arena de gato al año en toda España. De nuevo estamos ante una decisión relevante si queremos aportar nuestra ayuda al medio ambiente, qué arena elegir no es un tema banal.
El problema es que cuanto más ecológico es el material que utilicemos para el arenero del gato, probablemente más costoso será reponerlo. Además, los más fáciles de producir suelen producir más “polvo”, que a la larga pueden ser los responsables de diversas enfermedades respiratorias y digestivas del animal.
La arena absorbente común la podemos encontrar en cualquier supermercado a precios muy competitivos, está compuesta o bien por arcilla sepiolípica con agentes coadyuvantes, carbón activo o cristales de silica. Todos ellos son materiales naturales y biodegradables, sin embargo, su proceso de obtención y de refinado la mayoría de las veces no es consecuente con el medio ambiente, pues se obtienen en minerías a cielo abierto. Además, suelen incluir aromatizantes y otras sustancias químicas que una vez desechadas tampoco son favorables al impacto cero sobre el ecosistema.
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Piensa en verde
El movimiento zero waste de los humanos también puede extrapolarse a las mascotas. Esto quiere decir que procuremos producir los mínimos desechos, y que todos los materiales que adquiramos tengan una larga vida útil. Cuando adquieres algo para tu mascota piensa que no tenga plástico de envolver superfluo que debas desechar nada más llegar a casa.
Evalúa si los recipientes en los que compras el pienso, la comida húmeda y demás adquisiciones diarias son consecuentes con el medio ambiente. También, revisa los químicos del champú de tu mascota y recuerda que el desagüe conducirá esos productos hacia una lenta degradación. Ninguna elección es pequeña si tenemos en cuenta el consumo diario y el número de mascotas total.
Construcción de sus propios juguetes
Los animales no tienen en cuenta el dinero que podamos gastarnos en ellos, por esa razón, bien merece la pena tener en cuenta que aquello con lo que se pueden divertir nada tiene que ver con el esfuerzo económico o lo atractivo de su apariencia. Como habrás visto, tu gato es feliz jugando con unos calcetines o tu perro con una pelota vieja de tus hijos.
A la hora de facilitarle a tu mascota algo de entretenimiento, piensa en hacer con tus propias manos los juguetes que utilizará para morder, perseguir o adorar. Puedes utilizar viejas prendas textiles de las que te vayas a desprender, como camisetas, paños de cocina o el rollo usado de papel de cocina. Hay muchos materiales a tu alrededor que desechamos y que no contienen tóxicos, por lo que puedes darles una segunda vida con tu mascota.
Haz vida de proximidad con tu perro
Cada vez hay más locales pet friendly, de hecho, la nueva legislación a nivel nacional promovida por la Ley de Bienestar Animal establece que todos los locales públicos donde no exista producción directa de alimentos estarán disponibles para acceder con mascotas por defecto, a menos que se avise de lo contrario en la entrada.
Plantéate caminar con tu perro y que él te acompañe a todos los recados, esto te obligará a no coger el coche ni otro tipo de transporte, es decir: a realizar una vida de proximidad. Pues uno de los problemas más acuciantes en nuestros hábitos no ecológicos es la necesidad constante de desplazarnos lejos de nuestro lugar de residencia, lo cual desde un punto de vista práctico resulta desconcertante y para el medio ambiente es terrible.
Si cogemos el hábito de salir a la calle con nuestras mascotas podemos conseguir un bien triple: hacemos más feliz al animal, nos obligamos a pensar con las piernas y no con las ruedas, y favorecemos el crecimiento de los comercios y locales de proximidad.
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