Elegir dormir con una mascota no suele ser una decisión racional y planificada, sino que lo habitual es que se permita como hecho excepcional y esto se vuelva costumbre. El motivo habitual para iniciar el sueño con el gato es que, simplemente, nos apetece acurrucarnos junto a él.
Sin embargo cortar la costumbre de dormir con el gato a veces resulta complicado, por lo que si todavía no te has decantado sobre si dormir o no con tu gato te sugerimos que revises esta lista de riesgos y ventajas, pues algunos son de índole sanitario y puede que una vez abierto el precedente volver atrás te resulte muy complicado.
El gato es un radiador fantástico
La calidad del sueño durmiendo con gatos se hace muy relativa. Por un lado es cierto que el ronroneo que emiten produce en los humanos un estado de calma y tranquilidad equiparable a pocos sonidos. Su ronroneo nos puede ayudar a conciliar el sueño con mayor velocidad y placidez. Esto, de alguna forma, constituye una unión animal-humano que da sentido a la convivencia, durmiendo juntos se mejora la relación entre ambos y se hacen más fuertes los lazos con él.
Además, el calor del gato nos hará de calefactor. Los felinos tienen su temperatura entre 38ºC y 39ºC por lo que su presencia hace de la cama un entorno calentito y mullido. Ahora bien, en verano ni siquiera él querrá estar cerca de ti.
Si te cuesta desperezarte por las mañanas, además, el gato será el primero que te de los buenos días y que te ayude a salir de la habitación. En este sentido, dormir con gatos o perros es muy recomendable cuando atraviesas una mala época emocional o incluso si tienes depresión. Por la noche pueden ser la llama que concilia tu sueño y por las mañanas el motor para salir de la cama y afrontar el nuevo día.
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Situaciones incómodas y difíciles de explicar a un felino
Lo que el gato te da de placidez y entrañabilidad a la hora de coger el sueño y sentirlo mullidito, te lo quita cuando a mitad de la noche le da por jugar. Los dueños de gatos que pernoctan con ellos pueden tener un patrón de sueño poco uniforme fruto de que sus mininos hacen uso de la nocturnidad para la que están programados y emprenden juegos y luchas usando la cama como campo de batalla. Durmiendo notarás como sus patas rozan tus pies, podrás notar un arañazo involuntario o pelos en la boca… Te acostumbrarás, pero tu cerebro no acabará de descansar a pierna suelta porque se verá obligado a mantener siempre encendido un sistema de alerta.
Por otro lado, si estás acostumbrada a dormir con el gato, cuando quieras echarlo coyunturalmente podrás verte en medio de una situación complicada. Si esta noche decides dormir con una persona, el gato se sentirá rechazado, y no sería extraño que maulle toda la noche o incluso que haga sus necesidades fuera del arenero como muestra de desacuerdo. No pienses que es una venganza, es su forma de comunicarse. Si el gato tiene la costumbre de dormir contigo, y tú hoy no quieres: puede que te tenga toda la noche en vela.
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Riesgos más graves para la salud
Los gatos domésticos tienen poco riesgo de portar enfermedades o parásitos, sin embargo si tu gato se pasea libremente por la comunidad de vecinos o incluso va más allá y sale a la calle, es probable que lleve a tu cama pulgas o garrapatas. Los gatos son animales muy higiénicos pero son ellos mismos los que regulan su limpieza de forma general, por lo que si es portador de algún bichito extra puede que no lo sepas hasta que lo percibas en tu cama.
Se dice que las mujeres embarazadas no deberían dormir con gatos, esto tiene un viso de realidad porque entre los parásitos intestinales que pueden tener estos felinos destaca el que produce la toxoplasmosis, sin embargo que un gato lo transmita es una cuestión muy remota. En caso de tener dudas siempre puedes realizar un análisis veterinario al animal.
Sin embargo el mayor problema que puede causar dormir con gatos está relacionado con la alergia que producen en humanos, estos felinos liberan alérgenos que traspasan las sábanas y permanecerán para siempre en el colchón, y se irán acumulando más y más con el paso del tiempo. Estos alérgenos están presentes en su pelo, baba y escamas, y son completamente invisibles a simple vista. Puede que a priori no seas alérgica a los gatos, pero si todos los días tu mascota deja una nueva ración de alérgenos acumulándose en tu cama no sería extraño que a la larga desarrolles algún síntoma respiratorio. Para evitarlo puedes comprar fundas especiales antiácaros, que generan una barrera infranqueable entre las sábanas y el colchón, son lavables y se venden en farmacias.
Respirando estos ácaros puedes desarrollar asma, neumonitis o simple alergia, pues ten en cuenta que al dormir tu boca y nariz está muy próxima al colchón y tu respiración es muy profunda. Sin embargo, aunque tu sofá también padezca esta circunstancia, tus vías respiratorias no suelen estar tan próximas de su superficie. En todo caso, no es recomendable aplicar una aspiradora (normal o industrial) al colchón, pues eso remueve aún más los ácaros y el efecto es contrario al deseado.
Rompiendo falsos mitos
No es cierto que dormir con gatos sea peligroso para los bebés más allá de que éste juegue con el niño y accidentalmente pueda arañarlo. El peligro de este mito se basaba en que los gatos podrían asfixiar a los bebés con la pérdida de pelaje, se creía que los bebés tragarían el pelo del gato, acabando con una bola en la garganta, como hacen estos felinos tras acicalarse, lo cual no está basado en ninguna situación real y es imposible que un bebé trague tanto pelo.
Por otro lado, tampoco es real que los gatos causen infertilidad como se mantuvo durante años. La esterilidad no tiene una relación directa ni indirecta con los ácaros y alérgenos, que es la única cuestión relevante por la que nuestra salud puede verse comprometida al dormir con estas mascotas.