Los perros tienen el instinto de morder insertado en lo más profundo de su mente, cuando son cachorros es la principal dinámica de juego que harán con sus hermanos. Al ser bebés, su falta de dientes hace que sean mordeduras completamente inocuas y con el paso del tiempo, cuando desarrollan los dientes de leche siguen sin ser graves.
Siendo cachorros es un juego para ellos: tienen la piel muy flexible y las mordeduras apenas son perceptibles. Sin embargo, según crecen, la madre suele estar atenta a reprender a quien muerde con demasiado ahínco, los perros agraviados empiezan a ladrar en señal de molestia, y puede ser la propia madre quien instaure así el adiestramiento de forma natural, zanjando el juego cada vez que uno se pasa de la raya.
Sin embargo, es común que los cachorros pasen de ese entorno, con su madre y hermanos, a un hogar, sin haber avanzado significativamente en esa fase de su educación, y el papel de su madre debe ser realizado por los humanos. Es nuestra misión enseñar al perro que morder no es algo que pueda hacer sin control y que las mordeduras generan dolor. Esto tiene al comienzo cierta complicación, pues el cachorro accede a un entorno nuevo en el que todavía tiene que integrarse, y adaptar este nuevo comportamiento necesita como base de una socialización más avanzada.
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Para el perro morder es un acto instintivo de exploración, incluso de salud física. Le ayuda a limpiarse los dientes y a fortalecer los músculos de sus mandíbulas. Para ellos los juegos que implican estos actos les estimulan, palían el aburrimiento y les ofrece una forma de dar rienda suelta a su energía. Además, si el cachorro ha sido separado de su camada muy pronto, morder puede ser un acto instintivo provocado por su ansiedad tras la separación.
En todo caso, el instinto de morder y su intensidad debe ser corregido de inmediato, cuanto mayor sea el perro más difícil de controlar y adiestrar será, y si ha llegado a una fase adulta puede resultar realmente complicado, además de peligroso. El juego que para él consiste en morder las extremidades de los humanos puede dar lugar a más de un accidente, por no hablar del peligro que puede suponer en el juego con niños, donde si ambos no miden sus fuerzas puede desembocar en un problema mayor.
Consejos prácticos para quitarle la idea de morder
Fijándonos en cómo de forma natural los cachorros aprenden a no morder, el comportamiento de sus hermanos consiste en quejarse, ladrando, y zanjando el juego. Algo que, por otro lado, suena muy coherente.
Podemos imitar este comportamiento, cuando tu perro inicie una dinámica de juego en el que sabes por experiencia que va a utilizar los dientes, no dudes en quejarte aun cuando todavía no te haya mordido en firme, y simplemente esté tanteando la piel con su dentadura. Quéjate de forma sonora, con lo que equivaldría a un ladrido humano: un gruñido agudo. Esta sería una llamada de atención para que el perro asocie tu incomodidad. Posteriormente debes poner fin al juego, por lo menos durante un rato.
Cuando reanudes el juego con él, porque pase un tiempo prudencial (10 minutos pueden bastar) trata de reorientar la mordida del perro hacia objetos, utiliza sus juguetes para que sus mordiscos vayan allí, generando así una adiestramiento paulatino en el que se refuerza la idea de que la piel humana no se muerde, pero los juguetes sí.
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Sin refuerzo negativo
Antes hemos hablado de hacer una llamada de atención al perro, gritando. No nos referimos a que realices ningún tipo de refuerzo negativo, es decir: un castigo físico o verbal. Conviene dejar claro que todo aquello que para el perro significa castigo, pone distancia entre vosotros y va en contra del adiestramiento, pues no fomenta entendimiento entre ambos, ni por ello hace al perro más dócil. Los canes que reciben refuerzos negativos, especialmente cuando son contra sus comportamientos agresivos, pueden acabar desarrollando aún más agresividad.
Los refuerzos siempre deben ser positivos. Puedes adiestrarlo para que comprenda una palabra clave asociada a dejar de morder como “¡Para!”, puedes decirlo cada vez que te muerda a ti, o tome con la boca cosas que no debería. Cada vez que el perro reaccione positivamente gratifícale con una chuche, y darle ánimos, utiliza un lenguaje agudo en clave cariñosa, lo que a él le evoca que algo bueno ha pasado.
Para ayudar a tu perro a quitarse la costumbre de morderte, dale suficientes alternativas. Si los juguetes serán el objetivo al que le reenfocaremos, debes tener en cuenta que sean suficientes, estén en buen estado, y sean atractivos para él. Existen mordedores que permiten meter pequeños trozos de comida en su interior para así favorecer el interés del perro y la recompensa, lo que en suma significa un refuerzo positivo.
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