Los hámsters son la primera mascota de muchos niños, aunque no por ello son un juguete ni sus cuidados pueden pasarse por alto. Pero lo cierto es que por su pequeño tamaño, su comportamiento sencillo y divertido, y por tener unas necesidades básicas muy fáciles de complacer resultan una buena elección como animal de compañía de los más pequeños de la casa.
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Sin embargo, la esperanza de vida de los hámsters no es muy amplia. De esta manera sirven también para reflejar a los niños el ciclo de la vida, el amor por el presente y la trascendencia de cuidar a los animales mientras están con nosotros. De la misma manera podemos establecer este hábito de cuidado con peces, que viven un intervalo similar.
Un hámster común vive entre 1,5 y 3 años, su longevidad depende de su tamaño, su hábitat y la calidad de vida que tenga. Cuanto más pequeño sea el hámster, técnicamente menos vivirá. Una alimentación adecuada es uno de los secretos para vivir más. Se han dado casos de hámsters que han llegado a los 7 años.
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Hámster de ciudad y hámster de campo
Los hámsters silvestres tienen una esperanza de vida muy superior a la de los domésticos, llegando a alcanzar los 8 años. Sin embargo, no se trata de la misma raza, sino una más grande, que alcanza los 35 cm de largo, casi el doble del tamaño más grande del tipo de hámster dorado que generalmente tenemos en los hogares españoles (Cricetus cricetus).
Entre las razas más comunes en España y en el resto de Europa no hay una gran diferencia de longevidad. El hámster chino (Cricetulus griseus) tiene un umbral de vida algo superior al dorado común, suelen vivir entre 2 y 3 años. Sin embargo, el hámster ruso (Phodopus sungorus) no suele superar los 2 años de vida.
Las enfermedades más comunes entre los hámsters
Aunque parezca sorprendente, los hámsters tienen muchas enfermedades similares a los humanos. Las razas domesticadas son bastante sensibles, difícilmente podrían vivir en libertad, pues necesitan un entorno seguro y con ciertas comodidades para sobrevivir.
Los hámsters también se resfrían e incluso pueden sufrir diabetes. Sin embargo, existe un buen número de enfermedades propias de estos roedores como son por ejemplo la cola mojada, las infecciones por ácaros o problemas dentales propios de su especie.
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¿Sabías que a los hámsters les crecen los dientes sin parar?
El crecimiento de sus dientes tiene un ritmo similar al de nuestras uñas. Como roedores que son, sus dientes están preparados para el desgaste que sufren al roer, crecen constantemente y se hacen más grandes para evitar dejarles sin posibilidad de comer. Por eso es tan importante que el hámster tenga una correcta alimentación y coma alimentos que desgasten su dentadura, pues de lo contrario podría desarrollar serios problemas dentales: dientes demasiado grandes que le produzcan heridas, infecciones, etc…
Sin embargo la enfermedad más temida de los hámsters se denomina “cola húmeda”, se trata de una diarrea infecciosa muy severa que si no se trata a tiempo puede ser mortal para el animal. La enfermedad consiste en una inflamación de una parte de su intestino, que hace que el hámster no sea capaz de digerir los alimentos. Esta circunstancia está relacionada con una serie de bacterias denominadas Escherichia coli, Campylobacter y Cryptosporidia, que por sí solas no son peligrosas ni provocan la enfermedad, pero que bajo factores desencadenantes tales como una bajada de defensas o el estrés, pueden predisponer desencadenantes de la enfermedad.
Otra enfermedad clásica en los hámsters es la obesidad. Sobre todo si el animal está siendo cuidado por un niño, es muy probable que el afán por verle comer e interactuar con él haga al niño darle alimento en una medida excesiva. Cuanto más engorda el hámster más perezoso se muestra porque deja de serle cómodo moverse. Este es un círculo vicioso que puede acabar con la vida de la mascota.
Además, los hámsters pueden sufrir diversas enfermedades que también se asocian a humanos, como cálculos en la vejiga, infección del útero, conjuntivitis, cataratas, glaucoma, alergias, quistes y tumores.
Una gran responsabilidad
Si vamos a dejar el hámster al cuidado de nuestros hijos es muy importante aprovechar esta experiencia para que el niño sea consciente de lo que implica cuidar una vida. No importa el tamaño del animal o las cosas que sepa hacer. Proteger la vida de los animales y darles un entorno seguro y de calidad es una condición ineludible.
En ocasiones los niños tienden a jugar en exceso con los hámsters. Sujetar el hámster con las manos y hacerle trepar de una a otra de forma repetida, situarlo en el suelo y hacerle moverse, etc…
Estos juegos si son esporádicos no acarrean ningún problema, sin embargo, los hámsters pueden llegar a morir de agotamiento ante este tipo de situaciones. La comunicación que el roedor tiene con el humano es casi nula, no es como un perro, no notaremos que está cansado o que nos demanda finalizar el juego. Cuando el hámster se siente obligado a seguir por una serie de obstáculos, seguirá moviéndose porque, para él, es una cuestión de supervivencia, no puede parar hasta estar en su “casa”. No saber parar el juego y hacer al animal llegar a un límite de extenuación puede acabar con su vida.