Los gatos son un tipo de animal que sabe disimular con mucho arte cualquier tipo de dolencia o de estrés. Gracias a la evolución han conseguido evitar mostrar signos de debilidad con tal de no convertirse en la presa de otro animal mayor.
Pero este mecanismo de defensa tan razonable puede suponernos un problema, ya que nos impide detectar mediante la observación casi cualquier enfermedad que vaya a padecer.
Por eso nuestros felinos nos obligan a estar muy pendientes de cualquier pequeña pista que nos ayude a detectar en ellos cualquier problema de salud. Algunos cambios que podrían ponernos sobre aviso de que algo está ocurriendo son la falta de apetito, la apatía a la hora de jugar, pérdida de peso, cambios en la forma de relacionarse con nosotros o en sus hábitos de sueño… Aunque nuestro gato no nos muestre de manera clara lo que le pasa, ya que domina el arte del disimulo, siempre hay pistas que podemos interpretar de manera acertada.
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Los gatos cambian con la edad
Y esto es algo que también ocurre con los humanos. La vida de un gato se divide por etapas que se conocen como cachorro (hasta los seis meses), adolescente, adulto, maduro, mayor y anciano, que es el que tiene más de 15 años. Se puede añadir una última etapa a esta división, que es súper anciano, a la que pertenecen todos aquellos gatos mayores de 20 años.
Esta división es útil, entre otras cosas, para ayudar a determinar cuáles son los problemas de salud más habituales de los gatos en cada etapa de su vida, y cuáles son sus necesidades físicas y emocionales, porque puede que, por ejemplo, vivas ya con un gato mayor al que tratas como a un adolescente, o al revés.
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La edad humana del gato a lo largo de su vida
Los veterinarios han llegado a un consenso acerca de cuál es la edad humana de un gato en función de su propia edad.
El gato cachorro (de cero a seis meses) abarca en edad humana de los cero a los 10 años; el gato adolescente (de siete meses a dos años) va desde los 12 años hasta los 24; el gato adulto (de los tres a los seis años) va de los 28 a los 40; el gato maduro (de los siete a los diez años) va desde los 44 a los 56 años; el gato mayor (de 11 a 14 años) va desde los 60 hasta los 72 años, el gato anciano (a partir de los 15 años) va desde los 76 hasta los 116 años humanos.
Esta es una forma de comprobar que aunque tengamos la sensación de que el tiempo no pasa por nuestro gato, en realidad sí lo hace. Pero con esta equivalencia podemos ser más eficaces a la hora de cuidar de nuestro mínimo y observar sus necesidades y atenderle ante posibles problemas de salud, porque podemos poder detectarlos con mayor facilidad y actuar antes de que sea demasiado tarde.
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