Cuando compartes tu vida con una mascota, y en concreto con perros o gatos, llega un momento que no se hace esperar en el que descubres cuál es su estado de ánimo tan solo por mirarle. En especial los perros son libros abiertos, y expresan de forma muy efectiva la alegría, el temor y la tristeza.
Estas son emociones humanas, y desde un punto de vista psicológico no está determinado que los animales sean capaces de sentirlos por igual. Cuando nos referimos a los perros (y gatos) más que de emociones nos deberíamos basar en analizar sus sensaciones, y el efecto que estas les producen.
A diferencia de los humanos, que tenemos un sistema de comportamiento muy complejo, basado en recuerdos, predisposiciones, deseos y costumbres, los perros atienden a un sistema de impulsos bastante más sencillo, donde la proyección de futuribles no existen, y la memoria juega un papel a corto plazo.
De esta forma, existen dos cuestiones que para un perro sustituyen a lo que en un humano sería la memoria y la satisfacción por conseguir logros: la costumbre y el sentimiento de pertenencia. Casi todos los problemas afectivos o de carácter que pueden aflorar en un perro tienen que ver con una carencia en uno de estos dos aspectos.
Leer: Descubre los secretos de la felicidad de tu perro
Cómo podemos apreciar la melancolía de nuestra mascota
Los perros son incansables a la hora de mostrar su predisposición a disfrutar y a colaborar en cualquier actividad contigo. Sin embargo, cuando están en una situación de tristeza su interés por aceptar los estímulos que le podamos dar decae considerablemente. Este sería el mayor y más claro síntoma, aunque los más graves son los que afectan a su salud física.
La “tristeza” también puede desembocar en somnolencia, que actúa como reacción a la falta de iniciativas motivadoras y la sensación de desconexión de la familia. Además, la falta de interés por la comida, problemas digestivos y bajada de defensas son las reacciones más peligrosas y difíciles de paliar.
Cuando nos referimos a que sufren apatía y tristeza, realmente tienen desorientación. Porque en el ADN de los perros existen costumbres y necesidades arraigadas y necesarias, como practicar ejercicio físico de forma contínua, estar acompañados y participar de actividades recreativas en grupo: correr, cazar, jugar o simplemente pasar tiempo en común.
Leer: Cómo afecta el cambio climático a las mascotas
Razones concretas
Cuando un perro pasa mucho tiempo en soledad, no solo nos echa de menos, sino que no está pudiendo desarrollar sus relaciones sociales, y por tanto la parte más importante de su existencia queda censurada. Los perros son seres con un espíritu de grupo muy importante, y pasar casi todo el día solos es como vivir en una prisión. Necesitan emociones y estímulos, y nada mina más su felicidad que la falta de compañía.
Otra situación que fomenta su tristeza son los cambios bruscos, tanto en su rutina como en el entorno familiar. Si variamos continuamente la hora de bajarle a la calle, estamos jugando con su aprendizaje y la sensación dolorosa de querer hacer sus necesidades y no poder. Los perros son seres de costumbres y de horarios, todo lo que va contra eso puede trastocar su humor.
Además, la llegada de un bebé a la casa puede ser también motivo de cambios en su sistema jerárquico, porque entienden que esto les resta atención y que puede bajar drásticamente el cuidado, la atención y los mimos que reciben. Esto ocurre también cuando entra en competencia una nueva mascota en la casa, bien sea otro perro u otra clase de animal.
Leer: Así funciona el cerebro de tu perro para memorizar y recordar palabras