El celo de nuestras mascotas es algo que, sin duda, puede generarnos numerosas dudas. Y es que son muchas las ideas que escuchamos sobre una realidad como esta, muchas de las cuales son sencillamente mitos. Hay que aclarar, en primer lugar, que el celo es el periodo en el que las hembras son receptivas a la monta. Y aunque los machos, por tanto, no padecen el celo como tal, sí que existen algunas diferencias de comportamiento entre los machos y las hembras, así como entre perros y gatos. Con la ayuda de Azahara Serrano Ruiz, veterinaria de la clínica Kivet Córdoba, te ayudamos a entenderlo mejor.
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Comportamientos similares en los machos
Lo primero que tal vez te planteas es si nos encontramos con una situación diferente en el caso de que tengamos un perro o un gato. En ambos casos, hay coincidencias si hablamos de los machos: desde que estos alcanzan la madurez sexual (cuando llegan a los 6-8 meses de edad) reaccionan al celo de las hembras a través de las feromonas que estas emiten. No encontramos, por lo tanto, con que los machos de ambas especies tienen características similares en cuanto al celo y podemos observar cambios de comportamiento:
-Mayor inquietud.
-Mayor tendencia a la territorialidad.
-Puede aparecer incluso frustración, escape y mayor agresividad a sus dueños u otros machos.
¿Y en el caso de las hembras?
Mientras, las hembras de gatos y perros presentan características propias determinantes. “Por ejemplo, las perras alcanzan la madurez sexual entre los 6 y los 12 meses de edad, aproximadamente. Son monoéstricas no estacionales, es decir, solo presentarán un único celo por cada ciclo estral y puede ocurrir en cualquier época del año, teniendo un periodo interestral de 5 a 12 meses”, detalla Azahara Serrano. Si hablamos de las gatas, estas alcanzan su edad fértil en torno a los 6-7 meses de vida. “A diferencia de las perras, son poliéstricas estacionales, es decir, presentan varios celos seguidos desde la primavera hasta el otoño y tendrán un nuevo celo cada 2-3 semanas, que desaparecerá si empiezan a gestar o durante los meses de invierno”, añade la veterinaria.
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Atenta a estos cambios
Tal y como nos comenta la veterinaria, “machos y hembras de ambas especies muestran notables diferencias en cuanto a su comportamiento, aunque puede haber características comunes, así como señales que pueden dar muestra de que el animal está en celo”.
Y es que hay que tener en cuenta que en las hembras, estos cambios de comportamiento se deben a un aumento del nivel de estrógenos. Así, por ejemplo, en las gatas pueden observarse los siguientes cambios:
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Estarán más cariñosas de lo normal y es frecuente que se froten contra personas, objetos u otros gatos, revolcándose también por el suelo.
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Recurren a la vocalización y a maullidos muy fuertes para llamar la atención de los machos.
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Arquean la columna y apartan la cola para mostrar la vulva, sobre todo al acariciarlas.
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Generalmente se muestran más nerviosas.
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Suelen orinar más frecuentemente para atraer a los machos mediante feromonas.
Por su parte, las perras frecuentemente:
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Se muestran más decaídas e inapetentes.
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Despertarán el interés de los machos.
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Es probable que estén más mimosas de lo normal.
En el caso de los machos, también presentarán comportamientos similares, aunque, tal y como explica Azahara Serrano, los cambios más comunes en los perros son “comportamiento de monta hacia otros perros, objetos e incluso piernas de las personas, mientras que en los gatos observaremos un maullido de forma más insistente”.
Cómo actuar
Una vez que tenemos claros los cambios que podemos percibir en esta etapa, tenemos que tener en cuenta cómo debemos actuar en el caso de afrontar esta situación. “En gatos es muy importante establecer la oportuna vigilancia para evitar el abandono del hogar en busca de pareja. En cuanto a perros, prestar mayor atención a la hora del paseo, evitando dejar sueltos a nuestros animales, lo cual evitará posibles fugas, montas inesperadas e indeseadas, así como conflictos entre machos”, indica la veterinaria.
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Apunta estos mitos sobre el celo y la esterilización
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Al menos una vez en su vida, las hembras deben criar, para evitar así tumores mamarios e infecciones uterinas. “Nada más lejos de la realidad. Existe un estudio que determina que la esterilización de hembras antes de su primer celo reduce por completo la posibilidad de desarrollar tumores de mama”, apunta la experta.
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El carácter cambia debido a la castración. Es una de las creencias más extendidas. De nuevo, un mito. “La castración no lo vuelve aburrido ni cambia su carácter”, nos cuenta la veterinaria, que añade que con la castración se elimina la influencia hormonal de las mascotas, no su carácter.
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Esterilizarlos tras el primer celo. Se piensa que hay que esperar al primer celo para esterilizar después a las mascotas, pero no existen evidencias médicas al respecto. “Es más, el estudio existente demuestra que hay beneficios si se esteriliza antes”, indica Azahara Serrano.
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Mascotas menos activas y con más peso cuando se esterilizan. Tal y como explica la veterinaria, las mascotas no engordan con la castración, aunque sus necesidades nutricionales cambian debido a los cambios hormonales. Por eso, hay que cuidar su alimentación para prevenir que aumenten de peso. “Hay que proporcionar a las mascotas un pienso específico para animales castrados, que estará formulado específicamente para que mantengan una condición corporal adecuada”, recomienda la veterinaria de la clínica Kivet Córdoba recomienda.
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Los perros pierden el olfato al castrarlos. Algo completamente falso ya que la castración no alterará el sentido del olfato.
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Los machos deben montar al menos una vez en su vida. Azahara Serrano afirma que esto “no es cierto, ya que no conlleva beneficios para el animal”