Predecir lo que va a ocurrir o identificar instintivamente quién está ocultando algo podrían ser dones relacionados con poseer un sexto sentido. En el cine y en la literatura siempre han relacionado ciertos poderes sobrenaturales con una forma distinta de percibir el mundo, por eso se considera como sentido a esta percepción “ultrasensorial”, porque actuaría como una ventana más hacia la que mirar a lo que nos rodea, pero de forma diferente, más profunda.
Los perros parecen poseer este instinto, sentido o don. En ocasiones miran intensamente y con desconfianza hacia dónde nosotros sabemos que no hay nadie, incluso llegan a gruñir o ladrar, como si estuvieran viendo un fantasma o un ser invisible.
Sin embargo, no solo lo inquietante forma parte de su percepción, también son capaces de reconocer nuestro estado de ánimo en apenas unos instantes. Mucho antes que cualquier otro ser humano identifique que estamos tristes, ellos ya parecen abrazarnos y mostrarse atentos con nuestro sufrimiento. También parecen empatizar con el dolor menstrual, volverse aún más cariñosos y pretender aportar calor al vientre.
Podríamos decir que los perros poseen una inteligencia extraordinaria para ser animales, sin embargo desde un punto de vista técnico jamás podrían superar la inteligencia de un niño de año y medio. Pueden comprender alrededor de 150 palabras, lo cual es absolutamente increíble para un animal, sin embargo, su forma de razonar y de relacionarse con el medio no tiene nada que ver con la nuestra. De ahí tal vez que, pese a su inteligencia animal, traspasan la frontera de lo racional y llegan a ver lo que los humanos en ocasiones somos incapaces.
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Detectar malas intenciones
Según un estudio de la Universidad de Tokio, dirigido por Akiko Takoaka, experto en comportamiento animal, los perros pueden tener un sentido extra para identificar las emociones y detectar quién tiene buenas o malas intenciones. Según esta investigación, publicada en Animal Cognition, los perros logran identificar a quienes mienten, y rehusan a seguir sus indicaciones en un mayor nivel que a quienes dicen la verdad. Los perros son capaces de discernir entre mentirosos y sinceros, pero también perciben quién no trata bien a sus dueños o les tratan con malas intenciones.
Las pruebas puestas en práctica en estos experimentos eran situaciones sencillas. Un humano señalaba y ofrecía comida en cuencos a los perros, pero en una segunda segunda tanda, el mismo humano señalaba y ofrecía los recipientes vacíos. Se generaban dinámicas de frustración, donde el humano ofrecía algo que luego no cumplía. Los perros dejaban de confiar en él ipso facto.
Los experimentos realizados con perros iban encaminados a determinar si un humano que miente pierde la confianza del animal, o si una situación emocionalmente compleja podría ser “comprendida” por el perro hasta el punto de modificar su comportamiento. Las situaciones del estudio serían fáciles de aprobar por un humano, sin embargo la dificultad para que un perro comprenda la situación, dentro de un marco social, es muy remota. Y sin embargo el comportamiento de los perros denotaba una sutil forma de comprender las situaciones por encima de la racionalidad, más bien relacionada con una percepción diferente. Es decir: identificaban la mentira o la agresión, sin comprender racionalmente qué significa mentir y qué implica emocionalmente tratar mal a otro.
En un estudio publicado en Neuroscience and Biobehavioral Reviews, se demostraba que un mayor número de perros no aceptan comida de quienes no tratan debidamente a sus dueños, el que grita o muestra violencia con él. Sin embargo, si el dueño y otra persona conversan de forma afectuosa los perros aceptan la comida del otro sin poner oposición.
Estos experimentos no demuestran que los perros comprendan situaciones sociales, sino que de alguna forma son capaces de leer signos que parecen ocultos: nuestro lenguaje corporal, el olor, la respiración, el tono de voz, y así logran identificar quien demuestra buenas intenciones y a quién no, pese a no lograr racionalizar en qué consisten realmente esas intenciones.
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Percepción ultra-sensorial
Según un estudio de London University, los perros ven aquello que los seres humanos solo podemos captar aplicando luz ultravioleta. Como si fueran investigadores forenses, identifican fibras minúsculas, distintas capas de pintura o restos orgánicos. Este hecho está relacionado con su agudo olfato, que suple su visión más rudimentaria y que da un salto más allá en nuestra forma de percibir las cosas.
Los perros viven en el mismo mundo que nosotros, pero son extremadamente más sensibles a los olores y los sonidos. Cuando te rascas la cabeza, como un gesto instintivo de nerviosismo al responder la pregunta de alguien que quiere presionarte, el perro escucha el sonido de tus dedos sobre tu cuero cabelludo, lo registra en su mente y lo une al resto de percepciones que mantiene al unísono: el olor de aquella persona o su tono de voz sobre ti. Toda información cuenta para ellos, pero su forma de procesarla es diferente.
Detección de desastres naturales
Se ha identificado que los perros han percibido con anterioridad terremotos y tsunamis. Son capaces de apreciar cambios en el sonido que les hacen saltar las alarmas y mostrarse inquietos y alerta. Por otro lado, los perros tienen un olfato tan desarrollado que pueden sentir cambios hormonales en nuestro cuerpo, reconocer cuando estamos con el periodo o cuando atravesamos una enfermedad.
El secreto de su sexto sentido es la percepción de más información por parte de sus sentidos, y una forma diferente de procesarla. Son animales de costumbres, por eso cuando algo se sale de la norma actúan mostrando intranquilidad. Si nuestro olor cambia, si el sonido del ambiente es distinto, si una persona demuestra algo extraño: a ellos se les activa este sexto sentido y nos lo hacen saber.