La comunicación entre humanos y animales funciona mejor cuando nos referimos a actos concretos o a refuerzos positivos que cuando les hablamos en nuestro idioma. Dar de comer a nuestro gato es un acto de comunicación con él, le estamos diciendo que nos preocupamos por él, que puede confiar en ti. El gato asocia tu gesto con la familiaridad que le produce verte y, pese a que los gatos no son animales que establezcan un líder de referencia, como los perros, en su forma de comprender el mundo sí que admiten que su día a día gira alrededor de ti (por ahora).
Sin embargo, algo tan sencillo como nombrarle y que el gato reaccione no parece tarea fácil. Si quieres que tu gato salga de donde esté y se acerque a ti habrás comprobado que es más fácil abrir el cajón donde guardas la comida que pronunciar su nombre. El gato asocia ciertos sonidos y olores a su interés de hacer acto de presencia, son refuerzos de experiencias positivas, sin embargo que tú pronuncies su nombre parece no tener ningún impacto sobre su comportamiento, por lo menos de forma aparente.
¿Qué puede significar su nombre para él?
Existen estudios en perros extrapolables a los gatos que establecen que para los animales su nombre no significa identidad, sino “préstame atención”. El concepto de nombrar a cada ser por un sonido es profundamente humano y es uno de los primeros “ladrillos” con los que se construye nuestra inteligencia. Desde un punto de vista cognitivo y lingüístico, si el ser humano no dispone de palabras para llamar a las cosas, estos conceptos se evaporan y resulta muy difícil pensar en ellos. Así surge para el ser humano nombrarse a sí mismo, a los demás y a los objetos y seres que nos rodean: con la necesidad de tener “piezas” con las que razonar.
Sin embargo, los animales no tienen ese concepto de individualidad y de identidad, ellos no piensan en términos lingüísticos, su mente no busca razonar y por tanto no organiza las ideas en función de “etiquetas”. Esto explica porqué para un gato su nombre no significará jamás una seña de identidad propia, sino simplemente un “ruido” que escucha de vez en cuando y que significa “atención”.
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Tu gato quiere comunicarse contigo
Los gatos son los únicos animales que, aun pareciendo esquivos y poco interesados en la comunicación, han desarrollado un mecanismo de comunicación propio para relacionarse con humanos. El maullido es la forma que tienen de llamar nuestra atención y jamás lo utilizan entre ellos o con otros animales. Esto es así porque ellos, al escucharnos, comprenden que nos gusta manejar ese tipo de “diálogo”, tratan por tanto de imitarnos y de llamar nuestra atención como un miembro de la familia más.
Cuando un gato maúlla, es decir: intenta utilizar nuestro lenguaje, nunca será para decirnos cuanto nos quiere o para que simplemente le miremos (como a veces hacemos nosotros con él). Los gatos maúllan porque quieren algo: comida, agua, que les limpiemos el arenero… Para un gato, por tanto, maullar es como decir nuestro nombre, su maullido significa “atención”.
Se ha descubierto que los gatos domésticos maullan mucho más y mejor que los gatos salvajes. Es decir, que el desarrollo de esta facultad está directamente relacionada con la relación que tienen estos felinos con seres humanos, y que si el gato está socializado lo hará de forma habitual y más compleja, y si el gato apenas tiene trato con el hombre tardará en hacerlo y será un maullido más rudo.
Entonces, si el gato quiere comunicarse con nosotros e imita nuestro lenguaje, ¿intenta comprendernos? De alguna forma sí. Los gatos son sensibles a la repetición y al refuerzo positivo, si cada vez que escucha su nombre le miramos, le estamos ofreciendo algo o nuestra actitud pretende referirse a él, el gato acabará entendiendo que esa palabra en concreto, o mejor dicho, ese ruido, significa que queremos llamar su atención.
Sin embargo, si tenemos varios gatos, todos y cada uno creerán que su nombre es la llamada de atención general, y en concreto a todos los gatos. No existe un motivo para que él piense que cuando pronuncias su nombre los demás gatos no vayan a reaccionar igual que él. Es decir, su nombre claramente no significa para él una llamada individual y mucho menos identidad propia.
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Tu gato conoce la palabra clave, pero la omite
Una investigación de científicos de la Musashino University, de Tokio, ha descubierto que el gato experimenta una serie de impulsos físicos y mentales al escuchar su nombre. Lo que demuestra empíricamente que aunque se hace el despistado cada vez que le llamas, su cuerpo delata que es consciente de la llamada.
El experimento se basó en gatos domésticos y gatos de cafeterías (muy comunes en Japón). Produjeron llamadas con su nombre, tanto oralmente como utilizando grabaciones, y los pronunciaron con voces distintas: dueños, familiares, personas del entorno y auténticos desconocidos.
El resultado de esta experimentación es muy interesante porque se logró determinar que los gatos reaccionan físicamente ante su nombre, esta llamada les produce una leve alteración en su postura: un movimiento de la oreja, cola o un desplazamiento casi involuntario.
Y lo más importante: reaccionan más intensamente cuanto la voz que pronuncia su nombre es la de su dueño o un ser humano con el que guardan una relación más estrecha de familiaridad. Lo que equivale a concluir que los gatos sí conocen su nombre, y que para ellos tiene un mayor impacto cuando quien lo pronuncia es alguien de la familia. Ahora bien, no por llamarles van a salir de su escondite ni van a mover la cola visiblemente alegrándose.
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