El camino del artista a veces es complejo. Incons-tante, distraído, frágil… pero aún así no deja de ser afortunado. Bendito el don del desahogo que posee el artista como instrumento que transmuta la vibración en arte -crear es un milagro-; bajar a tierra el pálpito casi divino de la inspiración, hacer tangible lo inefable, llenarse para después abrazar el vacío y volver a llenarse de nuevo. Acoger con humildad el lienzo vacío, la piedra en bruto, la partitura huérfana de notas, el folio en blanco, el cuerpo frío para después dar a luz y pintar, esculpir, componer, escribir o bailar la emoción que nace de las mismas entrañas y que se vuelve presente con los sentidos, con el tacto, la vista, el gusto, el oído y hasta el olfato. El artista se vuelve magia, canal y medio y después, cómo no, generoso. Se desprende de su obra, de una parte profunda de sí mismo que ya no le pertenece y entrega para emocionar al mundo. Y el mundo necesita belleza. Bendita capacidad la de tocar el espíritu del otro. Con las manos, la voz, con la pluma, los fogones, con el pincel y la cámara…
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Y entonces, nosotros, humanos, observamos el arte que despierta el amor por la vida. Que estimula y refuerza nuestros vínculos con el mundo. La belleza nos habla y susurra que el camino en la tierra no es un caos sin sentido, sino que posee un orden implícito, un significado. El arte ordena y reconstruye por dentro, armoniza la mente y los sentimientos y, por un momento, nos desintoxica de los temores, cierra las heridas y nos hace regresar a nosotros mismos. Y sabiéndonos sensibles, nos emborrachamos de la riqueza de los matices y observamos el aspecto visible del bien. Un momento de belleza que detiene el tiempo y derrota por instantes la muerte. Porque hemos nacido para crear belleza que haga grande la vida y para llegar a ella; porque la belleza, decía Juan Pablo II, salvará al mundo, y en ella descansaremos cuando el corazón esté inquieto. El arte es un consuelo para aquellos que están rotos por la vida. Somos buscadores de belleza.
“La belleza nos susurra que el camino en la tierra no es un caos sin sentido, sino que posee un orden implícito, un significado. El arte ordena y reconstruye, armoniza”