Uno de los miedos más comunes en perros consiste en ir al veterinario. Probablemente has experimentado que tu perro trata de esquivar su calle, y cuando os paséis cerca tu perro trata de detenerte, gira en sentido inverso y aprieta el paso al pasar para que desistas de llevarlo dentro. Si has vivido estas situaciones es que a tu perro no le hace ninguna gracia ir al veterinario, tiene miedo, y debes poner remedio a esta situación.
Hacer que las visitas al veterinario no sean una cita desagradable para ellos y para ti es una de tus responsabilidades. Es importante comprender en qué reside el miedo de tu mascota y desarrollar estrategias para que estas reticencias vayan cediendo hasta conseguir que el animal normalice sus visitas.
Todo depende de la edad de tu perro y de sus experiencias anteriores. Si tiene menos de dos años, estás a tiempo de normalizar fácilmente estas visitas. Simplemente con acudir al veterinario con cualquier excusa puede hacer que tu perro desarrolle otra actitud: visitad la consulta pero solo comprar pienso, sticks para los dientes, bolsas para las deposiciones o alguna correa. Acompaña estas visitas de premios y desliga poco a poco ese entorno de situaciones donde él se vea “amenazado”.
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Qué significa ir al veterinario para él
La consulta del veterinario es un entorno donde sus sentidos pueden sobreestimularse. Es un lugar cerrado en el que percibirá el olor de otros tantos animales, perros, gatos e incluso conejos. Notar que en un mismo ambiente hay esa concentración animal enciende sus alarmas de forma instintiva, pues es una señal que no atiende a ninguna razón que él pueda comprender. Distinto sería si los olores se concentraran en un parque, es decir, en una zona abierta.
Por oro lado, en la consulta del veterinario el perro generalmente está sobre una camilla o una encimera, su posición espacial es muy distinta a la que está acostumbrado a tener. Cuando tu perro está sobre la camilla no observa los acontecimientos desde abajo, es protagonista y las interacciones se basan en manipular su cuerpo sin atender especialmente a las zonas que a él le interesan. Es decir, no hay caricias ni masajes: hay oscultaciones, toques y pinchazos. Los perros son animales de costumbres, y cuando perciben que eso siempre es así, comprenden que aquello que ocurre no va con ellos ellos, lo perciben como desagradable, y prefieren obviarlo de forma reiterada.
Elige un veterinario que de confianza
Como en todos los ámbitos, existen excelentes profesionales que, sin embargo, no siempre priman lo afectuoso a la par de lo eficiente. No trates a tu mascota como no tratarías a un miembro más de tu familia, si el entorno del veterinario al que acudes no es lo suficientemente amigable y percibes que no se tiene en cuenta la tranquilidad del animal, tal vez es momento de sopesar otras opciones.
Por otro lado, para que tu perro pueda coger confianza al veterinario, plantéate acudir a revisiones con él en días en los que sepas que habrá poco ajetreo en la consulta y el veterinario pueda dedicar un tiempo extra a familiarizase con el animal y a generar ciento vínculo de cercanía. Una presentación de ambos eficaz puede atajar muchas reticencias del perro a futuro. Si tu perro logra apreciar a su veterinario como un amigo más, habrás conseguido que sus miedos se disipen.
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No adelantes el drama
Como en toda situación estresante (para tu perro o para ti), todo lo que implique generar una expectativa inicial de tensión no hará sino alargar una situación de ansiedad. Procura no pronunciar la palabra “veterinario” cuando vayas a ir, pues si el perro tiene fichada esta expresión (como suelen tener: calle, vamos, comida…) al decirla estarás añadiendo una capa más de negación por parte del perro, y probablemente te costará hasta salir a la calle.
También, intenta ser tú el primero que no le dé importancia a la reticencia de tu perro a ir al veterinario. Los dueños que se ponen nerviosos ante ciertas situaciones transmiten a sus mascotas esta sensación de tensión, y eso es una pescadilla que se muerde la cola.
Para que la visita sea lo menos estresante posible, pide hora con antelación y consulta un horario en el que te puedan recibir sin esperas. No hay nada más estresante para un perro que no quiere ir al veterinario que permanecer en la sala de espera durante largo rato rodeado de otros animales en su misma situación.
Al entrar a la consulta, muéstrale tu cariño y apoyo, acarícialo, mímalo. Hazle sentir seguro, acompañado y parte de ti. Cuando un perro es acariciado en una posición de estrés lo que se está haciendo es subrayar que la situación es inapelable y que debe afrontarla. A diferencia de lo que el lenguaje corporal y social de los humanos pueda significar, donde una caricia es más bien una muestra de cariño ante algo que podría ser “injusto” o desagradable”, para los perros la caricia en momentos complicados es una afirmación de que todo está bien y que simplemente debe asumirlo.
Cambia la rutina
De cara a romper la costumbre que ya existe en la percepción del perro, haz un itinerario diferente para acudir a la consulta del veterinario. Seguro que hay rutinas que puedes cambiar. Si soléis ir en coche, aparca mucho antes y da un paseo con él. Si siempre transitáis por una calle, toma primero un desvío hacia un parque y luego gira hacia el veterinario.
En todo caso, cuanto más cansado esté el perro, menos ganas de quejarse tendrá y probablemente imponga en menor medida su molestia por ir a consulta. Que juegue mucho antes de ir en ese desvío al parque puede ser una gran idea. Todo depende del motivo de la visita, si está enfermo tal vez dar un largo paseo no es la mejor opción, pero si es una visita rutinaria o para ponerle una vacuna, no es mala idea llegar con él tras un largo y tranquilizador juego.
Sobra decir que si hay una situación en la que puedes hacer uso de las chuches es esta, premia a tu perro por su comportamiento, paciencia y buen talante cuando accedas al local del veterinario, hazlo también cuando termine su reconocimiento. Los premios nunca fallan.