Cada gato tiene su propia personalidad, y sabido es que tienden a ir por libre. No son propicios a hacer alarde del “cariño” o a frecuentar entornos con demasiada agitación. De forma instintiva los gatos siempre tienen localizada la salida, les puede gustar ser el centro de atención y participar en la rutina viva de la casa, pero sin desatender la escapatoria, son propensos a sentirse agobiados, y por eso, su sociabilidad es siempre condicional: hay que ganársela y en cualquier momento puede ser revocada.
Sin embargo, como en el caso de las personas, los gatos necesitan adaptarse a las costumbres sociales desde muy pequeños, en su caso desde el nacimiento. Su propio desarrollo “cognitivo” y relacional está basado en los momentos más primarios de su existencia, el primer año de vida del gato marcará un antes y un después en su socialidad posterior.
Esto quiere decir que un gato callejero, por ejemplo, tendrá muy difícil asimilar una socialidad razonable en el hogar si entra a vivir con nosotros a una edad avanzada, el adiestramiento será muy complejo y puede que imposible a nivel integral.
La cuenta atrás empieza en su nacimiento
La socialización temprana del gato se inicia desde que nace, al estar cerca de su madre y sus hermanos. Que el animal tenga la posibilidad de desarrollarse así en sus primeros tres meses facilita que pueda comprender mejor el lenguaje felino, socializando con los de su especie en un ámbito familiar. Dando este primer paso estará más próximo a los siguientes retos sociales, el primer paso por tanto es entenderse bien con su propia familia felina, comunicarse adecuadamente en lenguaje “minino” y dar el salto a los humanos.
Cuando el gato es separado de su madre y hermanos, la interacción con humanos debe ser inmediata, entrar a vivir directamente en una familia es la mejor opción posible porque el gatito de tres meses está en el mejor momento para admitir ese cambio, aprender e implicarse en una relación cotidiana y armónica con adultos y niños, gatos e incluso perros.
Una vez que el gato está en familia, dentro del hogar, en su mente se configuran los integrantes de su manada y la forma que tiene de relacionarse con ellos. Solo conoce esa realidad, y para él es la única. De esta forma, si solo estás tú, porque vives de forma independiente, el gato inevitablemente socializará menos y determinará que ese es el único esquema posible, eliminando por desconocimiento el acceso a otros integrantes de la manada. Cuando vienen visitas o cuando esa forma de socializar cambia porque tú cambias de modelo de familia o convivencia, el gato se ve inmerso en un cambio que tal vez es demasiado difícil de asimilar. Por eso, aunque vivas de forma independiente, es importante que el gato no cierre un esquema en el que solo existas tú.
Por el contrario, si vives en un entorno familiar nutrido, el gato reconocerá que existen distintos integrantes, puede que incluso diferentes mascotas, y realizará un ejercicio complejo de adaptación muy rico que le abrirá la puerta a la socialidad de manera espontánea. En ese caso, es altamente aconsejable que el gato sea tratado por todos los integrantes de la casa, no solo por quien ejerce el cuidado directo sobre él, así el animal estará integrado en las dinámicas diarias y llegará a las mayores cotas de relación posible.
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Adiestramiento doméstico
Con los animales hay una máxima que siempre se cumple: el único refuerzo que ayuda a generar buenas dinámicas es el positivo. No sirve de nada empujar a un animal a mantener un trato o un comportamiento concreto dando refuerzos negativos. Por desgracia los gatos ni hablan ni conocen nuestro lenguaje, así que el refuerzo positivo es lo único que puede funcionar.
Las tareas que puedes desarrollar para que el gato se integre de forma más social en tu núcleo familiar tienen que ver con premios. Por ejemplo, puedes dosificar su comida de forma que coma varias veces repartidas a lo largo del día, y proveerle del alimento de forma presencial, que el gato te vea dándole de comer, que asocie tu presencia y tu actividad con algo importantísimo para él: la supervivencia. De la misma forma, puedes hacer que él te acompañe a buscar la lata o el pienso a través de la casa, y que participe con su curiosidad en todo este proceso.
Los gatos son territorialistas del espacio, pero no necesitan de un líder único como en el caso de los perros. En tu familia podéis turnar el ritual dar de comer al gato para que él aprecie que puede confiar en todos vosotros, pues no os perderá de vista y sabrá identificar quien le cuida y quién no. En otras palabras, si quieres que tu gato sea sociable, tú tienes que dar el primer paso y demostrarle que te importa, y esto es aun mejor si este acto es compartido por el resto de la familia.
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El gato mueve ficha
Un gesto felino que denota que empieza a interesarse por ti y que quiere tu atención es ponerse en el medio de aquello que estás haciendo. Si estás trabajando al ordenador, se subirá a la mesa y tratará de tumbarse en el teclado. Si estás leyendo un libro, trepará hasta tus piernas asirá la novela para desbancarla de tu atención.
Todo esto es una estrategia para captar tu atención, sin embargo tu forma de mover ficha debe ser consecuente a los felinos: ni la máxima indiferencia ni estrujarle como una bola anti-estrés. Es vital para conseguir que la socialidad del gato no salte por los aires que tú respetes su espacio individual y que cuando le trates sea con suavidad, acariciándole y peinándole con mimo. Cuando quieras quitarle de encima de tu ordenador o evitar que interrumpa tu lectura: también debes ser cuidadoso.
Los gatos no salen, pero sí juegan
Es un falso mito que los gatos no necesitan de nuestro tiempo para ser felices. A diferencia de los perros, no necesitan salir ni que vigilemos y tutelemos como hacen sus deposiciones, sin embargo, en casa sí necesitan jugar y encontrar la mejor sugestión, y jugar contigo siempre es mejor que jugar solos.
Jugar les hace sociables, pues para ellos el juego es el elemento social más relevante con el que cuentan, es decir, jugando con el gato estamos profundizamos en nuestra relación con él y dando un sentido a sus días: le hacemos evolucionar, conectar con nosotros y con un entorno compartido.
Respeta su personalidad
En todo caso, si tienes un gato sabrás que no son perros, es decir: si un gato no es sociable puede ser precisamente porque no forma parte de su carácter. Es importante que como dueño respetes sus peculiaridades únicas, siempre y cuando no sean graves para la convivencia.
Descubrirás fácilmente que tu gato se comporta diferente cuando estais en intimidad a cuando hay visitas y el ruido, el olor y los estímulos son diferentes. Un gato con actitudes sociales normales puede sentir cierto estrés si en tu casa hay visitas de forma contínua o si rara vez estás en casa, recuerda que los felinos domésticos son seres muy sensibles, que mantienen unos impulsos primarios muy delimitados: como el instinto territorial y actitudes cazadoras, y sin embargo cuando la casa tiene visitas o hay obras en el piso de al lado se pueden comportar de forma muy sensible y huir de todo y de todos con la mayor de las sensibilidades.
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